lunes, 4 de febrero de 2008

LOS TRES LLORONES

Aún siendo zapateristas sobrevenidos, estos tres chicos a diferencia de la esposa presidencial, no saben la diferencia entre cantar y dar el cante. Los tres tenores, Pavarotti, Carreras y Domingo, a pesar de contar con la animadversion de los puristas del bel canto, consiguieron popularizar muchas arias que de otra forma hubiesen pasado desapercibidas a la mayoria de los ciudadanos distantes de la opera.

Como antitesis de los anteriores, estos tres llorones fueron los teloneros que, compungidos, entonces, escoltaron al Sebastian el dia que tuvo que dimitir, y por este servicio, poner la cara en aquel momento, han conseguido llenarse las manos, y para nada se acuerdan hoy del llorado "lider".
Estan en todas, no permiten que nadie les birle el mas minimo protagonismo, da igual de que se trate, urbanismo, comisiones (de investigacion), portavocias, no importa de que vaya la cosa, ellos han de ser el condimento de todas las salsas.
Y claro, con tanto prodigarse, dan el cante. No les importa que en el grupo municipal socialista haya gente con un recorrido y experiencia que, mejor que ellos, pudieran representar y poner cara al socialismo en Madrid, y adviertase que no digo el nuevo socialismo madrileño, no les importa que los ridiculos sean pan nuestro de cada dia, y a los diarios de sesiones municipales remito al lector. No les importa caer en medio de lo que en ocasiones denuncian imputandolo al de enfrente, solo les importa salir en la foto, poner la cara, sentirse importantes por creer que representan a esos otros socialistas que en forma alguna representan.
A quienes estos representan son a los "tiburones de la política"que, con el zapaterismo actual, consiguieron hacer presa en el Psoe, y con ello pasar por lo que no son. No saben, aunque ya se lo han dicho en publico, que son una anomalía temporal, que aun pudiendo durar cuatro largos años, acabarán como sus antecesores, pasando al olvido, si no a la verguenza, aunque, en algún caso sirviendo de nuevos ejemplos al cumplimiento de la ley de Murphy, aquella por la cual el grado de incompetencia se contrasta en muchas ocasiones por los vertiginosos ascensos que alguien en concreto disfruta.
Me sé yo de uno a quien no le quedan muchos telediarios, y hay dos al dia.

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