Una de las frases más repetidas en este país de
pelotazos y corrupción es esa de…..¿qué hay de lo mío?. Tiene la particularidad
que puede ser usada sin modificación alguna por el que pretende ser enchufado,
por el corruptor y por el corrompido, por el impaciente que a la espera de
alguna prebenda ve como el disfrute de la misma se dilata en el tiempo, y si me
apuran solo un poco, estoy convencido que hasta el príncipe de Asturias, (¡mira
que serlo de una de las regiones más republicanas de esta su“finca”!), la
masculla en silencio un día tras otro.
Siendo, por todo ello, frase que todo
comercial pronuncia repetidamente a la espera de que se confirme un pedido que,
en esta época de consumo agónico, se hace de rogar, no podrían ser menos en su uso los
componentes de la casta política, que solo a ellos se representan, pero que cada
cuatro años nos piden que nos dejemos engañar de nuevo.
Año tras año repiten una liturgia que, como
la católica, solo creen y respetan sus fieles, sus nominales, -de nomina-,
seguidores. Y año tras año se demuestran a sí mismos que el circo o la misa que
concelebran está concebida exclusivamente para darse la misma pompa y boato que
los clérigos se regalan diariamente con la excusa de agradar al señor.
Para estos indecentes actores de la política todo
ha de estar orientado a hacer creer a los domesticados ciudadanos que en estos días
algo de atención les prestan, que son ellos los destinatarios de sus desvelos y
preocupaciones. Unos, los patriotas de la banca suiza, impostan la voz y
enervan el torso gritando el nombre de España cual matador citando al toro al
encuentro mortal, otros, convencidos de que vale cualquier cosa desde la
oposición, hacen del descaro y del aparente olvido sus señas de novedosa
identidad, pues con la fe del converso dicen arrepentirse de lo hecho y hasta
de lo no hecho cuando no hace tanto estaban en condiciones de dar trigo, no prédicas.
Y el resto de los secundarios….a lo suyo. A
lo de su finquita particular. Esa serie de finquitas en las que se dividió un país
a fin de mantener en el perpetuo catetismo provinciano a todo aquel dispuesto a
no aprender que más allá de las supuestas bondades exclusivas de su pueblo o
nacionalidad hay valores muy superiores a ese pequeño nacionalismo que solo
alimenta racismo, exclusiones y fanatismos que a otros, sus explotadores, engordan.
Es lo suyo, sus prebendas y privilegios de
casta, lo único que les importa y lo único que defienden. Sus aparentes
ataques, descarnados según ellos, solo son impostura, ficción, pues como “el
valentón” de Cervantes, al apagarse las cámaras, fueronse y no hubo nada.
Nada cruento puede haber entre quienes
comparten riquezas, privilegios, mentiras y ocultaciones, corrupciones y
delitos, escenarios y tramoyas. Nada realmente agraviante, ofensivo o hiriente
puede haber entre quienes comparten establo, alimento y placentera vida. Ya lo
dice el refrán…..entre bueyes no hay “cornás”. Y estos bueyes, con su cabestro
al frente, tienen aprendida la lección sobre cómo ha de entenderse y
practicarse la democracia en España desde el 23 de febrero de 1981.
Se ocupan de lo suyo y de aquello que sus amos
en todo momento les imponen, que para eso les pagan y los acogen en su seno al “jubilarse”
de la política. Dicen hablar de la nación, pero jamás del estado de los que,
para nuestra desgracia, la habitamos bajo su régimen de corrupción. Mal rayo
les parta.