“¡Albricias¡, ¡Felicidades!, ¡Enhorabuena!, ¡Congratulations! La Convención de la Ciudad de Madrid ha finalizado con un éxito rotundo. Los progresistas se han dado un manifiesto en el que basan su esperanza y basarán su esfuerzo para ganar las próximas elecciones”.
Más o menos esta pudiera ser la entradilla de un telediario de la “telegómez” madrileña, si tal hubiese el Tomás.
Ni que decir tiene que la realidad dista mucho de tal contento y tal logro. Cualquiera que tenga memoria o conserve viejos documentos de semejantes convenciones o congresos regionales podrá establecer la similitud entre el manifiesto que esta convención ha alumbrado y los sucesivos que desde tiempo casi inmemorial ha venido dando el ahora llamado PSM.
Desde la total descalificación del adversario político, la cual implica la descalificación del electorado que, bobo de él, (remember a Pedro Castro), vota lo que no debe, a la riada de propuestas tan fundamentadas en las nubes de los buenos deseos como distantes del conocimiento de la realidad, estos progresistas han hecho un ejercicio mas de aburrir a las ovejas más o menos interesadas en comprobar si esta vez eran capaces de decir algo nuevo o algo distinto de lo que venían diciendo en Madrid de forma tan reiterada cuan reiteradas han sido sus derrotas electorales.
Más o menos esta pudiera ser la entradilla de un telediario de la “telegómez” madrileña, si tal hubiese el Tomás.
Ni que decir tiene que la realidad dista mucho de tal contento y tal logro. Cualquiera que tenga memoria o conserve viejos documentos de semejantes convenciones o congresos regionales podrá establecer la similitud entre el manifiesto que esta convención ha alumbrado y los sucesivos que desde tiempo casi inmemorial ha venido dando el ahora llamado PSM.
Desde la total descalificación del adversario político, la cual implica la descalificación del electorado que, bobo de él, (remember a Pedro Castro), vota lo que no debe, a la riada de propuestas tan fundamentadas en las nubes de los buenos deseos como distantes del conocimiento de la realidad, estos progresistas han hecho un ejercicio mas de aburrir a las ovejas más o menos interesadas en comprobar si esta vez eran capaces de decir algo nuevo o algo distinto de lo que venían diciendo en Madrid de forma tan reiterada cuan reiteradas han sido sus derrotas electorales.
Y no. Nada nuevo hay en lo que dicen. Desde el inicial y fundamental error de decir que los madrileños han de elegir entre dos modelos de gestión, lo cual lleva implícito un mismo modelo de concepción política, social, económica y administrativa, hasta la ya citada cascada de políticas sectoriales esbozadas desde la necesidad de diferenciarse del de enfrente y no desde las necesidades de los de al lado, de los ciudadanos.
En su reiteración muestran su agotamiento. Un agotamiento que es conceptual, o lo que es peor, un agotamiento voluntariamente conceptual. En ninguno de sus aspectos se contempla mecanismo alguno que inicie el camino para llegar, más tarde que temprano, al establecimiento de un nuevo marco de relaciones sociales. En ningún apartado se contempla la intervención de los poderes públicos como algo más que un residual agente de caridad para con los desfavorecidos. Por ningún sitio se vislumbra mensaje alguno que pudiera coincidir con las más extendidas y graves preocupaciones que a los ciudadanos oprimen.
Me ha llamado poderosamente la atención la primera parte del último párrafo de su manifiesto, -el estrambote de la convención-, dice así: “Vamos a recuperar Madrid. Vamos a recuperar los valores de progreso que caracterizan al socialismo: el esfuerzo, la austeridad, el trabajo y el mérito, la solidaridad, la libertad, la igualdad y la justicia social”.
No siendo más que la expresión de un buen deseo, otro más de los que empiedran su infierno, estos chicos demuestran en esas tres líneas la confusión que los invade, ya que primero habrían de recuperar los valores de progreso que caracterizan al socialismo, -lo cual significa, como vengo manteniendo, que los han perdido y/o abandonado-, y después, una vez recuperados y practicados por aquellos otros a los que su genética y Ferraz se lo permitiese, entonces y solo entonces estarían en condiciones de decirse a sí mismos “¡vamos a recuperar Madrid!”.
Me ha llamado poderosamente la atención la primera parte del último párrafo de su manifiesto, -el estrambote de la convención-, dice así: “Vamos a recuperar Madrid. Vamos a recuperar los valores de progreso que caracterizan al socialismo: el esfuerzo, la austeridad, el trabajo y el mérito, la solidaridad, la libertad, la igualdad y la justicia social”.
No siendo más que la expresión de un buen deseo, otro más de los que empiedran su infierno, estos chicos demuestran en esas tres líneas la confusión que los invade, ya que primero habrían de recuperar los valores de progreso que caracterizan al socialismo, -lo cual significa, como vengo manteniendo, que los han perdido y/o abandonado-, y después, una vez recuperados y practicados por aquellos otros a los que su genética y Ferraz se lo permitiese, entonces y solo entonces estarían en condiciones de decirse a sí mismos “¡vamos a recuperar Madrid!”.
Es lo del valentón aquel del soneto con estrambote de Cervantes al túmulo del Rey Felipe II, aquello de……” Esto oyó un valentón y dijo: "Es cierto cuanto dice voacé, seor soldado, Y el que dijere lo contrario, miente." Y luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada”.
Pues eso, que difícilmente puede el actual secretario general del PSM luchar por la recuperación de los valores que ha abandonado cuando él fue digitalizado al cargo sin esfuerzo y trabajo alguno por su parte, cuando de forma “ejemplarizante” celebra convenciones en hoteles de superlujo y cuando estima que su sitio no puede estar en San Blas, barrio obrero, -y a mucha honra-, sino en la Gran Vía, claros ejemplos de austeridad; de la misma forma, al mérito, Tomás contrapone el amiguismo, a la solidaridad la lejanía, a la igualdad el sectarismo, y a la libertad de los militantes, Tomás Gómez opone el poder que le regalaron.
Fracasarán, se irán y no habrá nada más que lamentos y tiempo perdido. Lo de siempre con Zp.
Fracasarán, se irán y no habrá nada más que lamentos y tiempo perdido. Lo de siempre con Zp.
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