Cualquiera, por lejano que se sienta a la práctica deportiva, sabe y entiende por juego limpio aquella actitud que se fundamenta en el respeto al contrincante y en la aceptación y aplicación sin reservas de las normas que regulan el deporte en cuestión.
No es necesario aclarar que la política y su práctica por los políticos en ejercicio y por los aspirantes a serlo, no solo no está considerada como un deporte, sino que los que la practican no son deportistas y menos aun respetan regla alguna.
En esas condiciones el juego político, tanto el interpartidario como el que se desarrolla en el interior de los partidos políticos es de una suciedad y una pestilencia que las cloacas, comparadas con la práctica de la politica, son escaparates del buen gusto y mejor aroma.
Como la selección de los políticos no está sometida a norma alguna y lo único que tienen que demostrar los aspirantes a formar parte de la plantilla titular de cualquier partido político es habilidad física para en perfecta genuflexión sonreír hacia arriba y decir “si, wana”, los ciudadanos estamos condenados a tener como representantes de nuestros intereses y defensores de nuestros derechos a unos perfectos botarates que solo miran por su inmediato futuro personal.
En el escalón superior del poder político están situados aquellos que por designación de los antecesores o por carambolas más propias de tómbolas de feria que de elecciones congresuales serias, han logrado sentarse, cual si de reyes medievales se tratase, en los diversos tronos y tronillos de los partidos políticos.
Estos son los que hacen y deshacen, los que “aconsejan” e imponen, los que deciden sobre vida y hacienda de todos sus súbditos. Son los que a la más mínima contrariedad, señalan con su dedo imponiendo silencio o amenazando miedo. Son los que en la ya aceptada práctica política de carácter mafioso se permiten hacer ofertas, que los súbditos no pueden ni deben rechazar. Son los que sintiéndose dueños de vidas ajenas, fuerzan voluntades para imponer sus caprichos.
Son los que han prostituido la democracia en su partido y en España. Y son Zp y Pepiño, Pepiño y Zp los que en el Psoe, con su cohorte de virreyes y vasallejos, rompen y atropellan derechos, mienten y presionan, atacan y destruyen fama y honor, son, sencillamente, escoria humana. Son los que apoyan a la más sonriente de sus excrecencias, la Trini.
Que yo sepa, el chico de Parla, el Tomas Gómez, no tiene caballos, pero no habría de extrañarse si una noche le aparece en su cama, entre aceite del motor, el manillar, la horquilla y la rueda delantera de su moto. Que a buen entendedor pocas amenazas necesita.
No es necesario aclarar que la política y su práctica por los políticos en ejercicio y por los aspirantes a serlo, no solo no está considerada como un deporte, sino que los que la practican no son deportistas y menos aun respetan regla alguna.
En esas condiciones el juego político, tanto el interpartidario como el que se desarrolla en el interior de los partidos políticos es de una suciedad y una pestilencia que las cloacas, comparadas con la práctica de la politica, son escaparates del buen gusto y mejor aroma.
Como la selección de los políticos no está sometida a norma alguna y lo único que tienen que demostrar los aspirantes a formar parte de la plantilla titular de cualquier partido político es habilidad física para en perfecta genuflexión sonreír hacia arriba y decir “si, wana”, los ciudadanos estamos condenados a tener como representantes de nuestros intereses y defensores de nuestros derechos a unos perfectos botarates que solo miran por su inmediato futuro personal.
En el escalón superior del poder político están situados aquellos que por designación de los antecesores o por carambolas más propias de tómbolas de feria que de elecciones congresuales serias, han logrado sentarse, cual si de reyes medievales se tratase, en los diversos tronos y tronillos de los partidos políticos.
Estos son los que hacen y deshacen, los que “aconsejan” e imponen, los que deciden sobre vida y hacienda de todos sus súbditos. Son los que a la más mínima contrariedad, señalan con su dedo imponiendo silencio o amenazando miedo. Son los que en la ya aceptada práctica política de carácter mafioso se permiten hacer ofertas, que los súbditos no pueden ni deben rechazar. Son los que sintiéndose dueños de vidas ajenas, fuerzan voluntades para imponer sus caprichos.
Son los que han prostituido la democracia en su partido y en España. Y son Zp y Pepiño, Pepiño y Zp los que en el Psoe, con su cohorte de virreyes y vasallejos, rompen y atropellan derechos, mienten y presionan, atacan y destruyen fama y honor, son, sencillamente, escoria humana. Son los que apoyan a la más sonriente de sus excrecencias, la Trini.
Que yo sepa, el chico de Parla, el Tomas Gómez, no tiene caballos, pero no habría de extrañarse si una noche le aparece en su cama, entre aceite del motor, el manillar, la horquilla y la rueda delantera de su moto. Que a buen entendedor pocas amenazas necesita.
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