Tenía la sana intención de ir abandonando paulatinamente la confrontación permanente con quienes con su acción política han llevado al PSOE a la traición y a la claudicación ante el poder del dinero. Tenia la sana intención de distanciar en el tiempo los post que subo a este blog y tener como único objetivo el desarrollar ideas y criterios sobre el devenir, por desgracia decadente, del sistema de protección social español, y ocasionalmente, tocar temas de fiscalidad.
Como digo, tenía esa sana intención. Pero no puede ser. Los zapateristas se empeñan en lograr que no prospere ninguna intención que pueda ser sana. Ni para mi, ni para nadie.
Cuando en el escaso plazo de tres días se producen tres noticias que desde orígenes distintos apuntan y coinciden en los blancos a alcanzar y destruir, me vence la indignación y no puedo evitar el intentar poner mi granito de arena en la muy engrasada rueda que desde el poder económico y político sigue aplastando a los mas débiles.
Domingo 4 de abril, “El País” nos obsequia con un durísimo reportaje sobre los desahucios que los paganos de la crisis económica y de empleo están sufriendo, cifrando en 350.000 las familias que han perdido su casa, lo pagado hasta el momento del embargo y por si fuera poco, han de afrontar el pago de al menos el 50 % del crédito pendiente.
Lunes 5 de abril, el mismo diario nos informa de cómo el gobierno está dispuesto a rebajar las cotizaciones de las empresas a la Seguridad Social por un monto total para este año 2010 de 3.000 millones de euros, aunque aclaran que, dado que la CEOE demanda rebajas por valor de 12.000 millones, la previsión inicial puede quedarse corta.
Martes 6 de abril, el Ministerio de Trabajo, (¡que sarcasmo llamarse así!), informa que en el pasado mes de marzo el paro “solo” ha crecido en 36.000 trabajadores más, alcanzando los 4.166.613 trabajadores en paro.
Como pueden comprobar mientras a los especuladores bursátiles les vuelve la sonrisa, mientras a los bancos y cajas las cuentas de resultados les revientan sus cámaras acorazadas, mientras el gobierno sigue financiándose de los superávits de la Seguridad Social y aplaza sine die las dotaciones al fondo de reserva, mientras doña Maravillas Rojo, Secretaria General de Empleo, (otro sarcasmo más del zapaterismo), califica esta situación laboral y social como una “continuación de los ajustes en el mercado de trabajo”, mientras todo esto sucede entre quienes nos oprimen económica, social y jurídicamente, el malestar social aumenta ante la ceguera de quienes debieran luchar, no solo velar, para que este país, sus ciudadanos y sus tierras pudieran estar orgullosos de si mismos por haber conseguido niveles de justicia social equiparables a los que otras sociedades, ni mas inteligentes ni mas poderosas, han alcanzado tras haberlo exigido y tras haber luchado por ello.
Aquí no es así. Aquí no cabe la mas mínima esperanza de que desde la clase política, y menos desde la económica, surja una chispa de rebeldía que prenda en la yesca que el común de los ciudadanos va pacientemente creando a base de abnegación, de sacrificio y de patriotismo, que no otras cosas son las que están practicando en silencio todos los millones de trabajadores a los que el sistema oprime.
Pero como todo tiene un limite, pudiera ser hasta deseable que fuese la propia ciudadanía la que iniciase el fuego que abrasase a este degenerado sistema y, purificando los cimientos de esta falsa democracia, permitiese construir una verdadera democracia en la que la igualdad, la libertad, la justicia social y la verdad fuesen principios intocables para todos, reverenciados e inalterables totems de nuestra sociedad.
Después de todo, esta debiera ser la más sana intención de cualquier demócrata.
Como digo, tenía esa sana intención. Pero no puede ser. Los zapateristas se empeñan en lograr que no prospere ninguna intención que pueda ser sana. Ni para mi, ni para nadie.
Cuando en el escaso plazo de tres días se producen tres noticias que desde orígenes distintos apuntan y coinciden en los blancos a alcanzar y destruir, me vence la indignación y no puedo evitar el intentar poner mi granito de arena en la muy engrasada rueda que desde el poder económico y político sigue aplastando a los mas débiles.
Domingo 4 de abril, “El País” nos obsequia con un durísimo reportaje sobre los desahucios que los paganos de la crisis económica y de empleo están sufriendo, cifrando en 350.000 las familias que han perdido su casa, lo pagado hasta el momento del embargo y por si fuera poco, han de afrontar el pago de al menos el 50 % del crédito pendiente.
Lunes 5 de abril, el mismo diario nos informa de cómo el gobierno está dispuesto a rebajar las cotizaciones de las empresas a la Seguridad Social por un monto total para este año 2010 de 3.000 millones de euros, aunque aclaran que, dado que la CEOE demanda rebajas por valor de 12.000 millones, la previsión inicial puede quedarse corta.
Martes 6 de abril, el Ministerio de Trabajo, (¡que sarcasmo llamarse así!), informa que en el pasado mes de marzo el paro “solo” ha crecido en 36.000 trabajadores más, alcanzando los 4.166.613 trabajadores en paro.
Como pueden comprobar mientras a los especuladores bursátiles les vuelve la sonrisa, mientras a los bancos y cajas las cuentas de resultados les revientan sus cámaras acorazadas, mientras el gobierno sigue financiándose de los superávits de la Seguridad Social y aplaza sine die las dotaciones al fondo de reserva, mientras doña Maravillas Rojo, Secretaria General de Empleo, (otro sarcasmo más del zapaterismo), califica esta situación laboral y social como una “continuación de los ajustes en el mercado de trabajo”, mientras todo esto sucede entre quienes nos oprimen económica, social y jurídicamente, el malestar social aumenta ante la ceguera de quienes debieran luchar, no solo velar, para que este país, sus ciudadanos y sus tierras pudieran estar orgullosos de si mismos por haber conseguido niveles de justicia social equiparables a los que otras sociedades, ni mas inteligentes ni mas poderosas, han alcanzado tras haberlo exigido y tras haber luchado por ello.
Aquí no es así. Aquí no cabe la mas mínima esperanza de que desde la clase política, y menos desde la económica, surja una chispa de rebeldía que prenda en la yesca que el común de los ciudadanos va pacientemente creando a base de abnegación, de sacrificio y de patriotismo, que no otras cosas son las que están practicando en silencio todos los millones de trabajadores a los que el sistema oprime.
Pero como todo tiene un limite, pudiera ser hasta deseable que fuese la propia ciudadanía la que iniciase el fuego que abrasase a este degenerado sistema y, purificando los cimientos de esta falsa democracia, permitiese construir una verdadera democracia en la que la igualdad, la libertad, la justicia social y la verdad fuesen principios intocables para todos, reverenciados e inalterables totems de nuestra sociedad.
Después de todo, esta debiera ser la más sana intención de cualquier demócrata.
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