martes, 10 de enero de 2012

O SOCIALISTAS, O PROGRESISTAS

Hace ya mucho tiempo, en 1991, cuando los comunistas de Santiago Carrillo se integraron en el Psoe, este aceptó varias condiciones que a mi entender fueron tan grácilmente regaladas como corrosivas para con el socialismo se han demostrado a la postre.
Tres de ellas fueron las que provocaron el reforzamiento de capillas y banderías ya existentes así como el surgimiento de otras nuevas y el comienzo de la intencionada confusión ideologica.
Se aceptó que los “carrillistas” mantuvieran su estructura organizativa y la facultad de reunirse en los locales que venían utilizando hasta antes de su integración, hecho que supuso una ofensa comparativa para el resto de los militantes que estábamos obligados a estar inmersos en el maremágnum ideológico que siempre ha sido el Psoe, ya que tan solo se aceptaba por motivos tácticos que la mal llamada Izquierda Socialista fuese el limite izquierdo del partido.
Se aceptó orgánicamente la presencia de estos ex-comunistas en las listas electorales en tal proporción que soy de los que mantiene que entonces solo debieron quedar fuera de las instituciones los mas acérrimos izquierdistas de entre ellos, ya que todos los que “pillaron cacho”, todos sin excepción alguna batieron records de velocidad al transitar de la izquierda real, según se autodenominaban, al extremo más derechista y liberal del Psoe. Baste citar a López Garrido, Isabel Vilallonga, Alfredo Marchan, Andrés Gómez y Carlos Carnero como escogida muestra de comunistas que transitaron rauda y felizmente desde la planificación económica al liberalismo y las privatizaciones zapateriles.
Por último citaré como una de las muchas concesiones que el agonizante felipismo concedió a estos nuevos “socialdemócratas” consistente en regalarles la oficialidad de reconocerles como gente que aportó a las listas electorales socialistas, -al menos en Madrid-, el añadido de “progresistas”, por lo que durante ese periodo y mas tarde ya sin tal añadido, se asoció al socialismo con el progresismo, cuando cualquiera, con dos dedos de lecturas sobre pensamiento político, sabe de la importante distancia conceptual que separa ambos términos.
Hoy, esa primera influencia y el devenir que desde las terceras a las enésimas vías han inoculado a la socialdemocracia europea y a la española en particular, han conseguido que la confusión conceptual sea el caldo de cultivo en el que se atontan a todos los que valoran mas el poder que la orientación política que desde él se ejerce.
No es de recibo que a estas alturas se siga conceptuando al progresismo como una actitud vital generadora de planteamientos políticos, sociales y económicos encaminados a la liberación del hombre. Hoy, el progresismo no puede, ni debe sustituir al socialismo democrático, ya que se ha demostrado hasta la saciedad que no es sostenible ni compatible el afán de progreso económico en las áreas más desarrolladas del planeta con la depauperación y el expolio de aquellas otras áreas que aún se mantienen en lucha por su supervivencia.
En la disyuntiva de mas progreso, entendido como demostrada formula de devastación y desigualdad, o menos progreso con mas igualdad, el socialismo ha de optar poe esta última y con ello recuperar la visión universal, que no internacional, y la visión humanista que antaño adornaba su identidad.
Ni es posible, ni es de recibo que el socialismo democrático sea una multiplicidad de concepciones autistas, centradas y por lo tanto auto-limitadas a dar respuesta a la situación y problemática concreta de un determinado país. El socialismo ha de plantear soluciones globales a problemas que son globales. Eso es lo que ha hecho el capital contando con la complaciente y corrupta complicidad de los social-liberales europeos. El poder economico y financiero ha dado respuesta global a sus ansias de dominación, han conseguido que, no ya en áreas económicas y socialmente atrasadas, sino en grandes zonas del primer mundo se acepte sin oposición ideologica operativa la regresión a la que nos están conduciendo.
Es por ello que a la concentración de poder económico que el capital persigue, aplastando estados y sistemas democráticos, hay que responder desde la izquierda con la extensión de la igualdad a nivel mundial, hay que rechazar la opulencia y el progreso por ser causantes de injusticias, por ser responsables del, por el momento, imparable ocaso del planeta.
Emulando a Felipe González, pero en sentido contrario, en este tiempo hay que ser socialista antes que progresista. Bien que en el Psoe, “malgré nous”, aun van por eso de ser rubalcabista o chaconiano.

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