No podía ser de otra forma. Después de dos vanos y costosísimos intentos de ser ciudad olímpica, los dos fracasados impulsores, Gallardón y el ruso Lissavetzky, quien además de fracasado ex-secretario de estado para el deporte ha alcanzado el más alto fracaso electoral como candidato a alcalde madrileño, ambos, como era de esperar, se han puesto de acuerdo en reiniciar, por tercera vez en los ultimos años, el camino de la “consecución” olímpica que tanto dinero nos sigue costando a los madrileños en particular, y a todos los españoles en general.
Las intentonas olímpicas gozan, como todo el mundo sabe, de una componente de hedor putrefacto que ya a nadie extraña. Son numerosos los escandalosos casos en los que el propio comité olímpico internacional se ha visto obligado a intervenir, llegando a expulsar a alguno de sus mas pestilentes miembros de su millonaria nomina.
Nadie, jamás, ha ocultado que las ciudades pretendientes a ser designadas como sedes olímpicas,-respaldadas por el dinero público, municipal y estatal-, han de constituir un heterogéneo grupo cuya única misión es “convencer” a los componentes del olimpismo internacional que con su voto decidirán quien sí y quien no será cada cuatro años sede del circo olímpico.
Creo recordar que fue en el año 2005 cuando Madrid, su ayuntamiento, y el gobierno, a través de la secretaria de estado para el deporte, entonces regida por Jaime Lissavetzky, acometieron por segunda vez el proyecto olímpico, el cual, sin contar ni un solo euro de los invertidos en infraestructuras, ya sea deportiva, hostelera o de transportes, alcanzó la friolera de mas de quinientos millones de euros, millonada que se esfumó en viajes, en presentaciones, en eventos multimedia, en presentes, regalos y coimas a los diversos miembros y “miembras” del comité olímpico español e internacional.
Ríanse Vds. de las “velinas” de Berlusconi, de los yates privados en los que se “privan” tabiques nasales y pubis más o menos púberes, relojes de siete cifras, viajes de otras tantas, en fin, derroche de nuestros dineros y corrupción institucionalizada, eso si, elegantemente trajeada, en consonancia a los rimbombantes apellidos que la lucen.
Cuando todos hablan de austeridad, de limitar los gastos públicos y de utilizar esos recursos con la máxima eficiencia y rentabilidad social. Cuando a todos se nos aplican reducciones en derechos y en servicios que seguimos pagando vía impuestos. Cuando dicen que no hay dinero para mantener los más esenciales servicios ciudadanos. Cuando dicen que la deuda municipal les limita y ata a atender solamente los servicios comunitarios básicos. Cuando no hace ni un mes que desde la plaza de la Villa se reivindicaban más ayudas estatales y autonómicas para que el ayuntamiento pudiera seguir funcionando con relativa normalidad. Cuando todo esto nos vocean y nos arrojan a la cara como pretexto para subir impuestos y tasas municipales, sin el más mínimo rubor, estos dilapidadores del dinero ajeno, se vuelven a rendir a los intereses del ladrillo y de los parásitos olímpicos nacionales.
Todos sabemos cuán corrompidas están todas las estructuras deportivas mundiales. No es necesario recordar la infinidad de casos que desde décadas atrás han venido salpicando al deporte. Desde el inefable presidente de la federación de futbol, Pablito Pablete Porta según le denominó el “butanito”, hasta la recentísima oleada de dopaje que durante el mandato del portavoz zapaterista en el ayuntamiento de Madrid, ha colocado a España en el frontispicio del fraude deportivo desplazando de este indeseable podio a los antiguos países de mas allá del muro de Berlín, sin olvidar las maniobras orquestales en la oscuridad fiscal que compras y traspasos de deportistas llevan a que la opinión pública tenga como normal que el “mercado” futbolístico, (otro maldito mercado más), determine que un defensa portugués cueste treinta millones de euros, todo demuestra como los trofeos deportivos se cuecen en el fango de la corrupción.
Y en esas estamos. Pero, no se preocupen que habrá gente que en su inseguridad de trabajo precario, de mileurista o de hipotecado en vías de convertirse en embargado, jaleen la decisión tomada por dos personajes de dos partidos políticos que, en una nueva muestra de semejanza corrupta, van a imponer una determinación que no figuraba en ninguno de sus programas electorales.
No nos merecemos los madrileños que de nuevo nos droguen con esa envoltura olimpica que oculta los intereses de los corrompidos pilares de las estructuras deportivas nacionales e internacionales, intereses que, coincidentes con los del resto de plutocratas, solo tratan de efectuar otro atraco a lo público, en contra de los intereses y derechos de la inmensa mayoria de los ciudadanos
Las intentonas olímpicas gozan, como todo el mundo sabe, de una componente de hedor putrefacto que ya a nadie extraña. Son numerosos los escandalosos casos en los que el propio comité olímpico internacional se ha visto obligado a intervenir, llegando a expulsar a alguno de sus mas pestilentes miembros de su millonaria nomina.
Nadie, jamás, ha ocultado que las ciudades pretendientes a ser designadas como sedes olímpicas,-respaldadas por el dinero público, municipal y estatal-, han de constituir un heterogéneo grupo cuya única misión es “convencer” a los componentes del olimpismo internacional que con su voto decidirán quien sí y quien no será cada cuatro años sede del circo olímpico.
Creo recordar que fue en el año 2005 cuando Madrid, su ayuntamiento, y el gobierno, a través de la secretaria de estado para el deporte, entonces regida por Jaime Lissavetzky, acometieron por segunda vez el proyecto olímpico, el cual, sin contar ni un solo euro de los invertidos en infraestructuras, ya sea deportiva, hostelera o de transportes, alcanzó la friolera de mas de quinientos millones de euros, millonada que se esfumó en viajes, en presentaciones, en eventos multimedia, en presentes, regalos y coimas a los diversos miembros y “miembras” del comité olímpico español e internacional.
Ríanse Vds. de las “velinas” de Berlusconi, de los yates privados en los que se “privan” tabiques nasales y pubis más o menos púberes, relojes de siete cifras, viajes de otras tantas, en fin, derroche de nuestros dineros y corrupción institucionalizada, eso si, elegantemente trajeada, en consonancia a los rimbombantes apellidos que la lucen.
Cuando todos hablan de austeridad, de limitar los gastos públicos y de utilizar esos recursos con la máxima eficiencia y rentabilidad social. Cuando a todos se nos aplican reducciones en derechos y en servicios que seguimos pagando vía impuestos. Cuando dicen que no hay dinero para mantener los más esenciales servicios ciudadanos. Cuando dicen que la deuda municipal les limita y ata a atender solamente los servicios comunitarios básicos. Cuando no hace ni un mes que desde la plaza de la Villa se reivindicaban más ayudas estatales y autonómicas para que el ayuntamiento pudiera seguir funcionando con relativa normalidad. Cuando todo esto nos vocean y nos arrojan a la cara como pretexto para subir impuestos y tasas municipales, sin el más mínimo rubor, estos dilapidadores del dinero ajeno, se vuelven a rendir a los intereses del ladrillo y de los parásitos olímpicos nacionales.
Todos sabemos cuán corrompidas están todas las estructuras deportivas mundiales. No es necesario recordar la infinidad de casos que desde décadas atrás han venido salpicando al deporte. Desde el inefable presidente de la federación de futbol, Pablito Pablete Porta según le denominó el “butanito”, hasta la recentísima oleada de dopaje que durante el mandato del portavoz zapaterista en el ayuntamiento de Madrid, ha colocado a España en el frontispicio del fraude deportivo desplazando de este indeseable podio a los antiguos países de mas allá del muro de Berlín, sin olvidar las maniobras orquestales en la oscuridad fiscal que compras y traspasos de deportistas llevan a que la opinión pública tenga como normal que el “mercado” futbolístico, (otro maldito mercado más), determine que un defensa portugués cueste treinta millones de euros, todo demuestra como los trofeos deportivos se cuecen en el fango de la corrupción.
Y en esas estamos. Pero, no se preocupen que habrá gente que en su inseguridad de trabajo precario, de mileurista o de hipotecado en vías de convertirse en embargado, jaleen la decisión tomada por dos personajes de dos partidos políticos que, en una nueva muestra de semejanza corrupta, van a imponer una determinación que no figuraba en ninguno de sus programas electorales.
No nos merecemos los madrileños que de nuevo nos droguen con esa envoltura olimpica que oculta los intereses de los corrompidos pilares de las estructuras deportivas nacionales e internacionales, intereses que, coincidentes con los del resto de plutocratas, solo tratan de efectuar otro atraco a lo público, en contra de los intereses y derechos de la inmensa mayoria de los ciudadanos
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