viernes, 25 de mayo de 2012

POR ENCIMA DE LA LEY Y POR DEBAJO DE LA DECENCIA

En la tercera entrega de “El Padrino”, Raf Vallone encarna al cardenal Lambertto, quien en una cita con Mikel Corleone,-Al Paccino-, le muestra una pequeña piedrecita que estaba sumergida desde muchos años atrás en una fuente del claustro en el que se desarrolla la escena. Golpeándola contra la propia fuente parte la piedra y muestra a su interlocutor como el agua, a pesar del tiempo transcurrido, no ha calado el interior del guijarro.
No encuentro mejor parábola para ejemplificar lo que viene sucediendo en este país suyo desde hace más de treinta años. Y como para muestra basta un botón, sirva el caso del presidente del tribunal supremo y del consejo general del poder judicial como paradigma sobre la concepción del servicio público y del sentido de la democracia que posee don Carlos Divar cuando ayer dijo, “urbi et orbe”, que ni dimitía, ni daría explicaciones a la prensa sobre sus “ejemplares” actuaciones marbellíes.
Es cierto que cada vez es menos extraño oír y ver comportamientos semejantes en aquellos que debieran ser espejo para el resto de la ciudadanía en la observancia y cumplimiento de los valores éticos que el ciudadano de a pie habitualmente practica. Son tan frecuentes los casos de desprecio a esos valores éticos y democráticos que ese pútrido aceite de la corrupción mental y material esta impregnando lo mas intimo del ser y de las convicciones de muchos ciudadanos, quienes asqueados de lo que ven, tienden a unirse a las filas del individualismo y a las crecientes listas de los que practican el sálvese quien pueda.
Y es que en este caso la añadidura que el personaje nos aporta es especialmente llamativa. Alguien que alardea de profundas convicciones religiosas, convicciones entre las que el respeto al semejante ha de figurar en lugar preeminente, alguien que de su vida ha hecho un continuo alarde de servicio a la justicia, no puede, por más que lo haga, despreciar a la ciudadanía a la que se debe, le guste o no, ya que hemos de tener por seguro que don Carlos Divar, muy en contra de lo practicado y exigido por quien debiera ser su maestro, Jesucristo, entiende, a la vista de su actitud, que la ley es para los comunes de los mortales, y que como su añorado Caudillo, el solo responde ante Dios y la historia.
Todo lo cual no deja de ser otro ejemplo más de cómo la democracia no ha calado en el alma de una clase política, económica, judicial, empresarial, religiosa y militar, que ha acabado imponiendo un sistema de falsas libertades, de mentiras y de una opresión y dependencia que se incrementan a cada día, permitiendo visualizar con absoluta facilidad que en España, la democracia, ni está, ni se la espera.
Y como no es cuestión de dar puntada sin hilo, recuérdese que a este demócrata de toda la vida lo digitalizó el mayor de los incompetentes de estos últimos treinta años, el actual ¡consejero! del estado, don José Luis Rodríguez Zapatero. Con lo que todo queda explicado y entendido.

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