martes, 31 de enero de 2012

NEO-DICTADURA



Hace poco más de un mes el monarca subrayaba en su discurso que en España la ley es igual para todos, en una clara alusión a la nada ejemplar situación jurídica en la que se encuentra el real yerno que le queda.
A estas estamos que aun no hemos podido comprobar que en este caso sea la ley tan igual para el duque como lo ha sido para Camps, Costa y sus amiguitos del alma.
Lo que si hemos podido comprobar es cuan desiguales ante la ley son los ciudadanos según estos sean ciudadanos que, de profesión policías, se solidarizan con los manifestantes del 15M o policías que muelen a palos a los manifestantes laicos del 15M.
Mientras que al policía madrileño Javier Roca Sierra se le separa del servicio y se le multa por manifestar públicamente su simpatía y coincidencia con la indignación ciudadana que en la primavera y verano pasados se evidenció en toda España, a los policías que abofeteaban y aporreaban mujeres por el simple hecho de haberse manifestado en contra del gasto publico provocado por el papa nazi, a esos funcionarios, a diferencia del anterior, igualmente policía, tras abrir un expediente informativo se concluye que sus abofeteamientos fueron ajustados a las circunstancias.
Todo el mundo vio, en su momento, las imágenes de los ataques que esos valientes servidores públicos soportaron por parte de una chica y de un fotógrafo, quienes armados de todo un peligroso arsenal de libertad de pensamiento y ejerciendo su derecho a manifestarse legalmente pusieron en grave peligro la integridad física de esos profesionales que como antaño los asaltantes del congreso, solo obedecían de forma entusiasta las órdenes recibidas.
No es baladí este ejemplo sobre la verdadera naturaleza del estado del sistema. Antaño, cuando a las cosas se las llamaba por su verdadero nombre y al sistema franquista se le calificaba de dictadura fascista, a la policía, al igual que ahora, se la tenía por un cuerpo armado y con identidad y estructura militar. Antaño, igual que hoy, ese cuerpo militar, en su inmensa mayoría, está estructurado y concebido para reprimir el ejercicio ciudadano de derechos y libertades amparados por la constitución, derechos que no se pueden ejercer desde la responsabilidad individual de cada ciudadano sino exclusivamente desde la condescendencia y la arbitrariedad de los que en cada momento detentan el poder.
Decía ayer ese presidente de gobierno de este land alemán en el que mal vivimos que la reforma laboral le va a costar una huelga. Es posible que así sea y por ello pudiera estar preocupado. Lo que no alcanza a ver es que el cumulo de abusos, arbitrariedades, expolios, corrupción y mentiras se han enseñoreado en España. No ven, o no quieren ver, que desde la corona a la justicia, pasando por el empleo, la economía, la educación, la sanidad, la vivienda y todos aquellos derechos que el estado, en un sistema democrático, debiera garantizar en igualdad de condiciones para el disfrute del conjunto de la ciudadanía, ha sido reventado por la acción de los que más tienen con la connivencia de los que se dicen representantes de los ciudadanos.
Nada va quedando de los sueños de libertad, solidaridad e igualdad con que afrontamos el futuro a la muerte del dictador. Antes por pedir libertad nos aporreaban y encarcelaban. Ahora por ejercer y de forma autorizada el derecho a manifestarnos, nos apalean. Antes, por denunciar la corrupción institucionalizada de la dictadura se perdía libertad y trabajo. Ahora los corruptos gozan de un sistema judicial que les ampara y protege. Antes la simple disidencia política, fuera de pensamiento o de acción era perseguida y reprimida. Ahora la connivencia de las derechas, con su ley electoral, impiden que la ciudadanía pueda ni tan siquiera poner en peligro su estable alternancia en el ejercicio del poder.
Antes, y desde siempre, era sabido que la justicia era el último baluarte al servicio de los poderosos. Hoy podemos comprobar que nada ha cambiado en la esencia genética del estado.
Es verdad que ya no podemos hablar de dictadura fascista, pero nadie puede negar que sobrevivimos en la dictadura del capital. Y esta, igual que aquella, dictadura es. Si aquella mantiene centenares de cadáveres en las cunetas, está ya ha expulsado del mundo de los ciudadanos plenos a casi seis millones de trabajadores. Si aquella contaba con el tribunal del orden público, esta cuenta con la audiencia nacional, y ambas, la dictadura franquista y la dictadura del capital, cuentan con los mismos cuerpos represivos.

miércoles, 25 de enero de 2012

DENTRO DE MATRIX



Nos han hecho creer que la realidad en la que vivimos es un sistema que permite la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos y nos lo hemos creído.
Al igual que en la película de los hermanos Wachowsky, dos mundos paralelos coexisten y se enfrentan. Uno, el virtual donde los humanos han sido esclavizados por las maquinas que ellos mismos construyeron y a quienes con un programa de ordenador se les oculta la realidad de la devastación del planeta, y el otro mundo, el real, el habitado por humanos que se resisten a la opresión de las maquinas que los cultivan como generadores de la energía que necesitan consumir, un mundo relegado a las profundidades de la tierra y que sistemáticamente es atacado por sus enemigos del mundo virtual.
Fue Platón quien teorizó sobre la existencia de dos mundos paralelos, pero han sido los actuales plutócratas quienes han conseguido hacer realidad dos mundos paralelos que se entrecruzan y conviven en una soterrada y cruel pugna que hasta ahora no ha provocado la reacción de aquellos que se resisten al hipnotismo del capital.
Ni la aparente opulencia de nuestras sociedades es real, ni el sistema de organización política y social responde a criterios democráticos, ni aquellos que desde la más básica concepción democrática debieran velar por el bienestar de la comunidad lo hacen.
Los más cínicos de los servidores de la maquinaria opresora denominan ganga constitucional a todo lo que en las respectivas leyes máximas hace referencia a derechos individuales o colectivos. Estos, según los felices criados del poder, son meras referencias conceptuales que han de ser concedidas a fin de mantener una paz social indefinida, pues se está demostrando que los reiterados incumplimientos constitucionales no conducen a la colectividad a rebelarse contra quienes los estafan y oprimen.
Al igual que en la película, en nuestras sociedades casi todo es apariencia, el aspecto, el consumo, los objetivos vitales, las ensoñaciones del futuro, todo está sometido a los baremos que el capital, el poder y los distintos poderes delegados han impuesto, revistiendo de bienestar social lo que solamente es alienación y cautividad mental.
Hasta el descredito de la política y de los políticos, del sistema democrático y de todas sus instituciones parece haber sido programado para que el alejamiento ciudadano de la política sea inversamente proporcional al grado de dependencia de cada uno de sus drogados rehenes. La posesión de bienes, o la apariencia de poseerlos, y el dinero y el ansia que por él siente la mayoría de los ciudadanos, han permitido que los controladores de la producción de esos bienes y del valor del dinero hayan alcanzado cotas de dominación que en el pasado solo lograban con muerte y desolación.
Han conseguido, de no haber reacción social, que la libertad individual y colectiva valga y se aprecie menos que un automóvil, que la característica social del hombre, la base de la solidaridad, se haya erosionado hasta el punto de competir cruentamente por cosas tan innecesarias como superfluas.
En el film, Cipher cerrando las condiciones de su traición al líder rebelde Morfeo, le dice al vigilante Smith, “se que este filete no es real, pero su sabor es exquisito” y tras una pausa afirma, “la ignorancia es la felicidad”.
En esa ignorancia consentida, en esa ignorancia egoísta vivimos todos los días, saboreando alimentos que no son reales y consintiendo que hayan hecho de nosotros la fuente de energía del poder con el que nos oprimen.
Si el sistema no es democrático, si quienes nos representan no nos defienden, si los derechos se incumplen y vulneran, y la ley no es igual para todos, si nos mienten, si abusan de nosotros, si sus intereses no son los nuestros y si nuestros descendientes no tienen más futuro que la supervivencia en la sedación intelectual colectiva y el esclavismo económico, político y social, queda de manifiesto que simpáticas reuniones y eslóganes más o menos ingeniosos no sirven para reconducir a la humanidad a la recuperación de la dignidad vendida.

lunes, 16 de enero de 2012

EL SINDROME DE ESTOCOLMO EN EL PSOE

Es conocido como sindróme de Estocolmo la reacción psíquica en la cual la víctima de un secuestro, o persona retenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de complicidad con quien la ha secuestrado. En ocasiones, dichas personas secuestradas pueden acabar ayudando a sus captores a alcanzar sus fines o a evadir a la policía.
Debe su nombre a un hecho curioso sucedido en la ciudad de Estocolmo en 1973, donde se produjo un atraco en el Kreditbanken. Los delincuentes mantuvieron como rehenes a tres mujeres y un hombre durante 6 días, pero una de las prisioneras se resistió al rescate y a testificar en contra de los captores.
Allí la fuerza de las armas impuso una situación de dependencia total y sin alternativa alguna para los secuestrados, a quienes el obligado y prolongado contacto con sus captores y la posible habilidad para comunicar de los atracadores les condujo a ver con simpatía su delictiva acción.
Aquí y hoy el secuestro de la militancia del Psoe tiene características similares a cualquier otro secuestro y tambien la reacción psíquica de los secuestrados, tendente a sobrevivir sin daño a la situación impuesta por la fuerza.
En el Psoe, al no existir ni la igualdad en el ejercicio de los derechos, ni la democracia interna practicada en la forma en que cualquier ciudadano puede ejercerla en cada convocatoria electoral, el conjunto mayoritario de la militancia ha de limitarse a participar escogiendo entre las dos opciones que las cúpulas dirigentes establecen a fin de que nada cambie y que nadie, tan siquiera, les cuestione.
Así, esa militancia, distante de sus eternos dirigentes, está impedida de la posibilidad de elaborar alternativa política alguna ya que las normas, absolutamente anormales, que rigen el Psoe, consagran la desigualdad entre militantes de a pie y los militantes instalados en los diversos escalones del poder partidario, haciendo imposible en la práctica que cualquier militante pueda conseguir el 10 % de firmas de los componentes del Comité Federal, cuando este órgano se reúne no más de una vez al mes y sus miembros proceden de toda España, con lo cual la recolección de apoyos es, no solo dificultada por la norma, sino onerosa para quien en condiciones de inferioridad pretenda nuclear alguna alternativa real.
Este es el muro que limita y condiciona la libre voluntad de la militancia del Psoe, un muro en el que, cierto que de forma aparentemente libre, se mantienen miles de militantes. Pero…. ¿por qué se mantienen en el interior de una organización que les impide que colectivamente emanen de su seno las iniciativas y los controles políticos que representen la autentica voluntad de la mayoría?. La respuesta es evidente y tiene relación con los impulsos que llevaron a cada uno de los militantes a afiliarse al Psoe.
Unos, los que entendieron que el Psoe era la herramienta idónea para trabajar por la igualdad, la justicia y la libertad se mantienen en su militancia por un cumulo de razones, por el baldío y estéril panorama de la izquierda española externa al Psoe, por la cada día mas débil esperanza de regeneración ideológica, por el rampante encabritamiento que la derecha de siempre está efectuando y por ese anómalo sentido de la disciplina y de la fidelidad que, principalmente en los más antiguos militantes, les hace permanecer en el Psoe aun tragando carros y carretas.
Otros, los que llegaron al Psoe atraídos por las oportunidades de alcanzar los privilegios que el sistema político español facilita a los más desalmados, esos que tan solo sonríen hacia arriba y a quienes su radar político nunca les falla a la hora de ventear y escoger sombra en la que cobijarse, esos son los que cooperan y ayudan a la nomenclatura, autodenominada como progresista, a mantener en buen estado los muros que al resto aprisionan.
Unos y otros se ven en la disyuntiva de o bien elegir entre las “guatemalas” y las “guatepeor” que los poderosos les ofertan en ceremonias de confusión planificadas u optar por no participar en un proceso que al denominarle democrático ponen de manifiesto la rala condición que de la democracia tienen sus próceres.
En este sentido ya se empiezan a conocer los datos sobre los resultados de las votaciones en las diversas agrupaciones locales del Psoe, resultados que evidencian la distancia que hay entre las bases, 60% de abstención, y las alturas, que tan solo cuentan con el respaldo de los oportunistas y de los que como Patricia Hearts son abducidos por los “secuestradores”.
Nada más antinatural que la situación de los abducidos, ya que ni armas, ni retenciones, ni amenazas les son necesarias para mantener a los suyos en condiciones de dependencia tales que ni el más desequilibrado secuestrador aplicaría a los que se supone que han de ser “compinches” en la consecución de sus comunes objetivos. Claro que eso de que unos y otros, nomenclatura y militantes, tienen objetivos comunes, es la gran milonga de la política española. Pero esto es otro tema aunque sea, desgraciadamente, harina del mismo costal.

martes, 10 de enero de 2012

O SOCIALISTAS, O PROGRESISTAS

Hace ya mucho tiempo, en 1991, cuando los comunistas de Santiago Carrillo se integraron en el Psoe, este aceptó varias condiciones que a mi entender fueron tan grácilmente regaladas como corrosivas para con el socialismo se han demostrado a la postre.
Tres de ellas fueron las que provocaron el reforzamiento de capillas y banderías ya existentes así como el surgimiento de otras nuevas y el comienzo de la intencionada confusión ideologica.
Se aceptó que los “carrillistas” mantuvieran su estructura organizativa y la facultad de reunirse en los locales que venían utilizando hasta antes de su integración, hecho que supuso una ofensa comparativa para el resto de los militantes que estábamos obligados a estar inmersos en el maremágnum ideológico que siempre ha sido el Psoe, ya que tan solo se aceptaba por motivos tácticos que la mal llamada Izquierda Socialista fuese el limite izquierdo del partido.
Se aceptó orgánicamente la presencia de estos ex-comunistas en las listas electorales en tal proporción que soy de los que mantiene que entonces solo debieron quedar fuera de las instituciones los mas acérrimos izquierdistas de entre ellos, ya que todos los que “pillaron cacho”, todos sin excepción alguna batieron records de velocidad al transitar de la izquierda real, según se autodenominaban, al extremo más derechista y liberal del Psoe. Baste citar a López Garrido, Isabel Vilallonga, Alfredo Marchan, Andrés Gómez y Carlos Carnero como escogida muestra de comunistas que transitaron rauda y felizmente desde la planificación económica al liberalismo y las privatizaciones zapateriles.
Por último citaré como una de las muchas concesiones que el agonizante felipismo concedió a estos nuevos “socialdemócratas” consistente en regalarles la oficialidad de reconocerles como gente que aportó a las listas electorales socialistas, -al menos en Madrid-, el añadido de “progresistas”, por lo que durante ese periodo y mas tarde ya sin tal añadido, se asoció al socialismo con el progresismo, cuando cualquiera, con dos dedos de lecturas sobre pensamiento político, sabe de la importante distancia conceptual que separa ambos términos.
Hoy, esa primera influencia y el devenir que desde las terceras a las enésimas vías han inoculado a la socialdemocracia europea y a la española en particular, han conseguido que la confusión conceptual sea el caldo de cultivo en el que se atontan a todos los que valoran mas el poder que la orientación política que desde él se ejerce.
No es de recibo que a estas alturas se siga conceptuando al progresismo como una actitud vital generadora de planteamientos políticos, sociales y económicos encaminados a la liberación del hombre. Hoy, el progresismo no puede, ni debe sustituir al socialismo democrático, ya que se ha demostrado hasta la saciedad que no es sostenible ni compatible el afán de progreso económico en las áreas más desarrolladas del planeta con la depauperación y el expolio de aquellas otras áreas que aún se mantienen en lucha por su supervivencia.
En la disyuntiva de mas progreso, entendido como demostrada formula de devastación y desigualdad, o menos progreso con mas igualdad, el socialismo ha de optar poe esta última y con ello recuperar la visión universal, que no internacional, y la visión humanista que antaño adornaba su identidad.
Ni es posible, ni es de recibo que el socialismo democrático sea una multiplicidad de concepciones autistas, centradas y por lo tanto auto-limitadas a dar respuesta a la situación y problemática concreta de un determinado país. El socialismo ha de plantear soluciones globales a problemas que son globales. Eso es lo que ha hecho el capital contando con la complaciente y corrupta complicidad de los social-liberales europeos. El poder economico y financiero ha dado respuesta global a sus ansias de dominación, han conseguido que, no ya en áreas económicas y socialmente atrasadas, sino en grandes zonas del primer mundo se acepte sin oposición ideologica operativa la regresión a la que nos están conduciendo.
Es por ello que a la concentración de poder económico que el capital persigue, aplastando estados y sistemas democráticos, hay que responder desde la izquierda con la extensión de la igualdad a nivel mundial, hay que rechazar la opulencia y el progreso por ser causantes de injusticias, por ser responsables del, por el momento, imparable ocaso del planeta.
Emulando a Felipe González, pero en sentido contrario, en este tiempo hay que ser socialista antes que progresista. Bien que en el Psoe, “malgré nous”, aun van por eso de ser rubalcabista o chaconiano.

martes, 3 de enero de 2012

LA CORRUPCION SINDICAL



Nada ni nadie parece estar lejano a los ámbitos de corrupción institucionalizada que, tanto en lo público como en lo privado, se ha adueñado del sentir y del actuar de todos los que de alguna forma intervienen en la economía española.
De la llamada casa real al último y más insignificante contratista que del dinero público y de los políticos corrompidos se alimenta, todos han inundado con su hedor las conciencias de la inmensa mayoría de los ciudadanos. De aquellos ciudadanos que, aun conocedores de la putrefacción del sistema, siguen respaldando con su voto a aquellos que comparten la misma dotación cromosomática en política, en economía y en intereses de grupo. Pero no son los únicos a los que el sistema ha decidido legitimar para que nada dentro de él pueda cambiar.
Este sistema de organización y funcionamiento político, social y económico, el que poco a poco ha acabado abdicando de defender los intereses de los más, poniéndose al exclusivo servicio de los menos pero que, casualmente, son los que más tienen, considera legitimada a la clase política española cuando 12,4 millones de ciudadanos con derecho al voto la han rechazado por activa,-votos nulos y en blanco-, y por pasiva, -abstenciones-. Dicho de otra forma, más de un tercio de los 35,8 millones de ciudadanos con derecho al voto han dicho no al sistema político y de representación español.

Aun así, y como todo es susceptible de empeorar, hay corruptos institucionalizados que sin siquiera tener parecido respaldo ciudadano, puesto que no pasan por el filtro de elecciones algunas, están considerados por el sistema como representantes legítimos de los trabajadores españoles. Los sindicatos.
Si a esa sustancial diferencia que respecto a su legitimidad de origen mantienen con la clase política española, se suma al debe de los sindicatos la entronización e inamovilidad de sus cúpulas dirigentes, tendremos el coctel perfecto para que haya tomado carta de naturaleza lo que fue el ya lejano comienzo de su corrupción, el egocentrismo sindical, la permuta de su antiguo objetivo fundamental, la defensa de los intereses de los trabajadores, por la defensa de los intereses de los que a sí mismos se tienen por representantes de los trabajadores y la consiguiente connivencia con los que debieran ser sus adversarios.
Desde el mismo momento en que se consagró como oficial su supervivencia basada en los presupuestos generales de todas y cada una de las administraciones públicas y se orilló la importancia conceptual que en la económica de los sindicatos debía basarse en los ingresos por cuotas de los afiliados, desde ese instante de abrió la brecha que ha distanciado a la inmensa mayoría de los trabajadores españoles de unos sindicatos burocratizados, esclerotizados en su acción sindical, extorsionadores de voluntades, repartidores arbitrarios de prebendas y favores o venganzas y represalias, unos sindicatos que han llegado al paroxismo de la corrupción cuando diciendo defender los intereses de los trabajadores han venido sosteniendo con su continuado respaldo unas políticas económicas y laborales que han producido la mayor lacra social de la historia de España, mas de cinco millones de parados.
Hay quien argumenta que todos los gobiernos han tenido su huelga general, lo cual es tan cierto como que esas huelgas nunca llegaron a ser realmente generales, ya que las cúpulas sindicales no querían hacer daño a sus compadres de intereses, solo mostrar una supuesta fortaleza que les sirviera para seguir estrujando el maná público; fueron por lo tanto cortinas de humo que, pagadas con los salarios de los trabajadores, trataban de ocultar la coincidencia en la corrupción con las otras dos castas de corruptos españoles, los políticos y el mal llamado empresariado español.
Hoy, cuando ya ninguna duda cabría albergar respecto al pestilente proceder de los sindicatos, estos, con el añadido de un amenazante recorte en sus subvenciones estatales, se aprestan a perpetrar la enésima traición a los trabajadores firmando una nueva reforma laboral que con la misma genética que las anteriores, menos derechos, menos seguridad y menos salarios, producirá los mismos efectos que las precedentes, mas paro, mas indignación, mas injusticia y más rabia.
Se sienten tan ufanos en sus pesebres sindicales que unos y otros se olvidan del refranero, ese que, entre otros, mantiene que no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista.