
Tanto si queríamos como si no, allá por los
cincuenta y principios de los sesenta, la dictadura nacional-católica, esa hacia la que ahora retornamos, establecía
como obligatorio confesarse y comulgar por Pascua Florida, (nunca he sabido que
leches era eso), o al menos una vez al año y siempre que se estuviese en peligro
de muerte. Pues bien, postrado en el confesionario ante un enigmático cura que
en la oscuridad del mismo te interrogaba sobre tus pecados, el momento más
duro de la confesión era siempre el tocante, (perdón por la expresión) a los
tocamientos.
Nada recriminaba el cura sobre la acción en sí
misma, pero el número de veces que tal agitación confesa se había producido, era
lo que exacerbaba su repulsa. No el pecado “per se”, sino el número de veces
cometido. Demostraba con su encono ser un mal perdedor al saberse superado en la hasta ese momento clandestina competición de
tocamientos, igual que demostraba no ser muy inteligente al pretender "competir" con la entonces exuberante potencia sexual de un joven de doce a quince años.
Hoy, cuando se afirma multitudinariamente que
Psoe y PP comparten la misma deposición fecal, (mierda, en mi pueblo), muchos
son los que se afanan en mantener que no, que no es lo mismo, que entre otras
cosas son muchos más los chorizos y mas los choriceos del PP, que los del Psoe.
Veamos solo los dos últimos casos de
pestilencia zapateril. Caso Ponferrada. Caso que se parece como una gota de
agua a otra al caso Benidorm. Localidad donde tras apaños entre gente de la
Pajin y cabreados del PP, se concluye con la salida del Psoe todos los
concejales pactistas con traidores del PP, -no se olvide que el condenado por
el caso Nevenka era alcalde por el PP-, pero manteniendo el acta que les
permitirá llenarse los bolsillos.
En Ponferrada ya han llegado a la fase de
abandonar las siglas pero no la inversión de futuro que es mantener el acta de
concejal, en la seguridad de ser recepcionados de nuevo por los promotores de
la maniobra, en este caso el secretario de organización federal del Psoe, Oscar
López, que al igual que la Pajin en Benidorm volvió a acoger en el seno de las
siglas centenarias a traidores y expulsados.
El otro caso es el del ínclito Pepiño. Ese
analfabeto que llegó a ministro y que se enriqueció de forma irregular, como se
está comenzando a demostrar. Este impresentable, aun diputado nacional por
Lugo, entiende como legal y respetable el pillar casi 150.000 euros del erario público
para gastarlos vía Psoe en su vivienda y así dotarla de las medidas de
seguridad que su alta alcurnia requiere.
Ni en un caso ni en el otro se ha planteado
ninguno de sus protagonistas la naturaleza de sus acciones antes de
acometerlas. Ni Oscar López, ni Pepiño, ni alguien de la ejecutiva local de
Ponferrada, de la regional de Castilla-León, ni de la federal ha reparado que
el simple hecho de contemplar la posibilidad de pactar con un acosador, antaño
descalificado por ellos mismos, es una indecencia política que ni aplicando
barnices genoveses torna a ser acción política edificante.
En el caso del Pepiño "campeón" ni tan
siquiera la anterior descalificación es posible. Cuando un secretario de
organización del Psoe, otro más, usa su poder para amedrentar a quienes no
comparten con el su visión delincuente de la política y para represaliar a
quienes osan denunciar sus métodos, y sé de lo que hablo, estamos ante otro de
los especímenes mas despreciables que el zapaterismo ha aportado a la degeneración
de la democracia española.
Este personaje, estando de ministro, dona al Psoe casi 150.000 euros de los fondos públicos del ministerio de Fomento, en plena crisis económica para que su partido, siendo
aun vicesecretario general, se los gaste en medidas de seguridad en su vivienda. Y mientras el convertía su hogar en la línea Maginot, en el Congreso votaba reiteradamente en
contra de la dacion de la vivienda en pago de la hipoteca que ya entonces
muchos trabajadores no podían seguir pagando.
No es cuestión de cuantificar, como el cura
pajillero, cuantas veces se ha pecado o cuantos euros se han robado, eso es
secundario, lo trascendente es que haya desaparecido de la conciencia de los políticos,
y especialmente de estos políticos que dicen ser de izquierda, la capacidad
para diferenciar el bien del mal y consecuentemente no sentir la obligación de
trabajar por el bien colectivo, que sí por el suyo particular.
Puede que no sean iguales, pero todo apunta a
que hay un autentico esfuerzo por parte de los herederos del zapaterismo en asemejarse
a lo peor del PP.
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