martes, 23 de marzo de 2010

LA REBELDIA DESTRUCTIVA

Informa hoy “El País” sobre una intervención de Felipe González en la Universidad de Nueva York en la que ha mostrado su preocupación porque no se esté aprovechando la ocasión de la crisis para "poner un poco de orden que permita la reforma del funcionamiento del mercado financiero, que salve a la economía de mercado de implosiones sociales que en el futuro no serán contenibles como esta vez". En este sentido, ha afirmado que no puede confiarse en la "mano invisible" de soluciona todo por sí solo. "La próxima será una crisis de rebeldía destructiva".
Una vez más, con esta percepción de la realidad, se demuestra el abismo que separa a quien hasta la rancia derecha española reconoce como el mejor político que ha tenido España en el siglo pasado, de aquellos otros que, como los de ahora, solo saben dónde está su mano izquierda si esta percibe metálico alguno.
No anda descaminado González, cuando se teme que la próxima crisis sea de rebeldía destructiva, pero desde mi percepción personal estimo que pudiera estar pecando de optimismo, de ese optimismo antropológico que, quizás, le haya sido contagiado por el líder de la conjunción planetaria, y puesto que se siguen acumulando sobre las espaldas de los que menos tienen una insoportable cantidad de abusos, de mentiras y de injusticias como nunca antes en tan poco tiempo se dieron, no hay que descartar que esa “rebeldía destructiva”, que González atribuye a otra próxima crisis, se produzca en el inmediato futuro.
Cuando la ciudadanía comprueba cómo de la crisis provocada por el sistema financiero y por sus protegidos del ladrillo, son estos los que salen fortalecidos con la “protección” del Estado. Cuando ya la totalidad de los españoles han constatado como sus impuestos actuales y los futuros se han empeñado a favor de los que más tienen. Cuando agotadas las disponibilidades financieras del Estado se acude al sistema de protección social para obtener más fondos con los que seguir la discriminatoria acción financiadora que la clase política española otorga a los plutócratas. Cuando esa misma clase política se concierta en contra de las necesidades de los declarados como dependientes, quienes por primera vez iban a ser atendidos por la acción social del estado. Cuando sin contraprestación alguna se regala dinero público a quienes siguen generando la causa del mayor malestar social, el paro, que en todo el periodo de esta llamada democracia española, jamás, en tal cuantía se ha sufrido. Cuando todo lo anterior es de dominio público y de carácter irrefutable sea cual sea el posicionamiento político de cada ciudadano, hay que tener muy presente, y de ninguna manera descartar, que todo ese cúmulo de ataques al bienestar social acabe provocando la rebeldía ciudadana, esa rebeldía destructiva que se teme González sin que haya que esperar a otra beneficiosa crisis del sistema financiero y ladrillista español.
Mi mayor deseo es equivocarme, pero para que tal suceda y la explosión de rebeldía ciudadana no se dé, se debería cumplir un requisito que desde mi entender considero prácticamente imposible, que rectifique toda la clase política y sindical española y que la acción del estado se oriente a proteger a sus ciudadanos, especialmente a los más desfavorecidos y no a las mal llamadas instituciones financieras, causantes, con premio, de esta situación de injusticia social inaceptable. Pero me temo que va a ser que no.

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