No sé si alguien tendrá cuantificadas las veces que en la raza humana se habrán producido en el pasado acciones colectivas en defensa de principios y valores que han permitido a muchos de sus componentes sentirse orgullosos de pertenecer a ella, y de otro lado, tener cuantificadas y cualificadas aquellas otras acciones que han hecho y siguen haciendo que mas de uno nos avergoncemos de esa misma condición.
Mas difícil aun será que alguien pueda haber contrapesado las unas con las otras, y por lo tanto es casi imposible que pueda haber una resultante final que nos certifique si la condición humana es positiva para ella misma o por el contrario aquello de “Homo hominis lupus” es tan cierto como persistente.
Si se limita en el tiempo el análisis de esos hechos y se concentra la mirada en dos de ellos, contrapuestos entre si, quizás se pueda obtener una aproximación a la calificación final, que no por serlo ha de ser inamovible.
Veamos esos dos ejemplos cronologicamente tan consecutivos como contrapuestos. Con carácter general se considera a la segunda guerra mundial como el conflicto que reunió de un lado a las democracias occidentales, -excepción hecha de la URSS-, y su sentido de la libertad y del otro lado, el perdedor, a las naciones que en ese tiempo respaldaron una concepción totalitaria y expansionista de sus estados. Se libró por los medios más cruentos una batalla entre libertad y autoritarismo que, con la victoria de los defensores de la democracia, permitió y facilitó la posterior liberación de muchas otras sociedades y naciones, extendiendo los beneficios que libertad y democracia llevan consigo.
Los más puristas de la historia pueden aducir que bajo la apariencia de filantropía democrática, las potencias aliadas ocultaban grandes intereses económicos que atizaron el desencadenamiento de aquella guerra, cierto, pero no lo es menos que los efectos posteriores, inmediatos a la derrota del autoritarismo, fueron altamente positivos y permitieron grados de desarrollo social, bien que en diversos grados a nivel mundial.
Desde esos momentos y tras largos años de guerra fría que acabó, mas tarde que temprano, con los estatalismos tan colectivizadores como yermos de libertad y progreso, la practica unicidad de funcionamiento de la economía, las finanzas, el comercio y los mercados, han producido que desde Japón a Estados Unidos, de Londres a China, de Paris a Pretoria, de Frankfurt a Milán, todos actúen con los mismos objetivos y con los mismos procedimientos. He aquí el segundo de los hechos, bien que derivado del primero de ellos.
En el devenir del funcionamiento del capital, este, ha llegado al punto de haber roto todos sus pactos; ni ha respetado el propio pacto interno que en 1944 suscribió con sus aliados en Bretton Woods, el que certificó el dominio económico mundial de los USA, ni el concertado con los socialdemócratas europeos surgidos de Bad Godesberg. Hoy el capital no admite pacto alguno ya que el único objetivo de este capitalismo rampante y agresivo, libre de “ataduras” y condicionamientos provenientes de inexistentes adversarios, es solo la obtención del mayor y mas rápido enriquecimiento, usando cualquiera de los medios que a su alcance tenga y sin reparar en sus consecuencias.
Y con ese objetivo y por esos medios, esquilmando a la mayoría de la humanidad, provocando hambre, muerte, injusticia y desolación, el sistema ha llegado al borde de un precipicio, necesitando que sus operarios políticos estén teniendo que salir a refundar, dicen, su capitalismo, ya que su excesos les han provocado que a ellos mismos, los manipuladores del sistema, también les hayan salpicado los efectos de su infamias, bien que moduladas en su gravedad y limitadas a un gran atasco en la circulación de capitales, atasco basado en la desconfianza reciproca, ya que todos saben cuales han sido las artimañas utilizadas en su raudo enriquecimiento.
En esta situación, hay quien dice que esa posible refundación y las medidas que están adoptando los gobiernos equivalen a poner gasolina en las manos de los pirómanos, hay quien dice que es necesario volver a la regulación y supervisión del sistema, como si realmente hubiesen existido alguna vez, hay quien, más explícitamente, se atreve a pedir el control de la política sobre el sistema capitalista, y hay quien solo pretende restablecer la circulación atascada y por esto, hay quien nada confía en que de algo sirvan las medidas que se están adoptando.
Pero no hay nadie que parta de lo que los hechos históricos han venido demostrando una y otra y otra vez, que el capitalismo por mucho que lo puedan modular, controlar, vigilar, regular, incluso intervenir, antes o después volverá a las andadas, ya que su genética es la de la codicia, el abuso, la injusticia, y en el extremo, el hambre, la muerte y la degradación del planeta.
Si se quiere seriamente afrontar el nuevo siglo con algunas garantías de avances sociales para toda la humanidad, lo que es perentorio refundar es la decencia y la verdad. Tanto una como otra mantendrían a raya al capitalismo y quizás, en el colmo mi ingenuidad, hasta lo humanizasen. Amen.
Mas difícil aun será que alguien pueda haber contrapesado las unas con las otras, y por lo tanto es casi imposible que pueda haber una resultante final que nos certifique si la condición humana es positiva para ella misma o por el contrario aquello de “Homo hominis lupus” es tan cierto como persistente.
Si se limita en el tiempo el análisis de esos hechos y se concentra la mirada en dos de ellos, contrapuestos entre si, quizás se pueda obtener una aproximación a la calificación final, que no por serlo ha de ser inamovible.
Veamos esos dos ejemplos cronologicamente tan consecutivos como contrapuestos. Con carácter general se considera a la segunda guerra mundial como el conflicto que reunió de un lado a las democracias occidentales, -excepción hecha de la URSS-, y su sentido de la libertad y del otro lado, el perdedor, a las naciones que en ese tiempo respaldaron una concepción totalitaria y expansionista de sus estados. Se libró por los medios más cruentos una batalla entre libertad y autoritarismo que, con la victoria de los defensores de la democracia, permitió y facilitó la posterior liberación de muchas otras sociedades y naciones, extendiendo los beneficios que libertad y democracia llevan consigo.
Los más puristas de la historia pueden aducir que bajo la apariencia de filantropía democrática, las potencias aliadas ocultaban grandes intereses económicos que atizaron el desencadenamiento de aquella guerra, cierto, pero no lo es menos que los efectos posteriores, inmediatos a la derrota del autoritarismo, fueron altamente positivos y permitieron grados de desarrollo social, bien que en diversos grados a nivel mundial.
Desde esos momentos y tras largos años de guerra fría que acabó, mas tarde que temprano, con los estatalismos tan colectivizadores como yermos de libertad y progreso, la practica unicidad de funcionamiento de la economía, las finanzas, el comercio y los mercados, han producido que desde Japón a Estados Unidos, de Londres a China, de Paris a Pretoria, de Frankfurt a Milán, todos actúen con los mismos objetivos y con los mismos procedimientos. He aquí el segundo de los hechos, bien que derivado del primero de ellos.
En el devenir del funcionamiento del capital, este, ha llegado al punto de haber roto todos sus pactos; ni ha respetado el propio pacto interno que en 1944 suscribió con sus aliados en Bretton Woods, el que certificó el dominio económico mundial de los USA, ni el concertado con los socialdemócratas europeos surgidos de Bad Godesberg. Hoy el capital no admite pacto alguno ya que el único objetivo de este capitalismo rampante y agresivo, libre de “ataduras” y condicionamientos provenientes de inexistentes adversarios, es solo la obtención del mayor y mas rápido enriquecimiento, usando cualquiera de los medios que a su alcance tenga y sin reparar en sus consecuencias.
Y con ese objetivo y por esos medios, esquilmando a la mayoría de la humanidad, provocando hambre, muerte, injusticia y desolación, el sistema ha llegado al borde de un precipicio, necesitando que sus operarios políticos estén teniendo que salir a refundar, dicen, su capitalismo, ya que su excesos les han provocado que a ellos mismos, los manipuladores del sistema, también les hayan salpicado los efectos de su infamias, bien que moduladas en su gravedad y limitadas a un gran atasco en la circulación de capitales, atasco basado en la desconfianza reciproca, ya que todos saben cuales han sido las artimañas utilizadas en su raudo enriquecimiento.
En esta situación, hay quien dice que esa posible refundación y las medidas que están adoptando los gobiernos equivalen a poner gasolina en las manos de los pirómanos, hay quien dice que es necesario volver a la regulación y supervisión del sistema, como si realmente hubiesen existido alguna vez, hay quien, más explícitamente, se atreve a pedir el control de la política sobre el sistema capitalista, y hay quien solo pretende restablecer la circulación atascada y por esto, hay quien nada confía en que de algo sirvan las medidas que se están adoptando.
Pero no hay nadie que parta de lo que los hechos históricos han venido demostrando una y otra y otra vez, que el capitalismo por mucho que lo puedan modular, controlar, vigilar, regular, incluso intervenir, antes o después volverá a las andadas, ya que su genética es la de la codicia, el abuso, la injusticia, y en el extremo, el hambre, la muerte y la degradación del planeta.
Si se quiere seriamente afrontar el nuevo siglo con algunas garantías de avances sociales para toda la humanidad, lo que es perentorio refundar es la decencia y la verdad. Tanto una como otra mantendrían a raya al capitalismo y quizás, en el colmo mi ingenuidad, hasta lo humanizasen. Amen.
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