Desde hace ya décadas, tanto en los últimos tiempos de la Federación Socialista Madrileña como ahora con el llamado Partido Socialista Madrileño se ha acabado por consolidar en esa sucursal de Ferraz un modelo, -absolutamente artificial en un partido político-, que, fracaso tras fracaso, trata de conseguir identidad política propia lo más difusa posible, modelo que conlleva la correspondiente forma anómala de trabajar interna y externamente entre los cada vez más desconcertados militantes y los cada vez mas pagados de sí mismos dirigentes del PSOE madrileño.
Surge el tal modelo, del reconocimiento implícito de la incapacidad de los dirigentes que en esos años ha habido al frente del PSM, -excepción hecha de Simancas-, para dotarse de un básico discurso político que desde la imprescindible ubicación ideológica en el espectro político madrileño, les permitiera, en plena coherencia con esa ubicación, articular una oferta programática y sectorial nítida y fácil de ser recepcionada por la izquierda electoral madrileña.
Ante los reiterados fracasos electorales se implantó una formula por la cual los dirigentes buscaban establecer un mecanismo de identidad y funcionamiento partidario que les produjese dos efectos, uno, el ocultar su incapacidad para dotar a ese partido de una personalidad política determinada, -jugaban y juegan al antibiótico político de amplio espectro, y ya sabemos lo que es bueno para la tos, es malo para el constipado, apostando a la vez por jóvenes lideres “digitalizados” que nada aportan y mucho restan a la credibilidad histórica del PSOE- y dos, derivar a otros esa incapacidad, por lo que acudieron a eufemismos tales como abrir los programas electorales a la ciudadanía y a reconocidos profesionales, provocando así que tan democrática como anárquica participación originara un “mix”, un pastiche ideológico, programático y electoral que era de todo menos un documento que, emanado de una concepción política reconocible, articulase propuestas y soluciones adecuadas a la situación política y social y que por su naturaleza fuesen coherentes con la identidad política previamente expresada.
Esta conjunción de desatinos puso al alcance de la ciudadanía la percepción, primero, y mas tarde la convicción, de que el PSOE madrileño renunciaba así a ser y ejercer el liderazgo colectivo que todo partido, y más si se reclama de izquierdas, ha de ser.
Fueron muchas las ocasiones en las que en mi antigua agrupación y en los diversos Comités Regionales expresé la necesidad de decir con rotundidad ante la ciudadanía madrileña si pretendíamos pasar por centristas, por socialistas, por socialdemócratas o por social-liberales, ya que aunque para entonces la derecha mundial ya había proclamado el fin de las ideologías, la gente, los potenciales votantes del PSOE, ni habían asumido esa tabla rasa ideológica, ni aun hoy, menos que antes, aceptan tal disfraz, tal ocultación política.
Tantas veces fueron, cuantas en esas ocasiones siempre finalizaba exponiendo a mis ex-compañeros el mismo ejemplo, les preguntaba qué es y qué no es un árbol, y para mi, entonces y ahora, un árbol no es el sumatorio de multitud de ramas de distinto origen, eso puede ser una escoba, pero un árbol es una semilla que contiene la carga genética de sus orígenes, de la cual, una vez plantada y regada y fertilizada, emanan, primero, raíces que han de alimentar a la naciente planta, y después ha de surgir un tallo que convertido mas tarde en tronco ha de sostener el ramaje, y es todo ese conjunto, todo ese homogéneo conjunto, el que da identidad a tal o cual espécimen. Cualquier otra cosa podrá parecer un árbol, y “eso”, hasta podrá dar sombra, y al frescor de esa sombra podrán crecer otros frutos que a algunos alimenten, pero lo que nunca podrá dar ese remedo de árbol, por más que le llamen árbol progresista, son los frutos que del árbol del socialismo democrático se han desprendido siempre, verdad, libertad, justicia e igualdad.
De nuevo, y ahora a nivel nacional, el llamado gobierno de Zp dice no estar improvisando sino gobernando con los representantes sociales, con los supuestos representantes sociales, y afrontando la crisis reaccionando ante los problemas que esta plantea.No negaré que en situaciones complicadas conviene aplicar aquello de que ven mas cuatro ojos que dos, y mas cuando los dos de Zp son políticamente miopes para los intereses de la mayoría y si de solucionar problemas nacionales se trata, pero no es menos cierto y necesario que todo gobierno ha de tener una hoja de ruta, un programa coherente que le identifique, un compromiso consigo mismo por el cual con crisis o sin ella las soluciones a los problemas habrían de tener un color acorde con la ideología que lo identifique. Y no es así.
En La Moncloa, al igual que antes en Santa Engracia, ahora en Miguel Fleta y mañana en la plaza del Callao, se acude a otras “ramas” ajenas, sean sindicales, empresariales, bancarias e incluso internacionales a ver si se les ocurre algo que les sirva, no para resolver los problemas de los ciudadanos, sino para que amaine el oleaje y para mantenerse en el poder, lo cual es demostración mas que palpable de que ideas y soluciones brillan por su ausencia allá donde hay obligación de tenerlas.Pero no queda ahí la cosa si atendemos a lo expresado por Zp en Rodiezmo; ha dicho que no improvisa en su acción de gobierno, que solo reacciona ante cada una de las acometidas de la crisis, lo cual pone de relieve que tanto él, presidente del gobierno, y su entorno no poseen un plan de acción global para atajar, reconducir, paliar y vencer a la crisis económica tal cual están haciendo nuestros vecinos, lo cual no es ninguna sorpresa para quienes hemos seguido el circular recorrido zapaterista en estos últimos años, lo peor de la afirmación de Zp es que reconoce implícitamente que al no tener plan de acción global, tampoco tiene iniciativa alguna, yendo a remolque de cada una de las vicisitudes que la crisis y los beneficiarios de ella le ponen encima de la mesa cada día en forma de ultimátum.
En otras palabras la iniciativa política, económica y social está fuera del alcance del gobierno, por lo que los bamboleos de la crisis seguirán obteniendo de este gobierno respuestas tan tardías, sectarias, incompletas y raquíticas como lo ha sido el llamado programa de ayudas a parados que hayan agotado la percepción de todas las prestaciones por desempleo.
Esta es para mí la más clara demostración del lento pero evidente proceso de reducción a cenizas que el zapaterismo esta sufriendo. Esta cremación podrá durar más o menos tiempo, tanto cuanto sus propios seguidores y/o los parados sean capaces de soportar, pero lo que es evidente es que su recorrido por la política, que no por los negocios, está en declive.
De ahí que el PSOE, si transciende al zapaterismo, tenga la necesidad de, rompiendo con el virus madrileñista sobre cómo concebir su identidad y como estar en política, ponerse a pensar que es lo que puede hacer este partido por una España que requiere de la socialdemocracia más que del agua los nonatos brotes verdes de la Salgado, puesto que ya ha quedado de manifiesto que zapaterismo y socialdemocracia son aceite y agua.
Surge el tal modelo, del reconocimiento implícito de la incapacidad de los dirigentes que en esos años ha habido al frente del PSM, -excepción hecha de Simancas-, para dotarse de un básico discurso político que desde la imprescindible ubicación ideológica en el espectro político madrileño, les permitiera, en plena coherencia con esa ubicación, articular una oferta programática y sectorial nítida y fácil de ser recepcionada por la izquierda electoral madrileña.
Ante los reiterados fracasos electorales se implantó una formula por la cual los dirigentes buscaban establecer un mecanismo de identidad y funcionamiento partidario que les produjese dos efectos, uno, el ocultar su incapacidad para dotar a ese partido de una personalidad política determinada, -jugaban y juegan al antibiótico político de amplio espectro, y ya sabemos lo que es bueno para la tos, es malo para el constipado, apostando a la vez por jóvenes lideres “digitalizados” que nada aportan y mucho restan a la credibilidad histórica del PSOE- y dos, derivar a otros esa incapacidad, por lo que acudieron a eufemismos tales como abrir los programas electorales a la ciudadanía y a reconocidos profesionales, provocando así que tan democrática como anárquica participación originara un “mix”, un pastiche ideológico, programático y electoral que era de todo menos un documento que, emanado de una concepción política reconocible, articulase propuestas y soluciones adecuadas a la situación política y social y que por su naturaleza fuesen coherentes con la identidad política previamente expresada.
Esta conjunción de desatinos puso al alcance de la ciudadanía la percepción, primero, y mas tarde la convicción, de que el PSOE madrileño renunciaba así a ser y ejercer el liderazgo colectivo que todo partido, y más si se reclama de izquierdas, ha de ser.
Fueron muchas las ocasiones en las que en mi antigua agrupación y en los diversos Comités Regionales expresé la necesidad de decir con rotundidad ante la ciudadanía madrileña si pretendíamos pasar por centristas, por socialistas, por socialdemócratas o por social-liberales, ya que aunque para entonces la derecha mundial ya había proclamado el fin de las ideologías, la gente, los potenciales votantes del PSOE, ni habían asumido esa tabla rasa ideológica, ni aun hoy, menos que antes, aceptan tal disfraz, tal ocultación política.
Tantas veces fueron, cuantas en esas ocasiones siempre finalizaba exponiendo a mis ex-compañeros el mismo ejemplo, les preguntaba qué es y qué no es un árbol, y para mi, entonces y ahora, un árbol no es el sumatorio de multitud de ramas de distinto origen, eso puede ser una escoba, pero un árbol es una semilla que contiene la carga genética de sus orígenes, de la cual, una vez plantada y regada y fertilizada, emanan, primero, raíces que han de alimentar a la naciente planta, y después ha de surgir un tallo que convertido mas tarde en tronco ha de sostener el ramaje, y es todo ese conjunto, todo ese homogéneo conjunto, el que da identidad a tal o cual espécimen. Cualquier otra cosa podrá parecer un árbol, y “eso”, hasta podrá dar sombra, y al frescor de esa sombra podrán crecer otros frutos que a algunos alimenten, pero lo que nunca podrá dar ese remedo de árbol, por más que le llamen árbol progresista, son los frutos que del árbol del socialismo democrático se han desprendido siempre, verdad, libertad, justicia e igualdad.
De nuevo, y ahora a nivel nacional, el llamado gobierno de Zp dice no estar improvisando sino gobernando con los representantes sociales, con los supuestos representantes sociales, y afrontando la crisis reaccionando ante los problemas que esta plantea.No negaré que en situaciones complicadas conviene aplicar aquello de que ven mas cuatro ojos que dos, y mas cuando los dos de Zp son políticamente miopes para los intereses de la mayoría y si de solucionar problemas nacionales se trata, pero no es menos cierto y necesario que todo gobierno ha de tener una hoja de ruta, un programa coherente que le identifique, un compromiso consigo mismo por el cual con crisis o sin ella las soluciones a los problemas habrían de tener un color acorde con la ideología que lo identifique. Y no es así.
En La Moncloa, al igual que antes en Santa Engracia, ahora en Miguel Fleta y mañana en la plaza del Callao, se acude a otras “ramas” ajenas, sean sindicales, empresariales, bancarias e incluso internacionales a ver si se les ocurre algo que les sirva, no para resolver los problemas de los ciudadanos, sino para que amaine el oleaje y para mantenerse en el poder, lo cual es demostración mas que palpable de que ideas y soluciones brillan por su ausencia allá donde hay obligación de tenerlas.Pero no queda ahí la cosa si atendemos a lo expresado por Zp en Rodiezmo; ha dicho que no improvisa en su acción de gobierno, que solo reacciona ante cada una de las acometidas de la crisis, lo cual pone de relieve que tanto él, presidente del gobierno, y su entorno no poseen un plan de acción global para atajar, reconducir, paliar y vencer a la crisis económica tal cual están haciendo nuestros vecinos, lo cual no es ninguna sorpresa para quienes hemos seguido el circular recorrido zapaterista en estos últimos años, lo peor de la afirmación de Zp es que reconoce implícitamente que al no tener plan de acción global, tampoco tiene iniciativa alguna, yendo a remolque de cada una de las vicisitudes que la crisis y los beneficiarios de ella le ponen encima de la mesa cada día en forma de ultimátum.
En otras palabras la iniciativa política, económica y social está fuera del alcance del gobierno, por lo que los bamboleos de la crisis seguirán obteniendo de este gobierno respuestas tan tardías, sectarias, incompletas y raquíticas como lo ha sido el llamado programa de ayudas a parados que hayan agotado la percepción de todas las prestaciones por desempleo.
Esta es para mí la más clara demostración del lento pero evidente proceso de reducción a cenizas que el zapaterismo esta sufriendo. Esta cremación podrá durar más o menos tiempo, tanto cuanto sus propios seguidores y/o los parados sean capaces de soportar, pero lo que es evidente es que su recorrido por la política, que no por los negocios, está en declive.
De ahí que el PSOE, si transciende al zapaterismo, tenga la necesidad de, rompiendo con el virus madrileñista sobre cómo concebir su identidad y como estar en política, ponerse a pensar que es lo que puede hacer este partido por una España que requiere de la socialdemocracia más que del agua los nonatos brotes verdes de la Salgado, puesto que ya ha quedado de manifiesto que zapaterismo y socialdemocracia son aceite y agua.
2 comentarios:
Mucho me temo que de rojo, no tienes ni el color del llavero.
Un saludo.
Gracias, cromatólogo, pero te aconsejo que vayas al oculista, que el daltonismo, por leve que sea, y no es tu caso, es una enfermedad.
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