Lean Vds. lo que dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua sobre el término escándalo:
"~ activo. 1. m. Dicho o hecho reprensible que es ocasión de daño y ruina espiritual del prójimo".
Es para mi esta la acepción que más le cuadra al escándalo que dos señores, que pasan por ser jueces pero más son amigos de un encausado, han provocado en este agosto español, porque lo del hedor, así las "amistades", es incuestionable.
Sea cual sea la acepción que elijan de entre las que la Academia nos brinda, corta se ha de quedar si, hablando de escándalos, pasásemos de contemplar el provocado por el archivo del “cohecho no delictivo” de Camps y sus amiguitos del alma, a, ampliando el ángulo de análisis, repasar los hechos de corrupción que de forma generalizada ocurren y se silencian en este menguante país nuestro.
No teman, que no haré un exhaustivo repaso a todas la corrupciones existentes por mi conocidas, tan solo recordaré que los que hoy dicen estar escandalizados por la posible prevaricación judicial, tanto o más deberían estarlo por el permanente estado de cohecho, prevaricación, dolo e ilegal enriquecimiento que la inmensa mayoría de los que de la política viven practican permanentemente, tanto de forma individual como colectiva y partidaria.
Multitud de casos de municipios con sus alcaldes acusados de corrupción, muchos de esos casos ya con sentencia firme, infinidad de sucesos menores todos conocidos por los vecinos de miles de pueblos en los que el nepotismo y la arbitrariedad acaban aposentándose con naturalidad entre sus ciudadanos.
Comunidades autónomas enfangadas en diversas formas de corrupción y chantajes, desde la madrileña, crisol de todas las corrupciones, urbanismo, espionaje, nepotismo, prevaricación, cohecho y tantos delitos más con los que, miren por donde, los sacrificados y muy profesionales jueces madrileños aun no han conseguido que un solo alcalde o concejal del oficial partido de la derecha haya acabado en la cárcel.
Y el resto de esas sanguijuelas estatales, las comunidades autónomas sin distinción de color político, en la misma situación. Enladrilladas tanto cuanto los corruptores hayan pagado a los administradores públicos, y de paso, por aquello de la diversificación de mercados, chantajeando algunas de ellas a los gobiernos centrales, esos que de sus particulares conveniencias políticas han hecho necesidad política nacional y han institucionalizado y dado por bueno que las llamadas matemáticas parlamentarias sean un estúpido eufemismo del mercado persa en que, con nuestro dinero, han convertido lo que dejó de el ser centro de la mas alta representación ciudadana, el Parlamento Nacional.
Ha calado tanto en el alma ciudadana su proceder, su corrupto proceder, que ya nadie se escandaliza mas que con banalidades, que tienen tanto de delictivas como de folletín, -reality les llaman hoy-, por el comportamiento personal de los presuntos delincuentes mas o menos aforados.
Nadie se escandaliza de que nunca jamás se haya hecho balance general o particular del patrimonio de algún cargo público tras su salida de la política, a pesar de que existe un registro obligado de bienes e intereses para los que nos representan, registro que por supuesto es secreto, no vaya a ser que nos enteremos, bien de lo que unos acumularon antes de permitirse el lujo de pasarse a la política y el incremento que está les añadió, o de lo tiesos que estaban otros, antes, que no después, de exprimir los frutos prohibidos de la política, frutos que a lo que se ve son consentidos judicialmente si el político supuestamente delincuente cuenta con amigos hasta en el infierno de la nunca depurada judicatura.
Es tal el grado de alejamiento ciudadano de la degradada y apestosa práctica política actual, y tan grande la influencia que este proceder ha extendido en la sociedad española, que son miles los ciudadanos, de las mas diversas condiciones sociales, que no solo no sienten repugnancia por el proceder de los que de la política se lucran, es que, en contra de la mas elemental ética ciudadana, los envidian, y cada día se oye más aquello de…”que no me den, que solo me pongan donde haya”.
"~ activo. 1. m. Dicho o hecho reprensible que es ocasión de daño y ruina espiritual del prójimo".
Es para mi esta la acepción que más le cuadra al escándalo que dos señores, que pasan por ser jueces pero más son amigos de un encausado, han provocado en este agosto español, porque lo del hedor, así las "amistades", es incuestionable.
Sea cual sea la acepción que elijan de entre las que la Academia nos brinda, corta se ha de quedar si, hablando de escándalos, pasásemos de contemplar el provocado por el archivo del “cohecho no delictivo” de Camps y sus amiguitos del alma, a, ampliando el ángulo de análisis, repasar los hechos de corrupción que de forma generalizada ocurren y se silencian en este menguante país nuestro.
No teman, que no haré un exhaustivo repaso a todas la corrupciones existentes por mi conocidas, tan solo recordaré que los que hoy dicen estar escandalizados por la posible prevaricación judicial, tanto o más deberían estarlo por el permanente estado de cohecho, prevaricación, dolo e ilegal enriquecimiento que la inmensa mayoría de los que de la política viven practican permanentemente, tanto de forma individual como colectiva y partidaria.
Multitud de casos de municipios con sus alcaldes acusados de corrupción, muchos de esos casos ya con sentencia firme, infinidad de sucesos menores todos conocidos por los vecinos de miles de pueblos en los que el nepotismo y la arbitrariedad acaban aposentándose con naturalidad entre sus ciudadanos.
Comunidades autónomas enfangadas en diversas formas de corrupción y chantajes, desde la madrileña, crisol de todas las corrupciones, urbanismo, espionaje, nepotismo, prevaricación, cohecho y tantos delitos más con los que, miren por donde, los sacrificados y muy profesionales jueces madrileños aun no han conseguido que un solo alcalde o concejal del oficial partido de la derecha haya acabado en la cárcel.
Y el resto de esas sanguijuelas estatales, las comunidades autónomas sin distinción de color político, en la misma situación. Enladrilladas tanto cuanto los corruptores hayan pagado a los administradores públicos, y de paso, por aquello de la diversificación de mercados, chantajeando algunas de ellas a los gobiernos centrales, esos que de sus particulares conveniencias políticas han hecho necesidad política nacional y han institucionalizado y dado por bueno que las llamadas matemáticas parlamentarias sean un estúpido eufemismo del mercado persa en que, con nuestro dinero, han convertido lo que dejó de el ser centro de la mas alta representación ciudadana, el Parlamento Nacional.
Ha calado tanto en el alma ciudadana su proceder, su corrupto proceder, que ya nadie se escandaliza mas que con banalidades, que tienen tanto de delictivas como de folletín, -reality les llaman hoy-, por el comportamiento personal de los presuntos delincuentes mas o menos aforados.
Nadie se escandaliza de que nunca jamás se haya hecho balance general o particular del patrimonio de algún cargo público tras su salida de la política, a pesar de que existe un registro obligado de bienes e intereses para los que nos representan, registro que por supuesto es secreto, no vaya a ser que nos enteremos, bien de lo que unos acumularon antes de permitirse el lujo de pasarse a la política y el incremento que está les añadió, o de lo tiesos que estaban otros, antes, que no después, de exprimir los frutos prohibidos de la política, frutos que a lo que se ve son consentidos judicialmente si el político supuestamente delincuente cuenta con amigos hasta en el infierno de la nunca depurada judicatura.
Es tal el grado de alejamiento ciudadano de la degradada y apestosa práctica política actual, y tan grande la influencia que este proceder ha extendido en la sociedad española, que son miles los ciudadanos, de las mas diversas condiciones sociales, que no solo no sienten repugnancia por el proceder de los que de la política se lucran, es que, en contra de la mas elemental ética ciudadana, los envidian, y cada día se oye más aquello de…”que no me den, que solo me pongan donde haya”.
Mientras unos se alejan asqueados, otros, de forma indecente, solo envidian el no poder convertirse en nuevos atracadores de lo publico, y así, esta nación, en contra de lo que decían los profetas del desastre interesado, no se rompe, “solo” se corrompe.
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