martes, 1 de diciembre de 2009

“BERLUSCONIZANDONOS”

Es tan grande la catarata de hechos escandalosos que en la politica nacional e internacional se dan, aquellos que atentan a la dignidad de las personas y de las instituciones que las representan, que me temo que la ciudadanía de los países más desarrollados ha llegado a asumirlos desde la mas entregada resignación.
No creo que hayan desaparecido los valores éticos que a las sociedades avanzadas han identificado como lo que hasta no hace tanto eran, islas cada vez mas extensas donde la democracia y consecuente respeto a los derechos humanos imperaban. Esos valores persisten en la individualidad de cada uno de los demócratas cualquiera que sea su nacionalidad, pero hoy las identidades sociales colectivas basadas en esos valores universales están en retroceso ante el acoso que el poder del dinero impone a quienes hasta hace poco, y aun con tensiones, habían logrado que conviviesen, intereses y valores.
Hoy leemos como “Tory” Blair, quien se auto denomina modernizador que no laborista, dice que repetiría la masacre en Irak con tal de expulsar de nuevo a la horca a Sadam Hussein, en otras palabras, que prioriza los intereses de las petroleras sobre el derecho a la vida de los cientos de miles de inocentes ciudadanos irakies que tras sufrir a Sadam murieron y mueren en una guerra de y por el petróleo.
Vemos como en mi admirada Francia, uno de los pocos reductos para la esperanza del renacimiento de la izquierda europea, se prohíbe, sin la más mínima reacción social, la salida en fin de semana de los jóvenes que se “porten mal”, demostración de la tendencia a la reducción de los espacios de decisiones personales a que se somete de forma preferente a la juventud.
En lo que nos llega desde Italia constatamos el acomodo, socialmente mayoritario, de los italianos a ilegalidades casi mafiosas de Berlusconi, quien se ufana de legislar en su favor para eludir responsabilidades penales y económicas.
En esa Europa supranacional que antaño nos orientaba, la burocracia, al servicio de las grandes corporaciones bancarias y empresariales, nos impone las apetencias de los mas fuertes arrasando y despreciando al mas elemental sentido del respeto a la ciudadanía, consiguiendo, vía presiones y chantajes, que países que libre y democráticamente rechazaron un texto constitucional por su apabullante escoramiento hacia los intereses económicos de los poderosos y la jibarizacion de los derechos ciudadanos, vuelvan a repetir consultas populares hasta conseguir obtener el resultado deseado por quienes dirigen el sistema.
Ante todo este cúmulo de desafueros, ante la abulia y la aparente resignación ciudadana, ¿Quién aquí se iba a escandalizar porque los autodenominados progresistas zapaterianos legislen a favor de una empresa en concreto a fin de evitar el pago de sentencias judiciales que favorecen la intimidad y el sosiego de quienes viven en las proximidades de los aeropuertos?
Otro pequeño, pero significativo botón de muestra de la prelación que los progresistas zapaterianos dan a los intereses económicos corporativos sobre los derechos de los ciudadanos.

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