No está de más hacer un repaso de cómo están las cosas este 14 de abril de setenta y nueve años después de aquel ilusionado de 1931.
Muy esquemáticamente: tenemos un país con cinco millones de parados, con mas de millón y medio de hogares en los que todos sus miembros en edad de trabajar están en paro. Gozamos de un sistema económico y financiero que a pesar de haber disfrutado de unos años dorados ,ha provocado la más profunda crisis social que desde aquel lejano entonces hemos soportado. En los treinta y dos años de aparente sistema democrático tan solo se han desarrollado los aspectos económicos que recogidos en la constitución de 1978 favorecen a los poderosos.
De esos treinta y dos años de apariencia democrática, casi veinte de ellos hemos tenidos gobiernos respaldados por el PSOE, a pesar de lo cual tanto en épocas de crisis económicas y sociales como en tiempos de vacas gordas, los derechos ciudadanos han adelgazado y los servicios y prestaciones sociales menguan cada vez que los plutócratas dictaminan que estamos en crisis.
Con la excepción de los primeros años de los gobiernos de Felipe González, difícil es encontrar tiempos de ilusión y avances en la practica de los derechos ciudadanos.
Hoy la derecha, con la perdida del poder y la carcoma de la corrupción, se está alejando del objetivo centrista hacia el que decían que caminaban y retornan a la nostalgia y el sentir del franquismo sociológico de los sesenta y setenta. De estos franquistas, los más extremados parece que resucitan, y concitados con los fascistas emboscados en la judicatura, -el único estamento del estado que nunca, ni en poco ni en mucho, se adaptó a las formas de la democracia-, atacan a este débil sistema democrático al atacar al único juez que ha osado investigar los crímenes del franquismo.
Con este panorama de crisis económica y financiera, con su efecto, el drama del paro, con una clase política que es percibida por la ciudadanía como el segundo problema del país, con una clase sindical y empresarial donde unos han hecho de su vivir a costa del erario publico su razón de ser y donde otros, los grandes empresarios, viven de no aportar nada a ese mismo erario.
Con la otra pata que soportó al franquismo, la iglesia católica, interviniendo en la política asociada tanto a la derecha política como a la económica que desde la banca y el presupuesto publico la alimentan.
Con una izquierda política que, como mantiene Carrillo, está perdída y sin ideas. Con un gobierno que dice hacer más por los que menos tienen gastando el dinero de los impuestos y los excedentes de la seguridad social en sostener a banqueros y colegas incrustados en las cajas de ahorros y, finalmente, con una ciudadanía que está percibiendo el crujir del sistema, su corrupción, su incapacidad para resolver los problemas de los ciudadanos. Una ciudadanía que contempla pasiva como los que habrían de facilitarles mejor forma de vida solo se ocupan de mantenerse en el poder, unos, o “matar” por alcanzarlo, otros.
Así, en este aniversario de la proclamación de la segunda republica española, es auténticamente lamentable leer a nostálgicos de aquel ilusionado fracaso cuando hoy, así y aquí, en vez de a un Azaña o a un Negrin tenemos a un Zp o a un Rajoy, cuando en vez de un Prieto tenemos a un Pepiño, en vez de un Largo Caballero tenemos a un Sebastian, tenemos a una tal Bibi remedando a Clara Campoamor, cuando en vez de a un Antonio Machado tenemos a un Suso del Toro, cuando en vez de un García Lorca tenemos a Belén Esteban.
Y del otro lado……¿donde están los Ortega, los Marañon, los Unamuno, los Company, los Aguirre?.
No hay nada políticamente racional que, más allá del atavismo izquierdoso de quitar reyes porque sí, soportase la lucha ciudadana por el establecimiento un nuevo sistema que a la cabeza del Estado favoreciese la libertad, la igualdad y la justicia para los que más las necesitan.
No tenemos la clase política ilustrada y a la vez obrera que configuró el denostado y a la vez ilusionante Frente Popular. Hoy la autodenominada izquierda institucional, la que de su antigua identidad solo mantiene la denominación, esa que tras la tropelías derechistas que vienen perpetrando y aun suponiéndola voluntad republicana, es imposible que obtuviese respaldo ciudadano para acometer tal cambio constitucional, pero sobretodo y fundamentalmente, en contraste con el pasado, tenemos a una sociedad en la que ha calado hasta su tuétano individual aquello de gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones, esos ciudadanos apáticos, políticamente abúlicos por desengañados, crecientemente refractarios a los desmanes de los políticos, nunca se adentrarían en aventuras constitucionales que solo beneficiarían a otro grupo de políticos de las mismas características que los actuales, con la única diferencia de que estos querrían ocupar la Zarzuela.
Lo dicho, estando como estamos, entrar a cambiar “borbones” por “zapateros” o “ánsares”, es, a más de inútil estupidez, perder de vista lo que auténticamente interesa a los ciudadanos, es decir, hacerles el juego a las dos derechas.
Muy esquemáticamente: tenemos un país con cinco millones de parados, con mas de millón y medio de hogares en los que todos sus miembros en edad de trabajar están en paro. Gozamos de un sistema económico y financiero que a pesar de haber disfrutado de unos años dorados ,ha provocado la más profunda crisis social que desde aquel lejano entonces hemos soportado. En los treinta y dos años de aparente sistema democrático tan solo se han desarrollado los aspectos económicos que recogidos en la constitución de 1978 favorecen a los poderosos.
De esos treinta y dos años de apariencia democrática, casi veinte de ellos hemos tenidos gobiernos respaldados por el PSOE, a pesar de lo cual tanto en épocas de crisis económicas y sociales como en tiempos de vacas gordas, los derechos ciudadanos han adelgazado y los servicios y prestaciones sociales menguan cada vez que los plutócratas dictaminan que estamos en crisis.
Con la excepción de los primeros años de los gobiernos de Felipe González, difícil es encontrar tiempos de ilusión y avances en la practica de los derechos ciudadanos.
Hoy la derecha, con la perdida del poder y la carcoma de la corrupción, se está alejando del objetivo centrista hacia el que decían que caminaban y retornan a la nostalgia y el sentir del franquismo sociológico de los sesenta y setenta. De estos franquistas, los más extremados parece que resucitan, y concitados con los fascistas emboscados en la judicatura, -el único estamento del estado que nunca, ni en poco ni en mucho, se adaptó a las formas de la democracia-, atacan a este débil sistema democrático al atacar al único juez que ha osado investigar los crímenes del franquismo.
Con este panorama de crisis económica y financiera, con su efecto, el drama del paro, con una clase política que es percibida por la ciudadanía como el segundo problema del país, con una clase sindical y empresarial donde unos han hecho de su vivir a costa del erario publico su razón de ser y donde otros, los grandes empresarios, viven de no aportar nada a ese mismo erario.
Con la otra pata que soportó al franquismo, la iglesia católica, interviniendo en la política asociada tanto a la derecha política como a la económica que desde la banca y el presupuesto publico la alimentan.
Con una izquierda política que, como mantiene Carrillo, está perdída y sin ideas. Con un gobierno que dice hacer más por los que menos tienen gastando el dinero de los impuestos y los excedentes de la seguridad social en sostener a banqueros y colegas incrustados en las cajas de ahorros y, finalmente, con una ciudadanía que está percibiendo el crujir del sistema, su corrupción, su incapacidad para resolver los problemas de los ciudadanos. Una ciudadanía que contempla pasiva como los que habrían de facilitarles mejor forma de vida solo se ocupan de mantenerse en el poder, unos, o “matar” por alcanzarlo, otros.
Así, en este aniversario de la proclamación de la segunda republica española, es auténticamente lamentable leer a nostálgicos de aquel ilusionado fracaso cuando hoy, así y aquí, en vez de a un Azaña o a un Negrin tenemos a un Zp o a un Rajoy, cuando en vez de un Prieto tenemos a un Pepiño, en vez de un Largo Caballero tenemos a un Sebastian, tenemos a una tal Bibi remedando a Clara Campoamor, cuando en vez de a un Antonio Machado tenemos a un Suso del Toro, cuando en vez de un García Lorca tenemos a Belén Esteban.
Y del otro lado……¿donde están los Ortega, los Marañon, los Unamuno, los Company, los Aguirre?.
No hay nada políticamente racional que, más allá del atavismo izquierdoso de quitar reyes porque sí, soportase la lucha ciudadana por el establecimiento un nuevo sistema que a la cabeza del Estado favoreciese la libertad, la igualdad y la justicia para los que más las necesitan.
No tenemos la clase política ilustrada y a la vez obrera que configuró el denostado y a la vez ilusionante Frente Popular. Hoy la autodenominada izquierda institucional, la que de su antigua identidad solo mantiene la denominación, esa que tras la tropelías derechistas que vienen perpetrando y aun suponiéndola voluntad republicana, es imposible que obtuviese respaldo ciudadano para acometer tal cambio constitucional, pero sobretodo y fundamentalmente, en contraste con el pasado, tenemos a una sociedad en la que ha calado hasta su tuétano individual aquello de gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones, esos ciudadanos apáticos, políticamente abúlicos por desengañados, crecientemente refractarios a los desmanes de los políticos, nunca se adentrarían en aventuras constitucionales que solo beneficiarían a otro grupo de políticos de las mismas características que los actuales, con la única diferencia de que estos querrían ocupar la Zarzuela.
Lo dicho, estando como estamos, entrar a cambiar “borbones” por “zapateros” o “ánsares”, es, a más de inútil estupidez, perder de vista lo que auténticamente interesa a los ciudadanos, es decir, hacerles el juego a las dos derechas.
1 comentario:
La república es algo mas que un simple cambio de colores; Es la república de los trabajadores no la república de la burguesía.
Saludos republicanos
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