La incoherencia y la contradicción se están poniendo de manifiesto con toda su crudeza estos agitados días cuando los dos sistemas ideológicos imperantes tratan de defender a uno de los pilares filosóficos común a ambos, el papel del individuo en la sociedad.
Dicho como sigue o de forma parecida, dice caracterizarse el liberalismo por su aplastante fe en las capacidades de desarrollo social y económico que el individuo puede ejercitar si el entorno le facilita tales posibilidades y le limpia de maleza estatal el terreno de actuación económica. Abomina de las regulaciones estatales en materia económica y de las tutelas que este pueda imponer vía ley respecto a economía, fiscalidad incluida, y protección social.
En el otro lado, el socialismo democrático se caracterizaba por sostener que el equilibrio social y económico se obtiene por la acción socialmente equilibradora del estado y la regulación y supervisión del mercado como mecanismo asignador de bienes, actuando, bien que de forma secundaria, como ente provisor y amparador del individuo ante las deficiencias o abusos o injusticias que el mercado proveé.
Es en esta segunda concepción, la que trata de suavizar diferencias entre individuos y proteger de forma progresiva a quienes, como dicen ahora, no tienen de todo, donde se aloja la mas autentica expresión del llamado socialismo humanista, aquel que respetando la libertad individual y las capacidades e iniciativas también individuales, y apostando por su defensa, genera un impulso de justicia e igualdad designando al Estado como garante de mínimos derechos que individuos o grupos sociales, por la causa que fuere, no pueden alcanzar y/o ejercitar por sí mismos.
Es por lo anterior, bien que muy sintéticamente, que resulta evidente la contradicción por la que los defensores del individualismo a ultranza resultan ser los que sin pesadumbre alguna dejan en la cuneta de la vida a aquellos que por sí mismos no pueden unirse al triunfo de los más osados o mas desalmados, que de todo hay, mientras que los que supuestamente son defensores de figuras supra-individuales, del Estado y de su acción intervencionista en las relaciones sociales, acaban siendo los que efectivamente más se ocupan en la defensa del individuo, y preferentemente de aquellos más débiles.
Y llega esta contradicción al punto de la desfachatez de los primeros cuando acciones estatales intervencionistas en el campo de la economía, cuales están siendo la desbordada riada de dinero que esos Estados están aportando a la banca, provocan en los liberales contento, parabienes y apuestas bursátiles que parecen indicar futuras bonanzas económicas, y por el contrario, cuando en Argentina un gobierno nacionaliza fondos de pensiones privados que con aportaciones de más de 30000 millones de dólares han perdido desde la privatización de los sistemas públicos de pensiones más de 5000 millones de su valor, mientras que sus gestores han ganado más de 12000, entonces el capital, los liberales capitalistas alegremente “intervenidos”, se llevan las manos a la cabeza, despotrican de tal gobierno, lo acusan de latrocinio y no faltará mucho para que lo tachen de confiscador o marxista.
Llega al punto la contradicción de los liberales, que son ellos los que practican aquello que verbalizaban para ridiculizar al socialismo, “lo mío, mío, y lo tuyo de los dos”
Y es que, como nos recuerda hoy mismo Juan Francisco Martín Seco, en un derechoso digital que con su firma se lava la cara, la gente ha olvidado el pacto social y económico mundial que instauró la economía mixta de mercado y la fundación y establecimiento de los estados sociales y de derecho que todas las constituciones incluyen y amparan.
Este ha sido el único sistema que ha permitido disfrutar de paz y progreso aunque a veces alterados por las tensiones que solo el capitalismo, el liberalismo ultra, el de barra libre provoca en sociedades, antaño, y hoy ya en todo el mundo.
Tan mal acostumbrados los tenemos y tanto se han infiltrado en nuestro acerbo, que nuestros ahorros, aquellas migajas que dejan caer en nuestras manos y que nos obligan a depositarlas en sus bancos para disponer de ellas de forma casi gratuita, los valoramos más que nuestro propio futuro, nuestra propia paz, nuestra propia seguridad y lo que es más importante el futuro, la paz y la seguridad de nuestros hijos. Esta contaminación es la que hay que sacudirse si queremos recobrar el camino de la igualdad.
Dicho como sigue o de forma parecida, dice caracterizarse el liberalismo por su aplastante fe en las capacidades de desarrollo social y económico que el individuo puede ejercitar si el entorno le facilita tales posibilidades y le limpia de maleza estatal el terreno de actuación económica. Abomina de las regulaciones estatales en materia económica y de las tutelas que este pueda imponer vía ley respecto a economía, fiscalidad incluida, y protección social.
En el otro lado, el socialismo democrático se caracterizaba por sostener que el equilibrio social y económico se obtiene por la acción socialmente equilibradora del estado y la regulación y supervisión del mercado como mecanismo asignador de bienes, actuando, bien que de forma secundaria, como ente provisor y amparador del individuo ante las deficiencias o abusos o injusticias que el mercado proveé.
Es en esta segunda concepción, la que trata de suavizar diferencias entre individuos y proteger de forma progresiva a quienes, como dicen ahora, no tienen de todo, donde se aloja la mas autentica expresión del llamado socialismo humanista, aquel que respetando la libertad individual y las capacidades e iniciativas también individuales, y apostando por su defensa, genera un impulso de justicia e igualdad designando al Estado como garante de mínimos derechos que individuos o grupos sociales, por la causa que fuere, no pueden alcanzar y/o ejercitar por sí mismos.
Es por lo anterior, bien que muy sintéticamente, que resulta evidente la contradicción por la que los defensores del individualismo a ultranza resultan ser los que sin pesadumbre alguna dejan en la cuneta de la vida a aquellos que por sí mismos no pueden unirse al triunfo de los más osados o mas desalmados, que de todo hay, mientras que los que supuestamente son defensores de figuras supra-individuales, del Estado y de su acción intervencionista en las relaciones sociales, acaban siendo los que efectivamente más se ocupan en la defensa del individuo, y preferentemente de aquellos más débiles.
Y llega esta contradicción al punto de la desfachatez de los primeros cuando acciones estatales intervencionistas en el campo de la economía, cuales están siendo la desbordada riada de dinero que esos Estados están aportando a la banca, provocan en los liberales contento, parabienes y apuestas bursátiles que parecen indicar futuras bonanzas económicas, y por el contrario, cuando en Argentina un gobierno nacionaliza fondos de pensiones privados que con aportaciones de más de 30000 millones de dólares han perdido desde la privatización de los sistemas públicos de pensiones más de 5000 millones de su valor, mientras que sus gestores han ganado más de 12000, entonces el capital, los liberales capitalistas alegremente “intervenidos”, se llevan las manos a la cabeza, despotrican de tal gobierno, lo acusan de latrocinio y no faltará mucho para que lo tachen de confiscador o marxista.
Llega al punto la contradicción de los liberales, que son ellos los que practican aquello que verbalizaban para ridiculizar al socialismo, “lo mío, mío, y lo tuyo de los dos”
Y es que, como nos recuerda hoy mismo Juan Francisco Martín Seco, en un derechoso digital que con su firma se lava la cara, la gente ha olvidado el pacto social y económico mundial que instauró la economía mixta de mercado y la fundación y establecimiento de los estados sociales y de derecho que todas las constituciones incluyen y amparan.
Este ha sido el único sistema que ha permitido disfrutar de paz y progreso aunque a veces alterados por las tensiones que solo el capitalismo, el liberalismo ultra, el de barra libre provoca en sociedades, antaño, y hoy ya en todo el mundo.
Tan mal acostumbrados los tenemos y tanto se han infiltrado en nuestro acerbo, que nuestros ahorros, aquellas migajas que dejan caer en nuestras manos y que nos obligan a depositarlas en sus bancos para disponer de ellas de forma casi gratuita, los valoramos más que nuestro propio futuro, nuestra propia paz, nuestra propia seguridad y lo que es más importante el futuro, la paz y la seguridad de nuestros hijos. Esta contaminación es la que hay que sacudirse si queremos recobrar el camino de la igualdad.
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