miércoles, 2 de marzo de 2011

EL DERECHO A PENSAR

Dicen los sociólogos a sueldo de aquellos que los dejan escribir en medios de comunicación que la sociedad española, en su conjunto, se sitúa ideológicamente de forma mayoritaria en la izquierda moderada, entre el seis y el siete de una escala de uno a diez, siendo el uno la posición ideológica situada en la extrema derecha y el diez la correspondiente a la extrema izquierda.
Si esto fuese cierto, -lo cual solo en 1982 se constató en las urnas-, habría que aceptar que, en aplicación del más simple de los silogismos, en el PP se encontrarían de forma mayoritaria aquellos que se puntuarían del 5 hacia el uno, y en el Psoe se encontrarían, también de forma mayoritaria, aquellos otros que se encuadrarían en posiciones correspondientes del 5 hacia el diez en la escala antes expuesta.
Ni que decir tiene que me voy a ocupar de los ciudadanos que a nosotros mismos nos hemos situado en valores del 5 al diez y de aquellos otros, que en esa misma escala son militantes o votantes del Psoe, ya que los otros, los del 5 al uno, me traen al fresco.
Ese grupo de ciudadanos que se sitúan en el espacio político de la izquierda, sea en el 5 o bien en el diez, -extremo este mas bien raro de darse en el ámbito de la izquierda moderada-, ha de estar caracterizado por su rechazo más o menos intenso hacia las políticas que desde siempre han identificado a la derecha: reducción del Estado, prevalencia del individualismo, sumisión de lo público a las “leyes” del mercado, entender los derechos ciudadanos como una mercancía mas sometida a compraventa, favorecer los intereses de los poderosos en detrimento de los derechos de los más débiles, mantener políticas fiscales desequilibradas desde el punto de vista constitucional, entender los bienes públicos como fuente de enriquecimiento personal y de grupo, confesionalidad del estado, etc. etc. y todos aquellos extremos que, desde que el mundo es mundo, la derecha nos aplica siempre que puede con el único objetivo de someter a los deseos de los poderosos los derechos individuales y colectivos de aquellos que entendemos el mundo y la vida desde el punto de vista de la equidad, la libertad, la igualdad y la justicia.
Todos esos ciudadanos de izquierda, todos los que íntima y personalmente compartan esos clásicos valores, deben, en su, también íntima, coherencia personal, sentir cuando menos aversión a todo y a todos aquellos que proviniendo de un lado u otro de la escala de posicionamiento político, practiquen cualquiera de las actuaciones antes citadas como identificadoras de la derecha.
Es por ello que lo que más perplejidad me produce hoy día es el silencio, la aparente complicidad, el nihilismo, la incoherencia política y la cobardía de todos aquellos que comprometidos con sus creencias políticas, callan ante lo evidente, por omisión se hacen cómplices de los traidores a su causa, “pasan” de sus propios compromisos, conviven felices o amargados con sus incoherencias y todos los días se dicen a sí mismos que en las guerras los que sobreviven son los cobardes.
No acepto como posible que millones de ciudadanos españoles comprometidos consigo mismos en pensar y vivir de una forma determinada, se traicionen a ellos y a sus compañeros de compromiso vital justificándose con algo parecido a aquello de….”son unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta” o con aquello tan enaltecedor como lo de antes……”peores son los otros”.
El compromiso político personal de los que somos de izquierda o es un compromiso con los valores eternos de justicia, libertad e igualdad para todos los seres del planeta o por el contrario es un compromiso comercial que envuelto en un papel más o menos rosado, al cual los hechos siempre acaban destiñendo, solo oculta seguidismo e intereses tan inconfesables como económicamente cuantificables.
Cada día que pasa es más evidente que las capas sociales españolas que se identifican como gente que piensa, siente y vive en los valores de la izquierda de siempre, no pueden, no deben convivir, y menos aun apoyar a los que a esos valores clásicos de la izquierda han traicionado, vendido y sustituido por aquellos otros que deberían habitar en exclusiva en el adversario político, en la derecha de siempre.
Si los ciudadanos de izquierda, junto a los militantes librepensadores del Psoe,-que los hay-, anhelan la recuperación de una izquierda que retome el camino de la justicia y de la igualdad para todos los ciudadanos de España, es imprescindible que el voto del miedo a que “vuelva” la derecha, -miedo que inducirán para que la gente de izquierda vuelva a votar a esta otra derecha zapateril-, se transforme en un sentimiento de pavor a que de nuevo estos traidores se mantengan en el poder, impidiendo con su sola existencia la posibilidad del renacimiento de una izquierda que nunca debió dejar de serlo.
Para ello es necesario que toda la gente de izquierda asumamos que cualquier otra opción es mejor para nosotros y para nuestros hijos, para hoy y para mañana, que la derivada de volver a votar a quienes en estos últimos años han demostrado que siendo otra derecha, pero con distinto collar, lo que desean es, al igual que los otros, mantener la actual situación de desmoronamiento social y de desestructuración nacional, pero eso sí, todo bajo su control y obteniendo los beneficios que los poderosos donan a su proceder.
Si como espero y deseo, querido lector, tienes memoria y recuerdas que es lo que han venido haciendo estos suplantadores a lo largo de estos años, en temas tales como fiscalidad, privatizaciones, salarios, pensiones, reformas laborales, precios, tratamiento de los beneficios empresariales y de las grandes fortunas, adelgazamiento del Estado, fomento de la desigualdad territorial, inversiones megalómanas alejadas de las necesidades de los trabajadores, restricción de derechos individuales y colectivos, desprecio hacia la juventud mejor preparada de nuestra historia, maltrato al medio ambiente, rapiña de los superávits de la Seguridad Social y posterior endeudamiento público para financiar a los banqueros, encarecimiento de los productos básicos sometidos a regulación, y todo lo relacionado con su muy distinta forma de tratar en la crisis a banqueros y poderosos o a trabajadores y parados. Si recuerdas este pasado inmediato y, por ya conocida, no te asusta la otra derecha, la de siempre, comienza a construir en tus sueños la posibilidad de recuperar el futuro hundiendo a los que te han traicionado a ti, a los tuyos y a nuestros sueños e ideales. No les votes. Quédate en casa, vota en blanco o diles de tu puño y letra, en el voto, lo que piensas de ellos.
Sin miedo. Somos el pueblo, y mientras no la anulen, dice la Constitución que el poder es nuestro. Apliquémoselo.

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