domingo, 21 de julio de 2013

SOLUCIONES DEL GATOPARDO

Los artífices de esta cloaca en que han convertido a España, desde el monarca y sus corinas hasta los taxistas que ante un semáforo en verde levantan el pie del acelerador deseando llegar en rojo, todos, políticos, banqueros y bancarios de preferentes, empresarios del dinero público compradores de voluntades, sindicalistas de ERES, progresistas de lo suyo, jueces y fiscales de la inquisición fascista, periodistas de nomina partidaria y/o bancaria, mamporreros de las fuerzas del desorden provocado y de unas fuerzas armadas gloriosas de retiradas vergonzosas y de represión y fascismo interior, todos, absolutamente todos los sostenedores de la corrupcracia española están de los nervios al no atisbar una solución que pudiera garantizarles la permanencia indefinida de este su sistema de corrupción, mentiras, abusos e injusticias.
Todos, cada uno por su cuenta y todos al unísono, están releyendo El Gatopardo por ver si allí encuentran formula que les permita aparentar que cambian algo a fin de que nada de su posición, privilegios e impunidades cambie en el futuro.
Los hay que, monárquicos de espalda permanentemente genuflexa, osan aconsejar la abdicación del monarca comisionista a fin de que el delfín, compendio real y verdadero de abusos, arbitrariedades y prepotencia, aposente su culo en el trono y con solo esta sentadilla nos puedan inundar sus telediarios y editoriales sobre el transcendente cambio, para bien, que tal relevo supone para parados, pensionistas, amas de casa, estudiantes, trabajadores, becarios y esclavos en general.
Los hay también que progresistas, de no saben qué, dicen necesitar explicaciones del presidente delincuente sobre la corrupción pepera, como si no estuviesen al cabo de la calle sobre las mil y una formas de financiar ilegalmente a un partido político, y en su radicalismo de opereta bufa piden la dimisión del delincuente de la Moncloa a fin de que los delincuentes de Génova  pongan a otro de su misma calaña en su lugar.
Otros, residentes en la izquierda más lanzada y radical, exigen dimisión y elecciones, pues entienden que el previsible y apabullante resultado que les supondría pasar de 11 a 50 o 60 diputados les permitiría cambiar el mundo mundial aliados con las otras raras izquierdas, esas otras izquierdas que indultan a banqueros delincuentes condenados y que con la derecha fascista y delincuente cambian la constitución a fin de poner los dineros publicos a disposición de los banqueros alemanes.
Por el mas allá de la corrupcracia autonómica los hay, siempre los ha habido desde que el malhadado título VIII de la constitución así lo determinó, que a mas imbecilidad y debilidad en los gobiernos nacionales más gangas y “aportaciones” para los gobiernos nacionalistas. De ahí las prisas por las consultas soberanas, esas que con solo ese nombre habrían de provocar sarpullidos a aquellos que en la izquierda, sospechosa izquierda, anteponen su nacionalismo pequeño-burgués a los supuestos sentimientos internacionalistas y solidarios que toda gente de izquierda debiera tener en el frontispicio de su pensamiento y de su acción política.
Mil y una componendas se andan elucubrando en este verano de vergüenza nacional y ninguna de ellas ni está orientada ni se orientarán a dar satisfacción a los problemas de los ciudadanos.
Tenemos cada vez más jóvenes que, expulsados de su país, se han visto obligados a dejar atrás amigos, familia, costumbres, cultura y proyectos vitales legítimos de desarrollar en su propio país, y si esto es triste y descorazonador, tanto o más lo es que los que aquí quedamos solo seamos números imaginarios o negativos para los políticos, para los oligarcas, para los felones de la nobleza del dinero, para la monarquía comisionista y para los que preparan sus armas por si nos rebelásemos contra la injusticia.

Andan buscando soluciones a sus miedos y a sus desvergüenzas y ninguna de ellas pasa por la verdad, por la decencia, por la justicia, de ahí que puede que nuestra solución les haga pasar, más temprano que tarde, por la cárcel, sino por las guillotinas.

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