La iglesia católica: Anunció el Psoe zapaterista, allá por el 2004, su firme decisión de acometer las medidas necesarias como para que la iglesia católica alcanzase durante esa legislatura la autofinanciación que los acuerdos suscritos preveían para ya hace muchos lustros.
No solo no ha sido así sino que con el dinero de todos, pero preferentemente con el dinero de los trabajadores, los que pagamos impuestos, se han regado los pulpitos con una abundancia nunca igualada. La influencia de adictos a esa secta, especialmente de la Vega y Bono, consiguieron extender entre la nomenclatura zapaterista la convicción de que a esta secular empresa se la podía comprar con dinero y ampliación de sus privilegios.
Hoy, tras lo sucedido a finales de agosto durante el paseo triunfal de Ratzinger y visto el comportamiento de la policía para con los no creyentes, todos hemos podido comprobar su muy distinta actitud para con unos y para con otros. Así, cuando todo son recortes de derechos y de prestaciones sociales, nada se escatima, -más de cincuenta millones de euros gastados en tres días-, cuando se trata de halagar la inconmensurable vanidad de un nazi que se reclama representante de dios en la tierra.
La igualdad: Concepto que el zapaterismo ha prostituido y devaluado al aplicarlo, solo e interesadamente, a la igualdad de género y de una forma casi minimalista.
La mal llamada paridad en las listas trató de ocultar en una nube tan artificial como engañosa la disparidad salarial existente entre hombre y mujer, la cual se ha ampliado durante los desgobiernos de Zp. Mientras que en 2005 la mujer trabajadora, a igualdad de trabajo con el hombre recibía un salario inferior en un 22 %, en el 2010 el salario de la mujer era un 27 % inferior al percibido por el hombre.
Ni tan siquiera este su jibarizado sentido de la igualdad fue capaz de mantenerlo. De la misma ridícula forma en que creó el Ministerio de la Igualdad, de la misma forma, de la noche a la mañana y sin explicación alguna, lo anuló, dejando tras su disolución, eso sí, el correspondiente reguero de “miembras” que de la mano de la incompetente Aido se colgaron del presupuesto para siempre jamás.
Hablar durante el zapaterismo de igualdad ante la ley, de igualdad en el ejercicio de los derechos ciudadanos, de igualdad en el trato fiscal, hablarles de la acción redistribuidora del Estado para cooperar al establecimiento de todos estos tipos de igualdades, es sencilla y llanamente perder el tiempo, es pedir izquierdosas peras a un recalcitrante y corrupto olmo de derechas.
No solo no ha sido así sino que con el dinero de todos, pero preferentemente con el dinero de los trabajadores, los que pagamos impuestos, se han regado los pulpitos con una abundancia nunca igualada. La influencia de adictos a esa secta, especialmente de la Vega y Bono, consiguieron extender entre la nomenclatura zapaterista la convicción de que a esta secular empresa se la podía comprar con dinero y ampliación de sus privilegios.
Hoy, tras lo sucedido a finales de agosto durante el paseo triunfal de Ratzinger y visto el comportamiento de la policía para con los no creyentes, todos hemos podido comprobar su muy distinta actitud para con unos y para con otros. Así, cuando todo son recortes de derechos y de prestaciones sociales, nada se escatima, -más de cincuenta millones de euros gastados en tres días-, cuando se trata de halagar la inconmensurable vanidad de un nazi que se reclama representante de dios en la tierra.
La igualdad: Concepto que el zapaterismo ha prostituido y devaluado al aplicarlo, solo e interesadamente, a la igualdad de género y de una forma casi minimalista.
La mal llamada paridad en las listas trató de ocultar en una nube tan artificial como engañosa la disparidad salarial existente entre hombre y mujer, la cual se ha ampliado durante los desgobiernos de Zp. Mientras que en 2005 la mujer trabajadora, a igualdad de trabajo con el hombre recibía un salario inferior en un 22 %, en el 2010 el salario de la mujer era un 27 % inferior al percibido por el hombre.
Ni tan siquiera este su jibarizado sentido de la igualdad fue capaz de mantenerlo. De la misma ridícula forma en que creó el Ministerio de la Igualdad, de la misma forma, de la noche a la mañana y sin explicación alguna, lo anuló, dejando tras su disolución, eso sí, el correspondiente reguero de “miembras” que de la mano de la incompetente Aido se colgaron del presupuesto para siempre jamás.
Hablar durante el zapaterismo de igualdad ante la ley, de igualdad en el ejercicio de los derechos ciudadanos, de igualdad en el trato fiscal, hablarles de la acción redistribuidora del Estado para cooperar al establecimiento de todos estos tipos de igualdades, es sencilla y llanamente perder el tiempo, es pedir izquierdosas peras a un recalcitrante y corrupto olmo de derechas.
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