Puede que haya algún justo en esta Sodoma del capitalismo globalizado, sería la excepción a la corrupción generalizada y al menos yo, no le conozco.
En más de una ocasión he discutido con familiares y amigos sobre el nivel de corrupción que cada uno entiende que nos rodea y siempre me he quedado solo al mantener que ese nivel nos ha ahogado, que es tan penetrante y extendido el hedor de la corrupción que nuestras pituitarias se han saturado y ya tienen por normal la fetidez de todas o casi todas las actividades humanas sin distinción de estrato social algúno.
En todas esas ocasiones la discusión ha derivado hacia el recurrente espacio de la esperanza, del deseo por parte de todos de que exista algo o alguien que actúe con nobleza, conforme a la ley natural que permite distinguir claramente el bien del mal, pero siempre ha sido la esperanza, que no la prueba o el ejemplo, lo que ha sostenido la opinión dominante.
Ya saben los que aquí me siguen que mantengo que con anterioridad a la práctica de la corrupción habitualmente comentada por prensa y opinión ciudadana, aquella que consiste en la utilización de las funciones y medios de organizaciones y entidades públicas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores, es necesario, es absolutamente imprescindible que en el sujeto a corromper o a corromperse se haya producido previamente la correspondiente corrupción mental por la cual, aceptar la corrupción material es algo que, por habitual y extendida no puede o debe ser repudiada, ya que si uno mismo no la ejerce, otro lo hará.
En este mecanismo de elaboración mental se fundamenta todo lo que desde hace años se ha venido produciendo, en mayor o menor grado en las sociedades avanzadas. La mentira como forma inicial de corrupción, es la pantalla que oculta los espurios intereses de los que ya tienen planificado su proyecto de corrupción y contando estos con su dominio sobre los medios de comunicación logran que repetida su mentira se convierta en verdad por todos asumida.
Ni la crisis fue algo sobrevenido, ni sus efectos han sido y son imprevisibles, ni aquí hubo sorpresa al estallido de la burbuja especulativa, ni allí desconocían las practicas de huida hacia adelante de banqueros estafadores. Aquí y allá la supuesta crisis del capital ha consistido en enriquecer a los que la provocaron y en premio a su habilidad atracadora son recompensados con la dirección de bancos nacionales cuando no son puestos al frente de los países que ellos mismos hundieron bajo formulas absolutistas.
Hoy y aquí pareciera que se cierra una época en la que la corrupción mental y la económica y de poder político corría preferentemente en beneficio de los autodenominados progresistas; y digo pareciera pues entiendo que el hilo conductor de la mentira, marioneta de la corrupción, solo cambiara de manos, por lo que los nuevos beneficiarios del sistema nada apondrán al incremento de sus beneficios personales y colectivos.
Ya no queda estamento social alguno que no esté impregnado por la corrupción, sea esta la inicial corrupción mental o bien la económica. Desde la casa real, que desde antaño viene siendo objeto de suspicacias sobre sus actividades económicas, siempre amparadas y paliadas por el poder, suspicacias que pudieran convertirse en implicación directa y probada de uno de sus miembros, hasta la última perla con la que el zapaterismo nos ha obsequiado antes de su entierro, el indulto de uno de los que les asegura un plácido futuro en la abundancia económica.
Como digo, desde la casa real, pasando por el gobierno, sea este o el venidero, y acabando por la patronal y sus representados, esos que despiden, bajan salarios y evaden impuestos, para finalmente, el hedor de las corrupciones se ha enseñoreado hasta con los apesebrados sindicatos.
Así pues, nada ni nadie perece que esté dispuesto a defender la verdad, la decencia, la justicia y la igualdad, de ahí que el que más y el que menos esté interesado solamente en lo suyo, lo cual no deja de ser otra fórmula de inicial corrupción, ya que es en ese sentir individualista en el que se fundamentan los que quieren destruir el cemento social que la concepción solidaria y humanista del estado del bienestar estaba empezando a construir.
Creo que de nuevo estamos siendo conejillos de indias para el capitalismo ya que ellos y nosotros debemos estar sorprendidos y por ello estudiándolo el fenómeno por el cual un país en recesión social mantiene un sistema en calma cuando el 22 % de sus trabajadores están sin trabajo y cuando en más de 1,2 millones de hogares todos sus componentes en edad de trabajar están en paro. Lo malo pudiera ser que, como antaño, el experimento explote en un baño de sangre.
En más de una ocasión he discutido con familiares y amigos sobre el nivel de corrupción que cada uno entiende que nos rodea y siempre me he quedado solo al mantener que ese nivel nos ha ahogado, que es tan penetrante y extendido el hedor de la corrupción que nuestras pituitarias se han saturado y ya tienen por normal la fetidez de todas o casi todas las actividades humanas sin distinción de estrato social algúno.
En todas esas ocasiones la discusión ha derivado hacia el recurrente espacio de la esperanza, del deseo por parte de todos de que exista algo o alguien que actúe con nobleza, conforme a la ley natural que permite distinguir claramente el bien del mal, pero siempre ha sido la esperanza, que no la prueba o el ejemplo, lo que ha sostenido la opinión dominante.
Ya saben los que aquí me siguen que mantengo que con anterioridad a la práctica de la corrupción habitualmente comentada por prensa y opinión ciudadana, aquella que consiste en la utilización de las funciones y medios de organizaciones y entidades públicas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores, es necesario, es absolutamente imprescindible que en el sujeto a corromper o a corromperse se haya producido previamente la correspondiente corrupción mental por la cual, aceptar la corrupción material es algo que, por habitual y extendida no puede o debe ser repudiada, ya que si uno mismo no la ejerce, otro lo hará.
En este mecanismo de elaboración mental se fundamenta todo lo que desde hace años se ha venido produciendo, en mayor o menor grado en las sociedades avanzadas. La mentira como forma inicial de corrupción, es la pantalla que oculta los espurios intereses de los que ya tienen planificado su proyecto de corrupción y contando estos con su dominio sobre los medios de comunicación logran que repetida su mentira se convierta en verdad por todos asumida.
Ni la crisis fue algo sobrevenido, ni sus efectos han sido y son imprevisibles, ni aquí hubo sorpresa al estallido de la burbuja especulativa, ni allí desconocían las practicas de huida hacia adelante de banqueros estafadores. Aquí y allá la supuesta crisis del capital ha consistido en enriquecer a los que la provocaron y en premio a su habilidad atracadora son recompensados con la dirección de bancos nacionales cuando no son puestos al frente de los países que ellos mismos hundieron bajo formulas absolutistas.
Hoy y aquí pareciera que se cierra una época en la que la corrupción mental y la económica y de poder político corría preferentemente en beneficio de los autodenominados progresistas; y digo pareciera pues entiendo que el hilo conductor de la mentira, marioneta de la corrupción, solo cambiara de manos, por lo que los nuevos beneficiarios del sistema nada apondrán al incremento de sus beneficios personales y colectivos.
Ya no queda estamento social alguno que no esté impregnado por la corrupción, sea esta la inicial corrupción mental o bien la económica. Desde la casa real, que desde antaño viene siendo objeto de suspicacias sobre sus actividades económicas, siempre amparadas y paliadas por el poder, suspicacias que pudieran convertirse en implicación directa y probada de uno de sus miembros, hasta la última perla con la que el zapaterismo nos ha obsequiado antes de su entierro, el indulto de uno de los que les asegura un plácido futuro en la abundancia económica.
Como digo, desde la casa real, pasando por el gobierno, sea este o el venidero, y acabando por la patronal y sus representados, esos que despiden, bajan salarios y evaden impuestos, para finalmente, el hedor de las corrupciones se ha enseñoreado hasta con los apesebrados sindicatos.
Así pues, nada ni nadie perece que esté dispuesto a defender la verdad, la decencia, la justicia y la igualdad, de ahí que el que más y el que menos esté interesado solamente en lo suyo, lo cual no deja de ser otra fórmula de inicial corrupción, ya que es en ese sentir individualista en el que se fundamentan los que quieren destruir el cemento social que la concepción solidaria y humanista del estado del bienestar estaba empezando a construir.
Creo que de nuevo estamos siendo conejillos de indias para el capitalismo ya que ellos y nosotros debemos estar sorprendidos y por ello estudiándolo el fenómeno por el cual un país en recesión social mantiene un sistema en calma cuando el 22 % de sus trabajadores están sin trabajo y cuando en más de 1,2 millones de hogares todos sus componentes en edad de trabajar están en paro. Lo malo pudiera ser que, como antaño, el experimento explote en un baño de sangre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario