jueves, 2 de octubre de 2008

UN ATROPELLO

He sido testigo presencial de un atropello terrible. Cuando iba a tomar un café, ese café que mata el gusanillo de media mañana, y mientras decenas de ciudadanos se ocupaban de su diaria actividad, un vehiculo de esos que el difunto Gil y Gil llamaría “ostentoreos”, de los que según él utilizan los que están en el “candelabro”, a toda velocidad y con la música a todo volumen, -si lo que sonaba se podía llamar música-, ha pasado por encima de una señora que con el carrito de la compra atravesaba la calzada por un paso de peatones.
La señora salió despedida por los aires y en su maltrecho y vapuleado cuerpo se podían apreciar fracturas y contusiones que solo los profesionales de la medicina podrían valorar.
El conductor del vehiculo se detuvo unos metros mas adelante y con displicencia ofensiva se encaró primero con la atropellada y después con quienes osamos recriminarle su conducta.
En ese revuelo, con aglomeración de viandantes, trafico interrumpido, y voces y brazos mas altos de lo normal, apareció la autoridad en la figura de varios policías, que, cual no sería la sorpresa de los allí presentes, ampararon al atropellador, le conminaron a que se marchase, y con escolta motorizada le abrió paso y protegió en su inducida huida y, mientras a lo lejos sonaban las sirenas de lo que parecia una ambulancia atascada en el interrumpido trafico, los agentes se cebaban en el acoso a la señora atropellada mientras ella se quejaba de sus lesiones.
De nada valió que los testigos adujesen que la señora cruzaba por el paso de peatones debidamente señalizado, de nada sirvió mencionar la excesiva velocidad del vehiculo que la había atropellado, de nada sirvió el previo intento de retener al presunto delincuente que en su actitud agresiva y con su gangosa y trabada lengua había demostrado estar bajo los efectos de algún "estimulante".
Ante la sorpresa de todos los ciudadanos, la autoridad culpó del atropello a la victima del mismo, a la cual reprochaba los costes que iba a provocar su atropello tanto en gastos sanitarios como en los costes de reparación de los daños que su cuerpo había causado al vehiculo a los que, previsiblemente, habría que sumar la posible indemnización que el conductor demandase por daños y perjuicios.
En esta sorprendente situación estábamos los testigos cuando al fin llegó lo que momentos antes creíamos que por el sonido de sus sirenas era una ambulancia dispuesta a atender a la atropellada, mas de nuevo, otra sorpresa, lo que llegó fue una grúa, al parecer alertada y reclamada por la policía que con gran dotación de medios humanos y materiales, un lujazo de grua, rápidamente se interesó por el vehiculo involucrado en el atropello a fin de rescatarle y repararle. Puestos en antecedentes sus ocupantes de que el vehiculo había partido contando con la protección de la escolta motorizada de la policía, saltaron de nuevo, conductor y mecánicos, al interior de la grúa, para, cual bólido deportivo, salir tras el escoltado vehiculo, produciéndose en ese momento algo que de nuevo dejó helado a los asistentes, cada vez mas y cada vez mas atónitos, ya que por segunda vez la maltrecha ciudadana que aun rebullía en el suelo, fue de nuevo atropellada por quienes se suponía habrían de haber llegado para ayudarla.
En ese desgraciado y desconcertante punto apareció un grueso contingente de policías y “seguratas” que porra en mano y de forma mas imperativa que educada obligaron a unos a recoger y atender de forma colectiva a la atropellada y al resto los disolvió con su contundencia habitual, haciendo que nos dispersásemos por las inmediaciones.

Y…… colorin colorado este cuento…….no se ha acabado, ya que espero de la perspicacia de mis lectores que sepan “leer” quien es la atropellada, quien el atropellador y al servicio de quien está la “autoridad” en esta crisis que a todos nos atropella.

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