Si lo que está sucediendo en esta finca de las autonomías y lo que aseguran que pasará en el inmediato futuro se diese en la aldea gala de Asterix y Obelix, todos sus habitantes afirmarían que lo que más temían se estaba produciendo, que el cielo se les caía encima y ni Tutatis podría detenerlo.
Pues así estamos nosotros, con la muy sustancial diferencia que nosotros no nos oponemos a ninguno de los “romanos” invasores que nos asedian y que, para nuestra desgracia, la pócima anti Zp se llama Rajoy.
Que el cielo se nos cae encima es tan seguro como que tras el día viene la noche, y aunque dicen que hay que prepararse para la llegada de violentos extraterrestres y de la subida del nivel del mar por el cambio climático, para lo que debemos prepararnos, pero ya mismo, es para el trágala que en muy pocos días nos van a hacer deglutir cuales gansos a los que a la fuerza engordan el hígado para obtener, tras retorcerles el gaznate, su rico foie.
Y como gansos somos, pues que por tal nos tienen y nada les oponemos, nos van a descargar un acuerdo político-social-económico extorsionador revestido de la “legitimidad” que los firmantes se atribuyen a ellos mismos.
Se están contuberniando todos los poderosos organizados en esta dictadura del dinero en contra de los exiguos derechos que aun restan a los trabajadores de este país, y lo están haciendo a fin de dotarse con un solidario dique de clase dirigente que trate de impedir las revueltas sociales que, más temprano que tarde, su desvergüenza y sus ambiciones insolidarias están provocando.
No es de recibo para la inmensa mayoría de los españoles que la clase política, la empresarial y la sindical, amparados todos ellos por el poder del dinero, por el capitalismo nacional, se conciten para disminuir los derechos de los trabajadores, para incrementar el malestar social, para consolidar y aumentar las diferencias entre sectores sociales ya de por si distanciados en fortuna y calidad de vida.
El problema actual, la degradación del sistema de convivencia democrático generado por el comportamiento irresponsable y miope de todos los actores políticos, económicos y sindicales, pudiera verse ridiculizado y pasar a un segundo plano cuando tras nuevas vueltas a la tuerca que aprisionarán en la miseria y en la injusticia a millones de españoles, estos reaccionasen de la única manera que en la historia de España han reaccionado los oprimidos, con violencia.
No existen antecedentes históricos en los que el pueblo, ante situaciones de abuso de los poderosos, haya conseguido que sus opresores razonasen y se aviniesen a renunciar a sus imposiciones. Siempre la revuelta popular, la violencia, ha sido, por desgracia, el único método con el que el pueblo ha conseguido detener la explotación de los que siempre se han dicho ser los que velaban por los intereses generales.
De las reuniones que están manteniendo los amos de la política, los dueños del trabajo y del dinero y los ilegítimos detentadores de la representación de los trabajadores se va a derivar una cortina de humo que pudiera envolver y atufar las neuronas de muchos ciudadanos al presentarse como un equilibrado consenso entre los intereses de unos y los de otros. Y esta es para mí la clave que hay que desmenuzar.
¿Son diferentes y contrapuestos los intereses de la clase política, la económica y la sindical? Mi respuesta es tajante. No solo no son diferentes los intereses que les mueven, es que son complementarios, si no plenamente coincidentes. Veamos.
¿Cuál es el interés de la clase política española, con honrosas excepciones? En el Psoe, la necesidad absolutamente imperiosa, es intentar recuperar o al menos detener la sangría de credibilidad y de votos que de no cesar, les llevaría a la inoperatividad política. Es por ello que necesita que el conjunto de medidas absolutamente retrogradas que quieren aplicarnos sean de alguna forma avaladas por el resto de sus colegas y así poder vender a sus mesnadas que todos coinciden en el diagnostico de su enfermedad y en la medicación que para curársela hemos de tomar nosotros.
En el PP, en la seguridad de poder gobernar en algo menos de año y medio se está imponiendo la conveniencia de apoyar sin mucho protagonismo aquellas medidas que saben que tendrán que seguir aplicando ya que son las que su genética y sus correligionarios europeos les exigen. Así, sumados a esta ofensiva general contra los trabajadores, nadie estará legitimado para sin demagogia acusarles cuando gobiernen de ser lo que hoy son en cuestiones económicas, sociales y laborales el Psoe y los sindicatos.
En resumen, aun con razones distintas, Psoe y PP coinciden plenamente en solo defender sus intereses partidarios cuando de lo que ha de defenderse son los intereses de los ciudadanos.
Paso por alto el analizar los intereses de capital, de la patronal, ya que esos intereses, por conocidos e inmutables, vienen a demostrar por si mismos que si el capital por mano de la patronal se suma a algún acuerdo, es porque se aseguran incrementar alguna forma de ganancia gremial, sea dinero, poder o como viene sucediendo desde tiempo inmemorial, capacidad de sometimiento sobre los trabajadores.
De los sindicatos solo cabe decir lo que en alguna otra ocasión he mantenido, que debieran ser y no son el baluarte que detenga los ataques de los poderosos.
Siendo imprescindibles en toda democracia, los sindicatos, o por tratar de ser justo, su clase dirigente se han transmutado en equivalentes actores de los que debieran ser sus adversarios, y junto a ellos comparten y exhiben su poder.
Al igual que los partidos políticos han llegado al extremo de establecer sus estrategias en función de los intereses de sus dirigentes o en el mejor de los casos de su organización, y al igual que los que negocian en la Carrera de San Jerónimo, los sindicatos en su diario quehacer solo buscan justificaciones que les permitan salvar la cara y así continuar en sus cómodas “baratarias” sindicales. Son sabedores de su dependencia económica de gobiernos y patronal, y tienen pavor a toda acción reivindicativa que pudiera poner en peligro la financiación de sus estructuras organizativas y de los miles de empleos de sus más acérrimos soportes internos.
Su desprestigio ha llegado a tal punto que tan solo osan realizar representaciones puntuales de su existencia si previamente y bajo cuerda, las han pactado con los otros poderes, y, lógicamente, en su logica resistencialista, ocultan y silencian a quienes en su seno, pocos y represaliados, osan recordar la razón de ser de los sindicatos de clase, la defensa de los trabajadores, que no el trocar derechos laborales por estabilidad y el bienestar de sus organizaciones.
De no equivocarme se nos aproxima un nuevo engaño masivo que solo producirá mas distancia hacia la política, mas rencor hacia los mal llamados emprendedores y la desestabilización de los sindicatos que, regidos por cobardes, están facilitando que el último reducto de defensa de los trabajadores se haya convertido en otro cómplice mas de los intereses del capital.
Pues así estamos nosotros, con la muy sustancial diferencia que nosotros no nos oponemos a ninguno de los “romanos” invasores que nos asedian y que, para nuestra desgracia, la pócima anti Zp se llama Rajoy.
Que el cielo se nos cae encima es tan seguro como que tras el día viene la noche, y aunque dicen que hay que prepararse para la llegada de violentos extraterrestres y de la subida del nivel del mar por el cambio climático, para lo que debemos prepararnos, pero ya mismo, es para el trágala que en muy pocos días nos van a hacer deglutir cuales gansos a los que a la fuerza engordan el hígado para obtener, tras retorcerles el gaznate, su rico foie.
Y como gansos somos, pues que por tal nos tienen y nada les oponemos, nos van a descargar un acuerdo político-social-económico extorsionador revestido de la “legitimidad” que los firmantes se atribuyen a ellos mismos.
Se están contuberniando todos los poderosos organizados en esta dictadura del dinero en contra de los exiguos derechos que aun restan a los trabajadores de este país, y lo están haciendo a fin de dotarse con un solidario dique de clase dirigente que trate de impedir las revueltas sociales que, más temprano que tarde, su desvergüenza y sus ambiciones insolidarias están provocando.
No es de recibo para la inmensa mayoría de los españoles que la clase política, la empresarial y la sindical, amparados todos ellos por el poder del dinero, por el capitalismo nacional, se conciten para disminuir los derechos de los trabajadores, para incrementar el malestar social, para consolidar y aumentar las diferencias entre sectores sociales ya de por si distanciados en fortuna y calidad de vida.
El problema actual, la degradación del sistema de convivencia democrático generado por el comportamiento irresponsable y miope de todos los actores políticos, económicos y sindicales, pudiera verse ridiculizado y pasar a un segundo plano cuando tras nuevas vueltas a la tuerca que aprisionarán en la miseria y en la injusticia a millones de españoles, estos reaccionasen de la única manera que en la historia de España han reaccionado los oprimidos, con violencia.
No existen antecedentes históricos en los que el pueblo, ante situaciones de abuso de los poderosos, haya conseguido que sus opresores razonasen y se aviniesen a renunciar a sus imposiciones. Siempre la revuelta popular, la violencia, ha sido, por desgracia, el único método con el que el pueblo ha conseguido detener la explotación de los que siempre se han dicho ser los que velaban por los intereses generales.
De las reuniones que están manteniendo los amos de la política, los dueños del trabajo y del dinero y los ilegítimos detentadores de la representación de los trabajadores se va a derivar una cortina de humo que pudiera envolver y atufar las neuronas de muchos ciudadanos al presentarse como un equilibrado consenso entre los intereses de unos y los de otros. Y esta es para mí la clave que hay que desmenuzar.
¿Son diferentes y contrapuestos los intereses de la clase política, la económica y la sindical? Mi respuesta es tajante. No solo no son diferentes los intereses que les mueven, es que son complementarios, si no plenamente coincidentes. Veamos.
¿Cuál es el interés de la clase política española, con honrosas excepciones? En el Psoe, la necesidad absolutamente imperiosa, es intentar recuperar o al menos detener la sangría de credibilidad y de votos que de no cesar, les llevaría a la inoperatividad política. Es por ello que necesita que el conjunto de medidas absolutamente retrogradas que quieren aplicarnos sean de alguna forma avaladas por el resto de sus colegas y así poder vender a sus mesnadas que todos coinciden en el diagnostico de su enfermedad y en la medicación que para curársela hemos de tomar nosotros.
En el PP, en la seguridad de poder gobernar en algo menos de año y medio se está imponiendo la conveniencia de apoyar sin mucho protagonismo aquellas medidas que saben que tendrán que seguir aplicando ya que son las que su genética y sus correligionarios europeos les exigen. Así, sumados a esta ofensiva general contra los trabajadores, nadie estará legitimado para sin demagogia acusarles cuando gobiernen de ser lo que hoy son en cuestiones económicas, sociales y laborales el Psoe y los sindicatos.
En resumen, aun con razones distintas, Psoe y PP coinciden plenamente en solo defender sus intereses partidarios cuando de lo que ha de defenderse son los intereses de los ciudadanos.
Paso por alto el analizar los intereses de capital, de la patronal, ya que esos intereses, por conocidos e inmutables, vienen a demostrar por si mismos que si el capital por mano de la patronal se suma a algún acuerdo, es porque se aseguran incrementar alguna forma de ganancia gremial, sea dinero, poder o como viene sucediendo desde tiempo inmemorial, capacidad de sometimiento sobre los trabajadores.
De los sindicatos solo cabe decir lo que en alguna otra ocasión he mantenido, que debieran ser y no son el baluarte que detenga los ataques de los poderosos.
Siendo imprescindibles en toda democracia, los sindicatos, o por tratar de ser justo, su clase dirigente se han transmutado en equivalentes actores de los que debieran ser sus adversarios, y junto a ellos comparten y exhiben su poder.
Al igual que los partidos políticos han llegado al extremo de establecer sus estrategias en función de los intereses de sus dirigentes o en el mejor de los casos de su organización, y al igual que los que negocian en la Carrera de San Jerónimo, los sindicatos en su diario quehacer solo buscan justificaciones que les permitan salvar la cara y así continuar en sus cómodas “baratarias” sindicales. Son sabedores de su dependencia económica de gobiernos y patronal, y tienen pavor a toda acción reivindicativa que pudiera poner en peligro la financiación de sus estructuras organizativas y de los miles de empleos de sus más acérrimos soportes internos.
Su desprestigio ha llegado a tal punto que tan solo osan realizar representaciones puntuales de su existencia si previamente y bajo cuerda, las han pactado con los otros poderes, y, lógicamente, en su logica resistencialista, ocultan y silencian a quienes en su seno, pocos y represaliados, osan recordar la razón de ser de los sindicatos de clase, la defensa de los trabajadores, que no el trocar derechos laborales por estabilidad y el bienestar de sus organizaciones.
De no equivocarme se nos aproxima un nuevo engaño masivo que solo producirá mas distancia hacia la política, mas rencor hacia los mal llamados emprendedores y la desestabilización de los sindicatos que, regidos por cobardes, están facilitando que el último reducto de defensa de los trabajadores se haya convertido en otro cómplice mas de los intereses del capital.
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