La prensa de hoy reproduce algo así como una petición de auxilio, miejita lastimera, que ayer lanzó el don Pepiño. Al parecer dijo que todo esto de la crisis es cuestión de confianza, y miren por donde, por una vez y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo, (ma non troppo), con la afirmación el cancerbero del PSOE.
Cierto que para que la economía capitalista funcione es necesario que los hoy llamados emprendedores, -parece que a los progresistas les da urticaria nombrarles como empresarios o patronos-, estos necesitan confiar en que sus determinaciones empresariales les conducirán directamente al beneficio.
Tan cierto como lo anterior es que esas determinaciones empresariales se sustentan siempre en la inversión, bien de capital ajeno o de aquellas reservas previamente obtenidas por la empresa. Por lo tanto es imprescindible para la generación de empleo y riqueza la inversión empresarial y para que esta exista ha de existir un fluido canal de financiación ajena.
Y esto es lo que no está funcionando en este país. La banca, bancos y cajas, han decidido que no se dan las condiciones para retomar la senda de la financiación, siquiera sea selectiva de las empresas que con proyectos solventes y viables acuden al crédito bancario.
Igualmente cierto es que tras un desembolso multimillonario que el Estado ha hecho a fin de conseguir que se reestableciesen esos cauces de financiación, el cauce parece mantenerse como estaba, atascado, ya que las oficinas bancarias tienen instrucciones de centrar su actividad en la captación de pasivo. Nada de abrir el grifo de los créditos.
Pero dicho lo anterior no se puede orillar que la mayor de las confianzas que coopera de forma determinante a que la economía se active, es la confianza que todos los agentes económicos y sociales depositan, tras analizarlas, en las determinaciones del consejo de administración de la empresa mas poderosa de España, el Consejo de Ministros. Y hay que decir que de la secuencia de las determinaciones económicas de estos aprendices de empresarios solo emana incertidumbre, contradicciones y desconfianza, por lo que hoy por hoy solo consiguen lo contrario de lo pretendido ya que para los inversores su enmarañado conjunto de decisiones solo les ha provocado desconfianza y confusión.
Se han dilapidado miles de millones de euros en salvar a políticos metidos a banqueros a los que el tiempo y el estallido de la burbuja inmobiliaria han puesto en su lugar, unos simples especuladores. Se han regado a las empresas del ladrillo con una lluvia de millones sin contraprestación económica o social alguno. Por estos motivos se está incrementando la deuda publica española hasta limites que han alarmado a los inversores y especuladores internacionales.
Y junto a este diluvio de millones para los que más tienen, para los que se niegan a cumplir con su función social de prestar dinero, solo toman la determinación de subir los impuestos a los que menos tienen.
Y hoy, en su afán de dar solidez a esa confianza que reclaman, se desdicen de lo que tan solo hace dos meses era el tótem del futuro económico español para el zapaterismo, la Ley de Economía Sostenible. Hoy, han concluido que la solución a los males de la economía española pasa por establecer ayudas publicas para que el ladrillo, de nuevo, tire de la actividad económica y del empleo.
Se han acabado las ínfulas ecologistas, se han acabado las grandezas de la I+D+i, se han acabado los brotes verdes y pretenden que lo que brote de esta ultima ocurrencia sea, otra vez, de color teja.
Lleva razón Pepiño cuando afirma que lo fundamental es generar confianza, y como le tengo por un bicho de los que si se muerde la lengua, se envenena, me pregunto si su afirmación va dirigida a los empresarios y banqueros, al pueblo en general, o al extraviado Zp.
Cierto que para que la economía capitalista funcione es necesario que los hoy llamados emprendedores, -parece que a los progresistas les da urticaria nombrarles como empresarios o patronos-, estos necesitan confiar en que sus determinaciones empresariales les conducirán directamente al beneficio.
Tan cierto como lo anterior es que esas determinaciones empresariales se sustentan siempre en la inversión, bien de capital ajeno o de aquellas reservas previamente obtenidas por la empresa. Por lo tanto es imprescindible para la generación de empleo y riqueza la inversión empresarial y para que esta exista ha de existir un fluido canal de financiación ajena.
Y esto es lo que no está funcionando en este país. La banca, bancos y cajas, han decidido que no se dan las condiciones para retomar la senda de la financiación, siquiera sea selectiva de las empresas que con proyectos solventes y viables acuden al crédito bancario.
Igualmente cierto es que tras un desembolso multimillonario que el Estado ha hecho a fin de conseguir que se reestableciesen esos cauces de financiación, el cauce parece mantenerse como estaba, atascado, ya que las oficinas bancarias tienen instrucciones de centrar su actividad en la captación de pasivo. Nada de abrir el grifo de los créditos.
Pero dicho lo anterior no se puede orillar que la mayor de las confianzas que coopera de forma determinante a que la economía se active, es la confianza que todos los agentes económicos y sociales depositan, tras analizarlas, en las determinaciones del consejo de administración de la empresa mas poderosa de España, el Consejo de Ministros. Y hay que decir que de la secuencia de las determinaciones económicas de estos aprendices de empresarios solo emana incertidumbre, contradicciones y desconfianza, por lo que hoy por hoy solo consiguen lo contrario de lo pretendido ya que para los inversores su enmarañado conjunto de decisiones solo les ha provocado desconfianza y confusión.
Se han dilapidado miles de millones de euros en salvar a políticos metidos a banqueros a los que el tiempo y el estallido de la burbuja inmobiliaria han puesto en su lugar, unos simples especuladores. Se han regado a las empresas del ladrillo con una lluvia de millones sin contraprestación económica o social alguno. Por estos motivos se está incrementando la deuda publica española hasta limites que han alarmado a los inversores y especuladores internacionales.
Y junto a este diluvio de millones para los que más tienen, para los que se niegan a cumplir con su función social de prestar dinero, solo toman la determinación de subir los impuestos a los que menos tienen.
Y hoy, en su afán de dar solidez a esa confianza que reclaman, se desdicen de lo que tan solo hace dos meses era el tótem del futuro económico español para el zapaterismo, la Ley de Economía Sostenible. Hoy, han concluido que la solución a los males de la economía española pasa por establecer ayudas publicas para que el ladrillo, de nuevo, tire de la actividad económica y del empleo.
Se han acabado las ínfulas ecologistas, se han acabado las grandezas de la I+D+i, se han acabado los brotes verdes y pretenden que lo que brote de esta ultima ocurrencia sea, otra vez, de color teja.
Lleva razón Pepiño cuando afirma que lo fundamental es generar confianza, y como le tengo por un bicho de los que si se muerde la lengua, se envenena, me pregunto si su afirmación va dirigida a los empresarios y banqueros, al pueblo en general, o al extraviado Zp.
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