domingo, 13 de noviembre de 2011

LA CUESTION AUTONOMICA, OTRA RAZON DE PESO PARA “BOTARLOS”

Nos dijeron que la transición fue modélica y se está demostrando que el retorno al autoritarismo y a la corrupción, propia de las dictaduras, es tan creciente como evidente. Nos dijeron que la estructura territorial del estado habría de ser modelo a copiar por el mundo entero y a los treinta y tres años de aquella ocurrencia constitucional, la opinión pública mayoritaria se ha vuelto en contra de un sistema de taifas administrativos y políticos que ni presta los servicios que nos decían que con creciente eficacia, eficiencia y economía de medios nos prestarían, ni mucho menos esas autonomías sirven de autogobierno a país, nacionalidad, región o ciudad autónoma alguna.
Hoy las autonomías son las réplicas del gobierno central del antiguo estado, por lo que únicamente han generado duplicidades, carestías en la prestación de los servicios publicos transferidos, disminución de la calidad de los mismos y sobretodo y fundamentalmente han generado 17 nuevas camarillas de caciques regionales donde pastan tan apacible como sustanciosamente alimentados decenas de miles de nuevos parásitos de la política.
No hay una sola autonomía donde la acción de los sucesivos gobiernos autonómicos haya incrementado la prestación de servicios a los ciudadanos en condiciones de mayor eficacia y de mayor eficiencia. Ni uno solo de los taifas autonómicos ha considerado que su responsabilidad era y es gestionar los recursos publicos que a su alcance se ponen para el exclusivo beneficio de los ciudadanos de la correspondiente región, atendiendo con especial interés a una máxima constitucional por todos olvidada, la igualdad en el ejercicio del derecho que tanto en el acceso al servicio como en la calidad del mismo tienen los habitantes de esa región y los de otra cualquiera.
Así, la sanidad es múltiple; en unos sitios se prestan unos servicios y atenciones que no se ofrecen a pocos kilómetros de distancia de las fronteras que el capítulo VIII de la Constitución estableció. Se da la paradoja que si uno enferma en Francia, o en cualquier otro país con el que el estado español tenga suscrito el correspondiente convenio de reciprocidad, la atención sanitaria es automática y en igualdad de condiciones que la que reciben los oriundos del país en cuestión, mientras que en este califato borbónico, es necesario contar con algún amigo o conocido que haga de conductor para que lo traslade a su taifa de origen, si uno tiene la desgracia de romperse una pierna, por ejemplo en Alicante, teniendo tarjeta sanitaria de la una, grande y libre autonomía madrileña.
Como la casuística puede ser interminable ya que otro tanto se da en lo concerniente a educación, servicios sociales, dependencia, trabajo y fiscalidad, lo realmente importante, lo que es, y me temo que seguirá siendo transcendente, es la dejación de responsabilidades que los gobiernos centrales de esta federación de taifas vienen haciendo respecto a la exigencia de responsabilidades de los cada vez más corruptos, venales e incompetentes gobernantes regionales.
Ni ante la más evidente de las corrupciones se adoptan decisiones políticas como las que en la constitución se contemplan, medidas que permiten llegar al extremo de poder retirar las competencias a un gobierno autónomo. Ni ante el despilfarro de los caudales públicos se adopta medida alguna que impida la generalizada megalomanía ladrillera que nada aporta al común de los ciudadanos. Nada parece ser suficiente como para que alguien dé un puñetazo en la mesa y jugándose su carrera política anteponga la razón, y si quieren Vds. la necesidad de retornar a un principio desde el que construir unidad nacional en la diversidad cultural e imponer la unidad e igualdad en el ejercicio de derechos y servicios publicos sea cual sea el territorio en el que se esté.
En estos infaustos años de insensatez zapaterista, la cuestión autonómica ha rolado hacia extremos que no son sostenibles desde ningún punto de vista. Las llamadas nacionalidades históricas han seguido haciendo, independientemente del color de sus gobiernos, aldeanismo regional, cantonalismo excluyente y apuestas con el fuego de la disgregación, ante el beneplácito de quienes tenían la responsabilidad de acotar constitucionalmente esos estúpidos e insolidarios delirios.
El resto de los taifas autonómicos, aquellos que se vieron sorprendidos por la lotería constitucional, que no por la demanda ciudadana, generaron una nueva clase política que se sumó con entusiasmo a la lluvia de dinero que en forma de competencias les comenzó a llegar, recorriendo todas ellas un trecho similar en el desvarío y en la irresponsabilidad que el resto de sus sosias, las históricas. Crecimiento desproporcionado de las administraciones regionales, incremento de los pesebres puestos a disposición de los partidos políticos y como reciente corolario de su implicación en el origen de la crisis, mangoneo y apropiación delictiva de las cajas de ahorros regionales hundidas en la especulación ladrillera que hoy estamos pagando los trabajadores y pensionistas.
Este es el panorama, de momento irreversible, de un estado que ya no lo es, ya que no hay donde encontrar sentido de nación, de ciudadanía, y/o de sociedad que pueda exteriorizar de forma contrastable la pertenencia a un proyecto de futuro compartido. Y de esta situación es responsable el zapaterismo por los ultimos ocho años.

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