Aplicados estos dos términos a cualquier partido de derecha estaríamos ante un autentico pleonasmo, por demás innecesario, ya que es absolutamente lógico que ambos, el inmovilismo y el conservadurismo, configuren el ADN de esas formaciones políticas.
En cambio, si con ellos se calificase la resultante de las acciones de gobierno y al consiguiente respaldo partidario de una formación que, si bien ya no se tiene por socialista, si dice ser progresista y de izquierda, estaríamos, bien ante un autentico desbarre de quien así calificase sus hechos políticos o, como todos podemos comprobar, estaríamos, estamos, ante el abandono premeditado, ininterrumpido, interesado y vergonzante de la identidad histórica del Psoe.
Nada de lo que hoy procede del Psoe, de los distintos ámbitos de Psoe, sean estos orgánicos de alto o bajo nivel o de las instituciones en las que los digitalizados “representantes” del pueblo trabajan por y para sí mismos, induce a pensar que algo o alguien pretenda cambiar, para el futuro inmediato o lejano, las relaciones de dependencia política, económicas y sociales que, de forma creciente y con el beneplácito de la dirección del Psoe, oprimen cada día a más ciudadanos condicionando sus vidas y el futuro de sus descendientes.
Nadie de entre ellos pretende recuperar la primacía de la política sobre los poderes económicos, más aun, los cesantes y/o dimisionarios y los que en la carrera por hacerse con el control del partido ya están en liza, pretenden únicamente mantener su estatus, conservando el que disfrutan actualmente pagado y respaldado por el poder económico nacional y el transnacional.
Ni los que gestionan el poder zapaterista actual, ni los que le heredarán con el apoyo de los medios de comunicación a sueldo de los que les financian sus pérdidas, ni tan siquiera los que hasta no hace mucho se reclamaban de izquierda y socialistas, osan alzar su voz en defensa de la recuperación de los cada vez mas residuales valores de la democracia.
En el interior del Psoe, ya ni tan siquiera se plantea la recuperación de las señas de identidad de aquella socialdemocracia que le dio alma durante muchos años; la solidaridad, la igualdad, la libertad, la paz, la justicia, el papel del estado como agente de justicia y de igualdad son valores y objetivos que arrinconados en su historia solo les sirven para ser paseados en campañas electorales como fármacos que inducen la amnesia en un electorado hábilmente orientado hacia el individualismo, hacia la desmemoria y proclive al “y tú más”.
El anunciado incremento y la persistencia del paro asociado en la crisis a los ya comprobados aumentos de beneficios de las grandes empresas, son hechos que en nada parecen incomodar al conjunto del colectivo progresista.
Las violaciones constantes de la Constitución en todo lo relacionado con la igualdad que todos los ciudadanos han de obtener ante la ley tampoco es anomalía que les sacuda sus entrañas, antes socialdemócratas.
El injusto, permanente y creciente trato discriminatorio que las rentas del trabajo obtienen del gobierno en comparación con la exquisitez y delicadeza rayana en la sumisión con que son obsequiadas las del capital, tampoco es causa suficiente como para cuestionar la simple permanencia al frente del Psoe de quienes así actúan.
Las crecientes diferencias que los ciudadanos españoles han de soportar según el territorio en el que residan, hacen que el ejercicio de los derechos ciudadanos básicos, -educación, sanidad, servicios sociales, pensiones, prestaciones por desempleo, dependencia y tantos otros-, sean practicas en las que se aplican diferentes niveles de calidad y cantidad del correspondiente servicio o prestación, según se sea autóctono de tal o cual “nacionalidad” o foráneo de otra. Tampoco esto les mueve a recuperar el sentido de la igualdad en el ejercicio de los derechos básicos.
Ni que decir tiene que la utilización de los dineros publicos, mayoritariamente aportados por los trabajadores y pensionistas y destinados de forma abrumadora por este su gobierno a hacer más ricos a los que ya lo son, no conducen al disenso de ninguna de las conciencias zapaterianas
Que la juventud española esté mayoritariamente condenada a la dependencia tirana de los plutócratas patrios, hasta el punto de tener que emigrar para posibilitar la esperanza de mejora laboral y económica o, en el otro extremo del despilfarro zapaterista, tener que rebajar su cualificación académica a fin de ampliar sus posibilidades de alcanzar el deseado estatus de mileurista, son situaciones por ellos provocadas que tampoco incomodan a los que aun no se han atrevido a renunciar a unas siglas que no son suyas.
Así, ante el inacabable relato de impresentables situaciones que sus traiciones, sus mentiras y sus corrupciones han provocado, solo nos queda el recurso de construir un muro de votos en blanco contra el que se estrellen sus mentiras y sus traiciones. Solo desde ese muro de contención y rechazo a esta clase política podremos mirar a un futuro diseñado y construido por ciudadanos libres y comprometidos con esos valores democráticos que tanto empeño tienen en arrasar.
Con el PP es seguro que nos ira peor temporalmente, pero de seguir con el Psoe no cabe albergar esperanza de recuperar a una izquierda real, autentica y firme que dé cumplimiento a los preceptos constitucionales que se nos están negando. Este es, desde mi humilde punto de vista, el “radical y extremista” objetivo que la izquierda ha de conseguir.
En cambio, si con ellos se calificase la resultante de las acciones de gobierno y al consiguiente respaldo partidario de una formación que, si bien ya no se tiene por socialista, si dice ser progresista y de izquierda, estaríamos, bien ante un autentico desbarre de quien así calificase sus hechos políticos o, como todos podemos comprobar, estaríamos, estamos, ante el abandono premeditado, ininterrumpido, interesado y vergonzante de la identidad histórica del Psoe.
Nada de lo que hoy procede del Psoe, de los distintos ámbitos de Psoe, sean estos orgánicos de alto o bajo nivel o de las instituciones en las que los digitalizados “representantes” del pueblo trabajan por y para sí mismos, induce a pensar que algo o alguien pretenda cambiar, para el futuro inmediato o lejano, las relaciones de dependencia política, económicas y sociales que, de forma creciente y con el beneplácito de la dirección del Psoe, oprimen cada día a más ciudadanos condicionando sus vidas y el futuro de sus descendientes.
Nadie de entre ellos pretende recuperar la primacía de la política sobre los poderes económicos, más aun, los cesantes y/o dimisionarios y los que en la carrera por hacerse con el control del partido ya están en liza, pretenden únicamente mantener su estatus, conservando el que disfrutan actualmente pagado y respaldado por el poder económico nacional y el transnacional.
Ni los que gestionan el poder zapaterista actual, ni los que le heredarán con el apoyo de los medios de comunicación a sueldo de los que les financian sus pérdidas, ni tan siquiera los que hasta no hace mucho se reclamaban de izquierda y socialistas, osan alzar su voz en defensa de la recuperación de los cada vez mas residuales valores de la democracia.
En el interior del Psoe, ya ni tan siquiera se plantea la recuperación de las señas de identidad de aquella socialdemocracia que le dio alma durante muchos años; la solidaridad, la igualdad, la libertad, la paz, la justicia, el papel del estado como agente de justicia y de igualdad son valores y objetivos que arrinconados en su historia solo les sirven para ser paseados en campañas electorales como fármacos que inducen la amnesia en un electorado hábilmente orientado hacia el individualismo, hacia la desmemoria y proclive al “y tú más”.
El anunciado incremento y la persistencia del paro asociado en la crisis a los ya comprobados aumentos de beneficios de las grandes empresas, son hechos que en nada parecen incomodar al conjunto del colectivo progresista.
Las violaciones constantes de la Constitución en todo lo relacionado con la igualdad que todos los ciudadanos han de obtener ante la ley tampoco es anomalía que les sacuda sus entrañas, antes socialdemócratas.
El injusto, permanente y creciente trato discriminatorio que las rentas del trabajo obtienen del gobierno en comparación con la exquisitez y delicadeza rayana en la sumisión con que son obsequiadas las del capital, tampoco es causa suficiente como para cuestionar la simple permanencia al frente del Psoe de quienes así actúan.
Las crecientes diferencias que los ciudadanos españoles han de soportar según el territorio en el que residan, hacen que el ejercicio de los derechos ciudadanos básicos, -educación, sanidad, servicios sociales, pensiones, prestaciones por desempleo, dependencia y tantos otros-, sean practicas en las que se aplican diferentes niveles de calidad y cantidad del correspondiente servicio o prestación, según se sea autóctono de tal o cual “nacionalidad” o foráneo de otra. Tampoco esto les mueve a recuperar el sentido de la igualdad en el ejercicio de los derechos básicos.
Ni que decir tiene que la utilización de los dineros publicos, mayoritariamente aportados por los trabajadores y pensionistas y destinados de forma abrumadora por este su gobierno a hacer más ricos a los que ya lo son, no conducen al disenso de ninguna de las conciencias zapaterianas
Que la juventud española esté mayoritariamente condenada a la dependencia tirana de los plutócratas patrios, hasta el punto de tener que emigrar para posibilitar la esperanza de mejora laboral y económica o, en el otro extremo del despilfarro zapaterista, tener que rebajar su cualificación académica a fin de ampliar sus posibilidades de alcanzar el deseado estatus de mileurista, son situaciones por ellos provocadas que tampoco incomodan a los que aun no se han atrevido a renunciar a unas siglas que no son suyas.
Así, ante el inacabable relato de impresentables situaciones que sus traiciones, sus mentiras y sus corrupciones han provocado, solo nos queda el recurso de construir un muro de votos en blanco contra el que se estrellen sus mentiras y sus traiciones. Solo desde ese muro de contención y rechazo a esta clase política podremos mirar a un futuro diseñado y construido por ciudadanos libres y comprometidos con esos valores democráticos que tanto empeño tienen en arrasar.
Con el PP es seguro que nos ira peor temporalmente, pero de seguir con el Psoe no cabe albergar esperanza de recuperar a una izquierda real, autentica y firme que dé cumplimiento a los preceptos constitucionales que se nos están negando. Este es, desde mi humilde punto de vista, el “radical y extremista” objetivo que la izquierda ha de conseguir.
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