martes, 10 de abril de 2012

RADICAL Y ANTISISTEMA

Pocos días faltan para que la extrema derecha, al mismo tiempo que los nostálgicos de izquierda, reivindiquen, unos, las supuestas razones que les llevaron al golpe militar de julio del 36, mientras otros añoren el espíritu de abril del 31, demostrando ambas orillas que discuten sobre galgos y podencos, no sobre los problemas y necesidades del pueblo.
Unos y otros, y con ellos todas las tonalidades políticas intermedias, se pierden interesadamente en las ramas de una situación política y social inaceptable en la que la democracia es un mero disfraz que el dinero ha adoptado a fin de oprimir sin provocar el rechazo que antaño generaban sus sangrientas opresiones dictatoriales.
Hoy la sociedad española, más concretamente, las clases sociales económicamente dependientes del poder del dinero, han de preguntarse si el sistema de explotación que nos conduce al pasado es defendible, si es digno de ser sostenido con nuestra dejadez y si el miedo a males aun mayores es sentimiento que puede ser compatible con un sistema que solo de nombre es democrático.
Por ello, calificativos despectivos tales como radicales o anti-sistemas que son lanzados desde los núcleos de poder aplicándose a aquellos que de la justicia, de la solidaridad, de la libertad, de la honradez y de la verdad hacen patrimonio vital identificativo, han de ser calificativos reivindicados por todos aquellos que estemos empeñados en construir sociedades sanas sobre las ruinas de estas otras que en su podredumbre nos asfixian, luchando por conseguir que todos sus componentes y sus intereses estén subordinados al bienestar colectivo.
Cuando la monarquía dista del pueblo tanto como su bienestar del malestar de los trabajadores se dan las condiciones para que estos la rechacen.
Cuando el “gran mudo”, el ejército y las fuerzas del llamado orden publico solo responden mecánicamente a las ordenes de quienes de su fuerza se benefician, es que esas fuerzas han renegado de servir a quienes auténticamente se deben, el pueblo.
Cuando los “pacifistas” de sotana y alzacuellos y su pléyade de fieles fanatizados, hacen de su misión en este mundo medio de poder, de influencias y de abusos, es que esos pastores y sus rebaños están sirviendo al mundo, al demonio y a la carne, que no a su dios ni a sus hijos.
Cuando la corrupción es condimento de cualquier actuación política en las proximidades de la economía, es obligado el rechazo del pueblo a la clase política y económica.
Cuando la verdad es virtud desterrada del quehacer de los llamados representantes del pueblo, no cabe otra opción que la rebelión.
Cuando el malestar social es mal menor para aquellos a los que su codicia los impulsa a instaurar la injusticia y la desigualdad, nada más justo que responderles con sus propias armas.
Cuando desde el poder político y económico, la discriminación y la desigualdad llegan al extremo de maltratar y explotar al débil y exonerar y premiar al delincuente poderoso, solo la insurrección popular puede detener sus abusos.
Cuando todos los servicios que habrían de ser publicos a fin de que el estado fuese garante de igualdad, pasan a ser objeto de negocio y corrupción y sus usuarios calificados de abusadores de los derechos que la ley les garantiza, es momento de exigir por todos los medios a nuestro alcance que el expolio a que nos someten sea penado en forma equivalente a la que ellos nos aplican, incautación de los patrimonios privados generados por las privatizaciones y nacionalización de todas las actividades que afecten al bienestar social.
Por todas estas razones y muchas otras más que en la mente de toda cabeza medianamente amueblada pueden tener cabida, es por lo que me declaro radical, radical y anti este sistema, radical en defensa de la igualdad, de la libertad, de la solidaridad, de la verdad, radical en defensa de la dignidad de un pueblo que parece haber trocado bienes materiales por honor, derechos por posesiones y valor por sumisión.
Son ya muchas las ocasiones en las que he opinado y denunciando hechos sobre lo que en este mi país ocurre, pocas mas serán las que vendrán. Entiendo que la situación no demanda opinión sino lucha. A ella voy a dedicar el tiempo que hasta hoy a opinar y denunciar dedicaba.
Sepan los que aquí me siguen que de un apacible y tranquilo socialdemócrata han hecho un radical antisistema, no cabe por ello más que felicitarles por ayudar a que el creciente ejercito de demócratas radicalizados les acabemos imponiendo el mismo rigor que ellos nos imponen a nosotros, por ahora.

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