jueves, 17 de noviembre de 2011

LA ACCION CORRUPTORA DEL ZAPATERISMO.

En uno de los primeros “post” de esta serie sobre por qué es obligatorio “botarlos” para la gente de izquierda, ya rememoré como desde sus balbuceos, el zapaterismo no se recataba en unir política con negocios, haciendo ver a quien quisiera verlo que para ellos esa corrupción era consustancial a su naturaleza ya que sus mas preeminentes lideres, leoneses, lucenses y madrileños se habían curtido en navajeos partidarios y económicos que les reportaron poder y dinero.
Llegados al gobierno desarrollaron sus habilidades entre la indiferencia partidaria, lo cual les puso en el camino de enriquecer sus habilidades en el terreno del “bussines” político, ya que viendo y comprobando que sus afanes de enriquecimiento utilizando su posición política no tenían más respuesta que la que, de higos a brevas, aplicaban los jueces a los más descarados y burdos ladrones zapateristas de tercera división, se aplicaron en conseguir lo que al parecer hasta el momento solo estaba reservado a los dioses, estar y actuar en dos posiciones al mismo tiempo, como corruptos y como corruptores.
Para cualquiera de nosotros es de lógica elemental y por ello indiscutible que para que haya un corrupto ha de haber un corruptor, pues para el zapaterismo no. Para el zapaterismo tal lógica es la que corresponde a visiones cortas, limitadas, para ellos, y así lo han demostrado, se puede ser corrupto y corruptor al mismo tiempo.
Hoy, como decía antes, no toca demostrar cuan corruptos son y siguen siendo muchos de los más ilustres zapateristas, hoy toca demostrar cuan corruptores son y seguirán siendo los que de entre ellos seguro que sobrevivirán a la debacle del próximo domingo.
Dice el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua que es corruptor aquel que corrompe, y siendo corromper, en las siete acepciones que el diccionario contempla, alterar y trastrocar la forma de algo, echar a perder, depravar, dañar, pudrir, sobornar a alguien con dádivas o de otra manera, pervertir o seducir a alguien, estragar, viciar, corromper las costumbres, el habla, la literatura, incomodar, fastidiar, irritar y, finalmente, oler mal, pueden Vds. elegir cual o cuales de todas esas acepciones más les cuadran a los zapateristas teniendo en cuenta dos simples ejemplos que a continuación les traigo a su memoria.
Cuando a partir del verano de 2007 nos bombardeaban diciendo que no había crisis, que era solo desaceleración económica y poco después, en las cercanías de las elecciones marzo de 2008, se inventaron dos mecanismos para comprar las voluntades de los más dispuestos a corromperse, la devolución indiscriminada de 400 euros a todo aquel que hubiese hecho la declaración de la renta, argumentando que les sobraba el dinero y la temporal instauración del llamado cheque-bebé por el cual se abonaban 2000 euros por cada “kiki” que a los nueve meses acabase dando sus frutos. ¿Es o no este proceder un impresentable intento de comprar voluntades y votos con el dinero público? ¿Es o no esta la práctica de alguien que acostumbrado a venderse trata de alterar, pervertir, viciar y/o corromper la costumbre de integridad ciudadana para sacar rédito electoral, adoptando el rol de aquellos otros que a ellos les corrompieron? Porque si no lo fuese, al menos admitirán Vds. que lo entonces hecho, huele pero que muy mal.
Vista la forma de corromper más grosera del zapaterismo, veamos ahora otra más sutil, más insidiosa, pero no por ello menos importante, ya que la corrupción conceptual que han instaurado puede que tarde mucho en desaparecer y dejar paso a la recuperación de la decencia política del socialismo democrático.
Durante toda su existencia, el zapaterismo se ha esforzado en hacernos creer que era lo moderno, lo nuevo, lo ajustado a los tiempos, lo que realmente demandaba la ciudadanía, logrando que hasta militantes socialistas curtidos en la lucha ideológica acabasen aceptando trágalas tan obscenos como aquello de “bajar impuestos es de izquierda”, “reformar el sistema de protección social es afianzarlo y fortalecerlo” o en el colmo de la desfachatez afirmar que abaratar el despido era una fórmula para generar empleo”.
Estos ejemplos no son por si mismos lo sustancial del asunto, lo verdaderamente importante es que ponen de relieve la concepción corruptora de ideas, de convicciones y valores que tales mensajes, -machaconamente repetidos por los medios de comunicación, todos ellos servidores de la derecha-, han acabado inoculando en los cerebros de muchos ciudadanos, de tal forma que han conseguido que su capacidad de discernimiento esté al menos condicionada por ellos.
Muchos más ejemplos de corrupción conceptual pueden argüirse en contra del zapaterismo, baste como muestra final otra corrupción del lenguaje asiduamente practicada por este “ismo” fétido. El zapaterismo, estando al mando del Partido Socialista Obrero Español se llaman a sí mismos progresistas, pues le produce urticaria tener que ser coherentes con la denominación de su partido; aun así, no sería del todo incoherente tal cambio identificativo si realmente fuesen partidarios del progreso, pero la realidad y el tiempo han venido a demostrar que el único progreso que les importa y a favor del cual han trabajado, es su exclusivo progreso personal.

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