Los que allá por el año 2000 aplaudieron y ayudaron, primero a la caída de Borrell y después al entronamiento de Zp, Pepiño y sus Renovadores de la Base, (léase Balvás y Tamayo), esos mismos, hoy, con tanto cinismo como oportunismo, auguran un proceloso futuro a sus hasta hace poco patrocinados, a causa del vacío ideológico en el que, para los de Miguel Yuste, ha caído la izquierda europea, como si en algún momento a Zp y sus chicos se les hubiese podido incluir en tal identidad, si para definir a la izquierda atendemos a la genética clásica de la izquierda democrática europea.
Por entonces el zapaterismo naciente se identificaba como un grupo de gente más o menos joven que alimentados en el felipismo, tanto en pesebres gubernativos como en alcobas y despachos ferracianos, iniciaban el distanciamiento de todo lo que identificaba hasta entonces a la historia del Psoe y abrazaban el nuevo liberalismo británico.
Y como el papanatismo de la izquierda española buscaba y busca más lo nuevo, lo moderno, lo juvenil, lo chic y lo pijo, que aprecia lo que con solera se haya ganado el respeto de la historia, hasta los que en el partido a Zp, no le conocían, (y me incluyo), abrieron la puerta a la posibilidad de que esos jovenzuelos tuviesen algún cromosoma izquierdista. Y como las palabras se las lleva el viento, durante casi cuatro años estuvieron predicando socialismo con lo que pudieron dar el pego a los que les soportábamos, con aplausos, los más, o si ellos, los menos.
Así hasta el 2004, cuando la prédica se tuvo que convertir en trigo y alcanzado el gobierno se comenzó a ver que entre sus dichos y sus hechos no solo había un gran trecho, es que estos iban encaminados en muy distinta dirección de lo que hasta el momento habían verbalizado.
Desde el primer momento de sus balbuceantes pasos por el gobierno de la nación demostraron los zapateristas que no estaban dispuestos a perder el tiempo, y clonando lo que habían hecho en el partido, Zp repartió carteras ministeriales atendiendo, no a capacidad y merito, menos aun a programas o compromisos electorales, las repartió por cuotas de género y representación territorial, lo cual fue una primera prueba de la visión que tenía y tiene de esta nación.
Para él un gobierno es la suma de intereses partidarios y de los diferentes resortes de poder que los presupuestos públicos dan, nunca una herramienta diseñada para procurar e incrementar el bienestar a la mayoría de sus conciudadanos.
No merece el esfuerzo el relatar las políticas sectoriales que en la primera legislatura acometió, ya que su liviandad las hace flotar en la nada, si, en cambio merece, y mucho, ser recordada aquella cosa que el orate “progresista” decía de la plurinacionalidad española, malhadada “cosa” que nos ha conducido a la desigualdad en derechos más contundente en que los españoles nos hemos vistos atrapados a los largo de la extensa historia de este país.
No es necesaria una gran perspectiva basada en el transcurso de muchos años, la proporcionada por la que estos los pocos años nos dan, es más que suficiente para apreciar que el contraste de la socialdemocracia europea, la igualdad, fue y sigue siendo un remoto país al cual el zapaterismo nuca viajará.
Zp destruyó no solo el derecho a la igualdad en los niveles competenciales de las diversas y costosísimas comunidades autónomas, -eso es lo de menos-, es que las castas políticas de esas autonomías, -todas la autonomías y todas las castas-, han ayudado a que fragüe y se endurezca el supuesto derecho localista por el cual los “nacionales” de una autonomía cualquiera pueden contar con derechos que otros a pocos kilómetros de sus “fronteras” ni tienen, ni deben tener, ya que de ninguna manera aceptan que todos los nacionales de España pudiéramos ser iguales en derechos y deberes.
Hoy, cuando hasta se habla de blindar derechos diferenciadores entre españoles atendiendo a donde se resida y se vote, nadie puede dudar ya de la ruptura de los zapateristas con otra de las señas de identidad del socialismo democrático español, la aspiración a ser el partido que vertebrase a España en la igualdad bajo una formula de autonomía federalista. Hoy a lo que nos ha conducido Zp y su vacio ideológico ha sido a una inicial balcanización, -por el momento pacifica-, de un antiguo estado unitario en derechos y diverso en sus formas.
A día de hoy el balance del plurinacionalismo de Zp no puede ser más rechazable si se analiza desde el más ligero concepto de la igualdad. Ese plurinacionalismo zapaterista solo responde a los intereses de las 17 clases políticas y económicas de las autonomías y a los intereses políticos-comerciales de quien en el parlamento está en minoría mayoritaria y hace de su permanencia en el gobierno su objetivo primordial, ese que anula el derecho de los ciudadanos españoles a ser gobernados por alguien que conciba el gobierno como una dedicación y una entrega a los demás, no como un mecanismo para la obtención de privilegios y riquezas.
Este plurinacionalismo es la mayor, más antigua, más costosa y más irreversible crisis a la que Zp nos ha conducido, la que por su simple existencia agrava las restantes, la económica, la social y la política que en días sucesivos analizaré. Es una crisis nacional que llevamos pagando desde hace mucho tiempo y no solo en dinero, sino en una moneda de mucho más valor que el euro, la estamos pagando en dignidad e identidad nacional. Y lo peor, a este respecto, pudiera estar por llegar.
Por entonces el zapaterismo naciente se identificaba como un grupo de gente más o menos joven que alimentados en el felipismo, tanto en pesebres gubernativos como en alcobas y despachos ferracianos, iniciaban el distanciamiento de todo lo que identificaba hasta entonces a la historia del Psoe y abrazaban el nuevo liberalismo británico.
Y como el papanatismo de la izquierda española buscaba y busca más lo nuevo, lo moderno, lo juvenil, lo chic y lo pijo, que aprecia lo que con solera se haya ganado el respeto de la historia, hasta los que en el partido a Zp, no le conocían, (y me incluyo), abrieron la puerta a la posibilidad de que esos jovenzuelos tuviesen algún cromosoma izquierdista. Y como las palabras se las lleva el viento, durante casi cuatro años estuvieron predicando socialismo con lo que pudieron dar el pego a los que les soportábamos, con aplausos, los más, o si ellos, los menos.
Así hasta el 2004, cuando la prédica se tuvo que convertir en trigo y alcanzado el gobierno se comenzó a ver que entre sus dichos y sus hechos no solo había un gran trecho, es que estos iban encaminados en muy distinta dirección de lo que hasta el momento habían verbalizado.
Desde el primer momento de sus balbuceantes pasos por el gobierno de la nación demostraron los zapateristas que no estaban dispuestos a perder el tiempo, y clonando lo que habían hecho en el partido, Zp repartió carteras ministeriales atendiendo, no a capacidad y merito, menos aun a programas o compromisos electorales, las repartió por cuotas de género y representación territorial, lo cual fue una primera prueba de la visión que tenía y tiene de esta nación.
Para él un gobierno es la suma de intereses partidarios y de los diferentes resortes de poder que los presupuestos públicos dan, nunca una herramienta diseñada para procurar e incrementar el bienestar a la mayoría de sus conciudadanos.
No merece el esfuerzo el relatar las políticas sectoriales que en la primera legislatura acometió, ya que su liviandad las hace flotar en la nada, si, en cambio merece, y mucho, ser recordada aquella cosa que el orate “progresista” decía de la plurinacionalidad española, malhadada “cosa” que nos ha conducido a la desigualdad en derechos más contundente en que los españoles nos hemos vistos atrapados a los largo de la extensa historia de este país.
No es necesaria una gran perspectiva basada en el transcurso de muchos años, la proporcionada por la que estos los pocos años nos dan, es más que suficiente para apreciar que el contraste de la socialdemocracia europea, la igualdad, fue y sigue siendo un remoto país al cual el zapaterismo nuca viajará.
Zp destruyó no solo el derecho a la igualdad en los niveles competenciales de las diversas y costosísimas comunidades autónomas, -eso es lo de menos-, es que las castas políticas de esas autonomías, -todas la autonomías y todas las castas-, han ayudado a que fragüe y se endurezca el supuesto derecho localista por el cual los “nacionales” de una autonomía cualquiera pueden contar con derechos que otros a pocos kilómetros de sus “fronteras” ni tienen, ni deben tener, ya que de ninguna manera aceptan que todos los nacionales de España pudiéramos ser iguales en derechos y deberes.
Hoy, cuando hasta se habla de blindar derechos diferenciadores entre españoles atendiendo a donde se resida y se vote, nadie puede dudar ya de la ruptura de los zapateristas con otra de las señas de identidad del socialismo democrático español, la aspiración a ser el partido que vertebrase a España en la igualdad bajo una formula de autonomía federalista. Hoy a lo que nos ha conducido Zp y su vacio ideológico ha sido a una inicial balcanización, -por el momento pacifica-, de un antiguo estado unitario en derechos y diverso en sus formas.
A día de hoy el balance del plurinacionalismo de Zp no puede ser más rechazable si se analiza desde el más ligero concepto de la igualdad. Ese plurinacionalismo zapaterista solo responde a los intereses de las 17 clases políticas y económicas de las autonomías y a los intereses políticos-comerciales de quien en el parlamento está en minoría mayoritaria y hace de su permanencia en el gobierno su objetivo primordial, ese que anula el derecho de los ciudadanos españoles a ser gobernados por alguien que conciba el gobierno como una dedicación y una entrega a los demás, no como un mecanismo para la obtención de privilegios y riquezas.
Este plurinacionalismo es la mayor, más antigua, más costosa y más irreversible crisis a la que Zp nos ha conducido, la que por su simple existencia agrava las restantes, la económica, la social y la política que en días sucesivos analizaré. Es una crisis nacional que llevamos pagando desde hace mucho tiempo y no solo en dinero, sino en una moneda de mucho más valor que el euro, la estamos pagando en dignidad e identidad nacional. Y lo peor, a este respecto, pudiera estar por llegar.
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