Imaginen Vds. que un investigador español, generosamente patrocinado por algún banco de esos que ahora estamos patrocinando nosotros, retorna a España tras más de tres años por las selvas de Indonesia buscando un determinado y raro tipo de planta que, según dice la comunidad científica internacional, sintetiza una enzima que pudiera ser la panacea final para la cura de todo tipo de cáncer.
Imaginen que este investigador, tras unas horas de descanso, toma cualquiera de los periódicos que a nosotros, sus paisanos, diariamente aleccionan, encontrándose que el llamado gobierno progresista, ese que cuando nuestro investigador abandonó España vivía en el más feliz y especulador mundo, el mismo gobierno que por aquel entonces prometía pleno empleo, y casi, casi, como antaño, en tiempos de la oprobiosa, millón, casa y coche, hoy, cuando se echa a la cara la prensa descubre que el mayor problema del que se lamenta el gobierno zapaterista y su corifeos apesebrados es que una reforma laboral que cual máquina del tiempo nos devuelve casi al siglo XIX, no es apoyada por la genuina derecha española.
¿Quién y cómo le puede explicar a este científico que lo que es, no lo parece, y lo que parece, no es?. ¿Quién puede razonar y explicar como posible y real que los que se cobijan bajo las siglas PSOE estén pidiendo salir de la soledad parlamentaria a aquellos que son sus supuestos adversarios naturales, en lugar de reclamar apoyo a aquellos otros que dicen ser la otra izquierda?.
Poco a poco este científico comenzará a deducir de tan antinatural demanda que la dislocación en la política española es más profunda de lo que aparentemente denota la perversión de que el PSOE pida apoyo parlamentario al PP. Como científico que es nuestro investigador se preguntará por qué y para qué el apoyo del PP al gobierno zapateril. Y nuestro científico concluirá que la razón o razones de la reclamación progresista a los del PP es razonable y natural, tan natural y razonable como sin sentido sería el demandarlo a la izquierda política.
Cuando este interesado analista descubrió para qué se solicitaba el apoyo parlamentario, enseguida comprendió la razón de tal posicionamiento político. Si la reforma laboral es retrograda, si la reforma laboral lesiona gravemente los derechos de los trabajadores, si la reforma laboral tiene como objetivos facilitar y abaratar el despido e incrementar la supeditación del trabajador al empresario y al capital, es de todo punto lógico y natural que quienes tal reforma sustenten sean los que, por sus dichos y por sus hechos, estén ubicados en la más recalcitrante derecha nacional.
Pero descubrió más. Descubrió que la soledad parlamentaria del gobierno era tal que, a fin de no quedar ante la opinión pública como únicos responsables de la iniquidad que respaldaban, estaban dispuestos a seguir un trámite parlamentario que permitiese introducir variaciones a la reforma laboral, variaciones que, ni que decir tiene, endurecerían aun más las condiciones de los trabajadores en su relación con los empresarios, ya que no otra cosa es la que está demandando el capitalismo desde todos los pulpitos mediáticos.
Así nuestro científico constató que los autodenominados progresistas, a fin de no asumir la responsabilidad de ser los exclusivos culpables del retroceso social de la clase trabajadora, estaban dispuestos a agravar, a endurecer esa ley, y con ello a ampliar el malestar social reduciendo las conquistas sociales que tanto tiempo y luchas costaron a los trabajadores. Así, se explicó que una ley ideada, estructurada y dirigida a beneficiar a la derecha económica no fuese apoyada por la derecha de siempre. Y se preguntó, ¿Quién asumiría compartir costes sin recibir beneficio político alguno? Solo los patriotas o los ingenuos. Y los de la gaviota, ni una cosa ni otra.
Finalmente nuestro ficticio investigador, sin gran esfuerzo por su parte, intuyó el camino que el inmediato futuro seguiría, inestabilidad económica y social, recorte y privatización de las pensiones, pago por parte de los pacientes del coste de los servicios sanitarios, privatización total de la educación, desregulación de las relaciones laborales, incremento de los impuestos indirectos, ampliación de la reserva informativa sobre temas económicos publicos y privados, posible limitación de la libre disposición de los ahorros, etc. etc.
En ese momento, nuestro científico tomó su pasaporte, rehízo su maleta, hizo unas llamadas a organismos internacionales para obtener soporte científico y económico, y en Barajas compró un billete a Yakarta. Solo ida.
Imaginen que este investigador, tras unas horas de descanso, toma cualquiera de los periódicos que a nosotros, sus paisanos, diariamente aleccionan, encontrándose que el llamado gobierno progresista, ese que cuando nuestro investigador abandonó España vivía en el más feliz y especulador mundo, el mismo gobierno que por aquel entonces prometía pleno empleo, y casi, casi, como antaño, en tiempos de la oprobiosa, millón, casa y coche, hoy, cuando se echa a la cara la prensa descubre que el mayor problema del que se lamenta el gobierno zapaterista y su corifeos apesebrados es que una reforma laboral que cual máquina del tiempo nos devuelve casi al siglo XIX, no es apoyada por la genuina derecha española.
¿Quién y cómo le puede explicar a este científico que lo que es, no lo parece, y lo que parece, no es?. ¿Quién puede razonar y explicar como posible y real que los que se cobijan bajo las siglas PSOE estén pidiendo salir de la soledad parlamentaria a aquellos que son sus supuestos adversarios naturales, en lugar de reclamar apoyo a aquellos otros que dicen ser la otra izquierda?.
Poco a poco este científico comenzará a deducir de tan antinatural demanda que la dislocación en la política española es más profunda de lo que aparentemente denota la perversión de que el PSOE pida apoyo parlamentario al PP. Como científico que es nuestro investigador se preguntará por qué y para qué el apoyo del PP al gobierno zapateril. Y nuestro científico concluirá que la razón o razones de la reclamación progresista a los del PP es razonable y natural, tan natural y razonable como sin sentido sería el demandarlo a la izquierda política.
Cuando este interesado analista descubrió para qué se solicitaba el apoyo parlamentario, enseguida comprendió la razón de tal posicionamiento político. Si la reforma laboral es retrograda, si la reforma laboral lesiona gravemente los derechos de los trabajadores, si la reforma laboral tiene como objetivos facilitar y abaratar el despido e incrementar la supeditación del trabajador al empresario y al capital, es de todo punto lógico y natural que quienes tal reforma sustenten sean los que, por sus dichos y por sus hechos, estén ubicados en la más recalcitrante derecha nacional.
Pero descubrió más. Descubrió que la soledad parlamentaria del gobierno era tal que, a fin de no quedar ante la opinión pública como únicos responsables de la iniquidad que respaldaban, estaban dispuestos a seguir un trámite parlamentario que permitiese introducir variaciones a la reforma laboral, variaciones que, ni que decir tiene, endurecerían aun más las condiciones de los trabajadores en su relación con los empresarios, ya que no otra cosa es la que está demandando el capitalismo desde todos los pulpitos mediáticos.
Así nuestro científico constató que los autodenominados progresistas, a fin de no asumir la responsabilidad de ser los exclusivos culpables del retroceso social de la clase trabajadora, estaban dispuestos a agravar, a endurecer esa ley, y con ello a ampliar el malestar social reduciendo las conquistas sociales que tanto tiempo y luchas costaron a los trabajadores. Así, se explicó que una ley ideada, estructurada y dirigida a beneficiar a la derecha económica no fuese apoyada por la derecha de siempre. Y se preguntó, ¿Quién asumiría compartir costes sin recibir beneficio político alguno? Solo los patriotas o los ingenuos. Y los de la gaviota, ni una cosa ni otra.
Finalmente nuestro ficticio investigador, sin gran esfuerzo por su parte, intuyó el camino que el inmediato futuro seguiría, inestabilidad económica y social, recorte y privatización de las pensiones, pago por parte de los pacientes del coste de los servicios sanitarios, privatización total de la educación, desregulación de las relaciones laborales, incremento de los impuestos indirectos, ampliación de la reserva informativa sobre temas económicos publicos y privados, posible limitación de la libre disposición de los ahorros, etc. etc.
En ese momento, nuestro científico tomó su pasaporte, rehízo su maleta, hizo unas llamadas a organismos internacionales para obtener soporte científico y económico, y en Barajas compró un billete a Yakarta. Solo ida.
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