
Otras son las ocasiones en las que las circunstancias que rodean la reacción dotan de tiempo suficiente a quien tiene que tomar una decisión para que este y, si los tiene, sus consejeros, analicen las ventajas y los inconvenientes de las posibles opciones a adoptar. Es en estas ocasiones en las que las equivocaciones no se saldan con una disculpa hacia los ofendidos, ya que la razón y la conveniente y necesaria ponderación se supone que han debido influir en el análisis, tanto como para no ofender a nadie.
El caso de nuestro actual monarca se ajusta por lo tanto a este segundo supuesto pues nadie en su sano juicio puede aceptar que la decisión de irse a cazar, sean elefantes, zorras o gamusinos, invitado por cualquier corruptor o a costa de los dineros que los españoles le pagamos, es una decisión que en las actuales circunstancias, y yo diría que en cualesquiera otras, se toma a tontas y a locas o sin el consejo de los que cobran por velar por la imagen del jefe de un estado, aunque este sea España.
Dicho de otra forma, la decisión de irse de caza fue tomada a sabiendas de que si se descubría provocaría el escándalo en el que no solo ha metido a su llamada casa real, sino que ha arrastrado la imagen de España por el lodazal del ridículo mundial.
Y si la decisión fue analizada, ponderada y asumida personal y colectivamente por su entorno, no cabe aceptar la infantil disculpa que de forma, también, premeditada nos ha ofrecido, ya que de haber sido cometida semejante tropelía por cualquiera de los políticos corruptos que aquí se enseñorean, el clamor ciudadano exigiendo su automática dimisión lo hubiese oído hasta el paquidermo fusilado.
En los últimos meses venimos comprobando que el art. 14 de la Constitución es objeto del mismo incumplimiento que todos aquellos otros sobre derechos y libertades de los españoles, pero es especialmente sangrante y ofensivo para cualquier demócrata que aquel que hace cuatro meses mantenía en su mensaje navideño que la ley era igual para todos, calle hoy ante la desigualdad de trato con que obsequian a sus reales yernos los tribunales del sistema.
Y si palpable es la desigualdad ante la ley que domina en España, es más que comprobable la desigualdad de la forma y calidad de vida con la que nos obsequia la corona a todos los que hoy nos vemos obligados a vivir peor, para que ellos, los privilegiados, vivan cada vez injustamente mejor.
Por todo lo expuesto, ¿cabe concluir que tambien nos miente el monarca cuando se disculpa?.......Vds. mismos.