Siempre he despreciado esa aparente obligación por la que al año nuevo ha de corresponderle una nueva y, se supone que, mejor vida nueva. Y lo he despreciado por dos razones, una, la componente clericaloide de la que se desprendía, y dos, por la constatada realidad de que aquellos que mas incidían en tan angelical propósito eran los que a lo largo del año mas se destacaban en llevar y aplicar a los demás su antigua y abusiva vida.
Viene lo anterior a cuento ya que me he hecho el propósito de, en este año, quizás el último del zapaterismo, modular, que no abolir, mis denuncias sobre los hechos de los cadavéricos progresistas. Y no por una mal entendida conmiseración hacia estos finados, sino por entender que con la desaparición del zapaterismo ni tan siquiera se comenzará el camino que colectivamente nos lleve a la verdadera democracia que la constitución contempla.
Puesto que entiendo que con el entierro del zapaterismo solo se abrirá la oportunidad, ligera y lejana, de que alguien en el Psoe recupere sus señas de identidad e inicie el largo camino de regeneración socialista y de recuperación de la credibilidad ciudadana que estos pre-fiambres han pisoteado, es imprescindible hacer hincapié en la denuncia de las graves heridas que la dictadura del capital y la degeneración de la clase política están causando al sistema democrático.
Hay quien se siente cómodo en el actual estado de cosas de la democracia española. Son aquellos, efectivamente acomodados a los privilegios del sistema, o bien aquellos otros que de su obcecación partidaria se retroalimentan tanto de su propio odio al supuesto adversario como de su voluntaria ceguera e incapacidad analítica.
De cara al futuro más o menos inmediato es necesario constatar la debilidad del sistema democrático español, y no tanto por la fuerza y extensión de los enemigos de la democracia que en progresión geométrica multiplican sus denuncias con el único propósito de enterrarla, que también, como por la necesidad de una profunda regeneración social que sea capaz de llevar a la convicción de las clases dependientes que el mal funcionamiento de la democracia española no puede ni debe ser sustituido por la anulación del sistema sino por la derrota de los que han provocado de forma interesada esa atrofia democrática.
El futuro de este país, el trabajo de los que creemos en el ciudadano político, aquel que participando o no directamente en la política, se interesa por ella y conforma opinión colectiva de manera libre y autónoma, ese futuro pasa ineludiblemente por la persistente denuncia de las carencias y amputaciones democráticas que hoy soportamos los españoles.
De esta convicción es de la que en lo sucesivo se ocupará preferentemente este blog. Repasaré todos y cada uno de los ámbitos institucionales, públicos y privados, que desde mi personal e intransferible punto de vista inciden e influyen negativamente en la degeneración del sistema. Con nombres y apellidos, siempre que pueda, denunciaré los intereses privados que se imponen a los colectivos, a los generales, a los de la ciudadanía. Señalaré el deshacer de aquellos que ufanándose de construir solo derruyen poco a poco las bases de la democracia, al tiempo que, como hoy con sus demandas de denuncias anónimas, arrojan sal en los ámbitos ciudadanos en los que pudieran sembrarse nuevas simientes de libertad e igualdad.
Tengo para este fin el mejor de los guiones y a él me voy a atener. Es el que escribieron unos ciudadanos imbuidos de la ilusión que como pueblo teníamos allá por el 1978, la arrinconada y por muchos odiada Constitución Española de 1978.
Viene lo anterior a cuento ya que me he hecho el propósito de, en este año, quizás el último del zapaterismo, modular, que no abolir, mis denuncias sobre los hechos de los cadavéricos progresistas. Y no por una mal entendida conmiseración hacia estos finados, sino por entender que con la desaparición del zapaterismo ni tan siquiera se comenzará el camino que colectivamente nos lleve a la verdadera democracia que la constitución contempla.
Puesto que entiendo que con el entierro del zapaterismo solo se abrirá la oportunidad, ligera y lejana, de que alguien en el Psoe recupere sus señas de identidad e inicie el largo camino de regeneración socialista y de recuperación de la credibilidad ciudadana que estos pre-fiambres han pisoteado, es imprescindible hacer hincapié en la denuncia de las graves heridas que la dictadura del capital y la degeneración de la clase política están causando al sistema democrático.
Hay quien se siente cómodo en el actual estado de cosas de la democracia española. Son aquellos, efectivamente acomodados a los privilegios del sistema, o bien aquellos otros que de su obcecación partidaria se retroalimentan tanto de su propio odio al supuesto adversario como de su voluntaria ceguera e incapacidad analítica.
De cara al futuro más o menos inmediato es necesario constatar la debilidad del sistema democrático español, y no tanto por la fuerza y extensión de los enemigos de la democracia que en progresión geométrica multiplican sus denuncias con el único propósito de enterrarla, que también, como por la necesidad de una profunda regeneración social que sea capaz de llevar a la convicción de las clases dependientes que el mal funcionamiento de la democracia española no puede ni debe ser sustituido por la anulación del sistema sino por la derrota de los que han provocado de forma interesada esa atrofia democrática.
El futuro de este país, el trabajo de los que creemos en el ciudadano político, aquel que participando o no directamente en la política, se interesa por ella y conforma opinión colectiva de manera libre y autónoma, ese futuro pasa ineludiblemente por la persistente denuncia de las carencias y amputaciones democráticas que hoy soportamos los españoles.
De esta convicción es de la que en lo sucesivo se ocupará preferentemente este blog. Repasaré todos y cada uno de los ámbitos institucionales, públicos y privados, que desde mi personal e intransferible punto de vista inciden e influyen negativamente en la degeneración del sistema. Con nombres y apellidos, siempre que pueda, denunciaré los intereses privados que se imponen a los colectivos, a los generales, a los de la ciudadanía. Señalaré el deshacer de aquellos que ufanándose de construir solo derruyen poco a poco las bases de la democracia, al tiempo que, como hoy con sus demandas de denuncias anónimas, arrojan sal en los ámbitos ciudadanos en los que pudieran sembrarse nuevas simientes de libertad e igualdad.
Tengo para este fin el mejor de los guiones y a él me voy a atener. Es el que escribieron unos ciudadanos imbuidos de la ilusión que como pueblo teníamos allá por el 1978, la arrinconada y por muchos odiada Constitución Española de 1978.
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