sábado, 20 de agosto de 2011

A UN REY QUE NO ME REPRESENTA


No hay muchas cosas de las que esté seguro, pero una de ella es que a su majestad le importa una higa si me representa o no cuando le da la bienvenida a un jefe de estado dictatorial, discriminador con la mujer, confesional y confesionalmente excluyente, un estado que se caracteriza por violar sistemáticamente la no injerencia en los asuntos internos de otros estados, un estado cuyo único fin es condicionar mentes para así estrechar los campos de libertad individual y colectiva, un estado que promueve la miseria como fétido abono donde crecen con facilidad sus fanáticos seguidores y un estado regido por una gerontocracia cuyo único objetivo es la acumulación de riquezas y de poder.
Vd. majestad, puede permitirse el lujo de no representarme a mí, pero yo que Vd. comenzaría a preocuparme por la cantidad creciente de gente que no solo no es representada por su majestad, sino porque esa misma gente, sencillamente no quiere que ser representada ante nada y ante nadie por una monarquía que se está caracterizando en los últimos lustros por su silencio ante la injusticia, por su ostentación de riqueza cuando el resto del pueblo se empobrece, por utilizar su supuesta altura institucional para, presuntamente, hacer negocios, negocios que de ser realizados por otros, al menos, serían puestos en cuestión ante la ley, en fin majestad, por toda una serie de acciones y omisiones que están provocando que el respeto que antaño se ganó sea hoy sustituido por toneladas de aversión de una ciudadanía harta de este sistema de explotación, mentiras, expolio e ilegalidades constitucionales consentidas.
Ninguno de los que repudiamos la confesionalidad del estado y de sus instituciones, y Vd. y su familia siguen siendo una de ellas, nos sentimos representados cuando se inclina ante un protector de pederastas.
Ninguno de los que tenemos como fundamental el art. 16.3 de la constitución, que dice, inútilmente, que ninguna confesión tendrá carácter estatal, nos sentimos representados cuando besa el anillo que simboliza el poder de la más sangrienta secta religiosa.
Ninguno de los ciudadanos anteriores y otros muchos más que no comparten sus creencias religiosas, y que por ley somos españoles, nos sentimos representados cuando su majestad da la bienvenida al papa nazi, o ex-nazi, en nombre del pueblo español. ¿O acaso cree su majestad que está representando ante el jefe del estado vaticano, de tourneé recaudatoria por España, a los cientos de jóvenes apaleados estos días, por el simple hecho de ejercer su derecho a manifestarse de forma legal y autorizada, a fin de exigir que los dineros publicos no se destinen a dar cobertura a esta y solo a esa confesión religiosa?
Y al no representarnos a cientos de miles, si no millones, de descreídos ciudadanos se evidencia al menos uno de los dos siguientes hechos, entre sí contrapuestos y a la vez irrebatibles, uno, o bien miente su majestad al hablar en nombre del pueblo español, se supone que de todo el pueblo español, o, dos, cuando así se pronuncia, su majestad está conculcando el art. 11.2 de la constitución al no considerarnos parte del pueblo español, y con ello pareciera que desea privarnos de la nacionalidad española a la que tenemos tanto o más derecho que su majestad, ya que entre otras cosas, al menos este que aquí le escribe, sí nació en España.

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