El mismo día en que, de forma casi clandestina, se ha celebrado el Día de Europa, Europa se ha decidido a poner en marcha los mecanismos necesarios, no sé si suficientes, para detener la sangría que el euro estaba sufriendo por el acoso de los que el titular de Finanzas de Suecia, Anders Borg ha denominado “manada de lobos”.
Algunos dirán que ya era hora, que disponiendo la Unión Europea de la capacidad de financiación que con los más de 750 mil millones de euros ha demostrado, podría haber evitado altísimos costes a Grecia, a España y a Portugal, ya que desde que se descubrió el pastel de las trampas realizadas en sus cuentas públicas por el anterior gobierno griego, -gobierno de derechas-, con el beneplácito de Eurostad, los ataques, -por supuesto que interesados-, de los “lobos”, han acabado en el gran festín de haber situado a Grecia en la sima una enorme deuda pública para mayor alegría de la derecha europea, especialmente de la nueva derecha colonial-capitalista alemana.
Decía antes que no sé si los mecanismos y las cantidades serán suficientes como para derrotar definitivamente a las manadas de lobos que acabando con la autonomía económica de España, Grecia y Portugal, pretendían debilitar a la moneda común, de lo que estoy seguro es que a la vista de las respuesta de los “mercados” bursátiles, hay que echarse a temblar.
En primer lugar hay que saber que la habilitación de ese dineral no es para que los estados con dificultades económicas y financieras puedan seguir prestando los servicios que sus ciudadanos demandan; ese dinero, muy al contrario, solo puede utilizarse para atender el pago de los intereses o del principal de la deuda pública del estado en cuestión. De ahí la alegría de los especuladores, ya que muchos de ellos, pillados en cuantiosas y seguras, -hasta entonces-, inversiones institucionales, veían como se deterioraban sus expectativas de lucro al disminuir las posibilidades de pago por parte de aquellos países que tras haberse endeudado para salvar a sus respectivas bancas privadas, eran difamados económica y financieramente por quienes meses antes habían recetado como analgésico contra la crisis el impedir, emitiendo deuda publica, que ni un solo banco o caja se estrellase tras subir al séptimo cielo del ladrillo, cual es el caso español.
Por ello que nadie se equivoque, ni un solo euro será destinado a reforzar las dotaciones presupuestarias españolas con las que hacer frente al pago de las prestaciones y subsidios por desempleo; que nadie piense que con parte de ese dinero se podrá ayudar al mantenimiento del estado del bienestar menguante español, muy al contrario, si el estado español tomase parte de ese dinero sería con la condición de reducir sus gastos y su déficit. En plata, menos educación, menos sanidad, menos pensiones, menos dependencia y más malestar social.
Y como la ironía en lo económico no existe o de existir se transforma en sarcasmo, hay que aguantar que “casualmente” los problemas sean para los únicos tres países con gobiernos supuestamente de izquierda, sarcasmo número uno, y sarcasmo número dos, todos aquellos países que regidos por la derecha europea cuentan con niveles de protección social mucho más altos que los que rigen en los “tres enfermos del sur”, ni tan siquiera acceden a contemplar la posibilidad de hacer lo que ellos hicieron en su momento, establecer un sistema fiscal progresivo que faculta a todos los gobiernos, de un color u otro, el mantener unos niveles de calidad de vida de sus ciudadanos, de tal forma que, por la fortaleza económica y financiera de esos estados, las crisis, para sus ciudadanos, son menos.
Para mí está transparente como el agua que negándose en redondo la derecha, la autóctonas y la foránea, a establecer lo que la lógica económica aconseja al tener una moneda común, que no es otra cosa que tener un sistema fiscal común, con su actitud ponen de manifiesto un racismo económico que condena a los ciudadanos de los países asediados por ese cerco financiero a la dependencia económica, financiera, laboral, sanitaria, educativa y asistencial. En definitiva a ser los países de segunda que la llamada Unión Europea necesita tras haberse comprado toda una serie de países de tercera que les surten de productos elaborados con tecnología exportada y mano de obra esclava.
Más que nunca se añora aquello de la Europa de los ciudadanos, ya que con estos últimos pasos, la Europa del capital ha acabado de enterrar sus valores fundacionales.
Algunos dirán que ya era hora, que disponiendo la Unión Europea de la capacidad de financiación que con los más de 750 mil millones de euros ha demostrado, podría haber evitado altísimos costes a Grecia, a España y a Portugal, ya que desde que se descubrió el pastel de las trampas realizadas en sus cuentas públicas por el anterior gobierno griego, -gobierno de derechas-, con el beneplácito de Eurostad, los ataques, -por supuesto que interesados-, de los “lobos”, han acabado en el gran festín de haber situado a Grecia en la sima una enorme deuda pública para mayor alegría de la derecha europea, especialmente de la nueva derecha colonial-capitalista alemana.
Decía antes que no sé si los mecanismos y las cantidades serán suficientes como para derrotar definitivamente a las manadas de lobos que acabando con la autonomía económica de España, Grecia y Portugal, pretendían debilitar a la moneda común, de lo que estoy seguro es que a la vista de las respuesta de los “mercados” bursátiles, hay que echarse a temblar.
En primer lugar hay que saber que la habilitación de ese dineral no es para que los estados con dificultades económicas y financieras puedan seguir prestando los servicios que sus ciudadanos demandan; ese dinero, muy al contrario, solo puede utilizarse para atender el pago de los intereses o del principal de la deuda pública del estado en cuestión. De ahí la alegría de los especuladores, ya que muchos de ellos, pillados en cuantiosas y seguras, -hasta entonces-, inversiones institucionales, veían como se deterioraban sus expectativas de lucro al disminuir las posibilidades de pago por parte de aquellos países que tras haberse endeudado para salvar a sus respectivas bancas privadas, eran difamados económica y financieramente por quienes meses antes habían recetado como analgésico contra la crisis el impedir, emitiendo deuda publica, que ni un solo banco o caja se estrellase tras subir al séptimo cielo del ladrillo, cual es el caso español.
Por ello que nadie se equivoque, ni un solo euro será destinado a reforzar las dotaciones presupuestarias españolas con las que hacer frente al pago de las prestaciones y subsidios por desempleo; que nadie piense que con parte de ese dinero se podrá ayudar al mantenimiento del estado del bienestar menguante español, muy al contrario, si el estado español tomase parte de ese dinero sería con la condición de reducir sus gastos y su déficit. En plata, menos educación, menos sanidad, menos pensiones, menos dependencia y más malestar social.
Y como la ironía en lo económico no existe o de existir se transforma en sarcasmo, hay que aguantar que “casualmente” los problemas sean para los únicos tres países con gobiernos supuestamente de izquierda, sarcasmo número uno, y sarcasmo número dos, todos aquellos países que regidos por la derecha europea cuentan con niveles de protección social mucho más altos que los que rigen en los “tres enfermos del sur”, ni tan siquiera acceden a contemplar la posibilidad de hacer lo que ellos hicieron en su momento, establecer un sistema fiscal progresivo que faculta a todos los gobiernos, de un color u otro, el mantener unos niveles de calidad de vida de sus ciudadanos, de tal forma que, por la fortaleza económica y financiera de esos estados, las crisis, para sus ciudadanos, son menos.
Para mí está transparente como el agua que negándose en redondo la derecha, la autóctonas y la foránea, a establecer lo que la lógica económica aconseja al tener una moneda común, que no es otra cosa que tener un sistema fiscal común, con su actitud ponen de manifiesto un racismo económico que condena a los ciudadanos de los países asediados por ese cerco financiero a la dependencia económica, financiera, laboral, sanitaria, educativa y asistencial. En definitiva a ser los países de segunda que la llamada Unión Europea necesita tras haberse comprado toda una serie de países de tercera que les surten de productos elaborados con tecnología exportada y mano de obra esclava.
Más que nunca se añora aquello de la Europa de los ciudadanos, ya que con estos últimos pasos, la Europa del capital ha acabado de enterrar sus valores fundacionales.
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