Dicen que todos, en nuestra juventud, hacemos un viaje que de una forma u otra se puede considerar el viaje iniciático. Ese viaje durante el cual unos tenían que enfrentarse a un león, otros a ritos iniciáticos más que cruentos y hoy, los más, lo acometen, para, aun sin saberlo, aprender y descubrir aspectos que nos marcarán para toda la vida. El mío, allá por la mitad de los sesenta fue a la Francia de De Gaulle.
En el extremo opuesto, en el final del camino, están o debieran estar los viajes terminales, esos que pudieran compendiar de forma escueta lo más importante de lo aprendido, tras varias décadas de deambular por este mundo sin saber muy bien con qué objetivo.
No sé si me quedará algún otro viaje terminal en el que se pudieran condensar y extractar conocimientos, valores y/o sentimientos, pero el que junto a mi amigo Paco Solo he realizado el fin de semana pasado, lo consideraré como tal hasta que pudiera realizar ese otro que a lo que sigue se sumase, para contarlo o ya entonces, no.
Hemos visitado en tres días tres tumbas de tres de nuestros más admirados grandes hombres. En Montauban hemos rendido homenaje a la grandeza, la rectitud, la entrega, la firmeza, el patriotismo y la inteligencia de don Manuel Azaña.
En Colliure, mis sensaciones de proximidad y de cariño a la bonhomía, a los raudales de sensibilidad humana de don Antonio Machado, y a su capacidad para emocionar desde convicciones de generosidad y solidaridad humana, se dispararon al punto de tener que contener lagrimas delatoras de desconsuelo por una ausencia que, aun consolidada por más de setenta años, se vuelve reciente con el calor de su humilde pretensión vital, ser un hombre bueno y partir ligero de equipaje.
Por último en Port Bou visitamos el memorial Walter Benjamin, filósofo marxista, amigo de Adorno y seguidor de Proust y Baudelaire, firme y constante crítico de Hitler, que, atrapado entre los nazis del régimen de Vichy y los fascistas de Franco, al parecer decidió suicidarse en esa localidad gerundense, la cual al no haberse encontrado los restos del pensador alemán, erigió un monumento a las puertas del cementerio municipal.
Tras estos días de recorridos por las tumbas de hitos humanos de entrega y generosidad, tras tres muy diferentes y al tiempo exactas emociones ante tres añorados grandes hombres, el retorno a la normalidad española provoca asco y vomito.
Ladrones y ladronas al asalto de los dineros ajenos mientras se camina hacia situaciones parecidas a aquella hitleriana de la solución final, tal es el devenir de la sanidad cantonal de esta ex-España. Mentirosos titulados y con quinquenios de experiencia en el fraude y el engaño afanados en el ejercicio de su única habilidad personal y colectiva. Y rebaños de adoctrinados seguidores que no solo no se plantean como acabar con esa situación, sino que su única obsesión es que no ganen los otros y así mantener sus pesebres.
Preguntado don Manual Azaña sobre su preocupación por el posible fracaso de la Republica, contestó el Presidente: “No me preocupa el fracaso de la Republica, me preocupa su envilecimiento”.
Aquí, hoy y por todos, o casi, la preocupación generalizada de quienes debieran trabajar por sus conciudadanos es sobre cómo incrementar la dependencia envilecedora de todo un país respecto del dinero y como participar de la corrupción institucionalizada.
Viniendo de la France, de mi envidiada Francia, solo me resta desear que alguien, aquí y en algún momento no muy lejano grite, en cheli o en andaluz, en catalán o en vasco…..”Aux armes citoyens, formez vos bataillons”
En el extremo opuesto, en el final del camino, están o debieran estar los viajes terminales, esos que pudieran compendiar de forma escueta lo más importante de lo aprendido, tras varias décadas de deambular por este mundo sin saber muy bien con qué objetivo.
No sé si me quedará algún otro viaje terminal en el que se pudieran condensar y extractar conocimientos, valores y/o sentimientos, pero el que junto a mi amigo Paco Solo he realizado el fin de semana pasado, lo consideraré como tal hasta que pudiera realizar ese otro que a lo que sigue se sumase, para contarlo o ya entonces, no.
Hemos visitado en tres días tres tumbas de tres de nuestros más admirados grandes hombres. En Montauban hemos rendido homenaje a la grandeza, la rectitud, la entrega, la firmeza, el patriotismo y la inteligencia de don Manuel Azaña.
En Colliure, mis sensaciones de proximidad y de cariño a la bonhomía, a los raudales de sensibilidad humana de don Antonio Machado, y a su capacidad para emocionar desde convicciones de generosidad y solidaridad humana, se dispararon al punto de tener que contener lagrimas delatoras de desconsuelo por una ausencia que, aun consolidada por más de setenta años, se vuelve reciente con el calor de su humilde pretensión vital, ser un hombre bueno y partir ligero de equipaje.
Por último en Port Bou visitamos el memorial Walter Benjamin, filósofo marxista, amigo de Adorno y seguidor de Proust y Baudelaire, firme y constante crítico de Hitler, que, atrapado entre los nazis del régimen de Vichy y los fascistas de Franco, al parecer decidió suicidarse en esa localidad gerundense, la cual al no haberse encontrado los restos del pensador alemán, erigió un monumento a las puertas del cementerio municipal.
Tras estos días de recorridos por las tumbas de hitos humanos de entrega y generosidad, tras tres muy diferentes y al tiempo exactas emociones ante tres añorados grandes hombres, el retorno a la normalidad española provoca asco y vomito.
Ladrones y ladronas al asalto de los dineros ajenos mientras se camina hacia situaciones parecidas a aquella hitleriana de la solución final, tal es el devenir de la sanidad cantonal de esta ex-España. Mentirosos titulados y con quinquenios de experiencia en el fraude y el engaño afanados en el ejercicio de su única habilidad personal y colectiva. Y rebaños de adoctrinados seguidores que no solo no se plantean como acabar con esa situación, sino que su única obsesión es que no ganen los otros y así mantener sus pesebres.
Preguntado don Manual Azaña sobre su preocupación por el posible fracaso de la Republica, contestó el Presidente: “No me preocupa el fracaso de la Republica, me preocupa su envilecimiento”.
Aquí, hoy y por todos, o casi, la preocupación generalizada de quienes debieran trabajar por sus conciudadanos es sobre cómo incrementar la dependencia envilecedora de todo un país respecto del dinero y como participar de la corrupción institucionalizada.
Viniendo de la France, de mi envidiada Francia, solo me resta desear que alguien, aquí y en algún momento no muy lejano grite, en cheli o en andaluz, en catalán o en vasco…..”Aux armes citoyens, formez vos bataillons”
No hay comentarios:
Publicar un comentario