Quiero afrontar un tema que, de entrada, acepto que me sobrepasa. La educación. Y no la educacion como sistema nacional, regional, local o familiar por el cual el saber cultural, tecnico o cientifico de un niño, de un adolescente o un universitario, crece y crece en cantidad y sentido adecuado. Me interesa la educacion social y politica que a todos los ciudadanos mas allá de edades, niveles culturales, sociales u economicos se ha de prestar desde aquellos que tienen la obligación de dar ejemplo. Ejemplo personal por el cual el respeto a la libertad de los demás les lleve a no engañar, no condicionar, no atosigar con las maravillas propias y a no denostar, no asustar y no descalificar con los horrores del de enfrente. La educación para la democrácia
Mi experiencia personal en los 31 años de vida democratica en este pais, y habiendo militado treinta de ellos en un partido en cuyo seno siempre he mantenido que el Psoe era mío y del resto de militantes, no al reves, es que nunca vi a nadie, ni de aqui ni de allá que, a fin de atraer convenciendo a alguien, incentivase a ese alguien a conocer, analizar, sopesar y decidir por si mismo qué, con quien, por qué, cuando y hasta donde se podia compartir itinerario en la acción politica. De otra forma, nunca vi a nadie fomentando la libertad de otro para, primero, informarse, pensar por sí mismo y despues decidir y elegir autónomamente.
Siempre, absolutamente siempre, el trabajo de proselitismo político se fundamentó en el halago, en la lisonja desmedida al militante novato, al elector no decantado, siempre la atracción a la nomina de adictos se basaba en la descalificacion del otro, tanto interno, cuanto mas externo y nunca el respeto a la libre y autónoma información, participación, capacidad de analisis y posterior decisión, se colocó en el frontispicio que todo demócrata ha de tener para si, el respeto a la libertad de pensamiento y de elección de todos y cada uno de los ciudadanos.
Hoy se está pagando la factura de esta larga ausencia del, para mi, principal valor en democracia, el respeto a la libertad de pensamiento y de elección y el mejor mecanismo que lo favorece, la pedagogía del ejemplo personal.
Es por esto que las campañas electorales son un mero mercadeo, tan mediocre como vergonzante. Es por esto que sin rubor alguno se tientan los mas infames y egoistas instintos, que son los que se han cultivado. Por esto, es por lo que nadie se escandaliza y, menos aún, nadie descalifica a quienes en una subasta indecente solo pretenden la compra votos, no convencer razonando. Es por esto, que en este caldo de cultivo la izquierda de los valores no puede sobrevivir.
Tan solo desde la cerrazón, desde el dogma, desde el clasico "o conmigo o contra mi", se puede entender lo que hoy "disfrutamos" en la cienaga de la politica española.
Si esto no se parece a la practica vaticanista de los dogmas transmitidos, de los escritos "ex-catedra", de la recreación del infierno, de la descalificacion del discolo que razona, de la demonización del que plantea alternativas, si ambas cosas no son las mismas con distintos, o no tan distintos, protagonistas, que alguien me lo aclare.
Le tienen miedo a la libertad intelectual de la gente, le tienen miedo, mas aún, pavor, a que la gente se decida a usar la dotación neuronal con la que cada uno cuenta, le tienen pavor a que alguien, de una vez por todas, les digan, yo se pensar por mi mismo, yo quiero equivocarme por mi mismo, yo soy el dueño de mis decisiones y las elaboro bajo mi propio criterio, yo no acepto que los que me olvidan y traicionan durante cuarenta y siete meses y medio, vengan a decirme que debo hacer el ultimo dia de esos cuatro años.
Deberían tenernos miedo a los ciudadanos si decidiesemos ser autenticamente libres. Por eso nos maleducan. Deberían tener miedo si los ciudadanos rechazasemos sus "o yo o el caos". Deberían tener miedo si los ciudadanos rechazasemos sus amenazas "....que viene la ..."
En alguna ocasión ya he recordado aquello que vociferó Millan Astray en Salamanca, "muera la inteligencia". Hoy hay que recordar lo que le contestó Unamuno, "vencereis, pero no convencereis" a lo que yo añado, ninguno.
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