Dice hoy Juan Carlos Rodríguez Ibarra, y dice bien, que ni la ejecutiva zapaterista ni el congreso amañado que han convocado están legitimados para hacer frente al futuro del Psoe tras las dos debacles electorales habidas y la que se espera en unos meses en Andalucía y propone que dimitan los responsables, todas las ejecutivas sean regionales, locales o la federal, que se elija una gestora representativa de todas las corrientes y sensibilidades, y sea esta la que convoque el congreso del que debiera salir proyecto y equipo renovado.
Ni que decir tiene que lo suscribo de la A a la Y, que no hasta la Z. Esa Z que no suscribo es lo que el tiempo pasado y el actual denominan como renovación, ya que en todos los casos en los que se ha hablado de renovación en el Psoe y esos renovadores, con Rubalcaba y Chacón en sus filas, han tocado poder, siempre ha sido para escorar las políticas socialistas hacia las privatizaciones de lo público y hacia los recortes en lo social.
Ninguna renovación tan drástica ha sufrido el Psoe en su centenaria existencia como la que impuso el zapaterismo y nunca como ahora, tras su degeneración total, ha alcanzado tan altas cotas de rechazo ciudadano.
Coincido con Rodríguez Ibarra en señalar como objetivo primordial la recuperación de la identidad socialdemócrata que nunca debiera haberse tan siquiera cuestionado, pero declino toda esperanza de que en esta primera tacada de reacciones tras el desastre se recupere un átomo de dignidad política por aquellos que de su interés personal han hecho el “lei motiv” de su permanencia en la política.
Las dimisiones zapateristas serán tan raras como la nieve en Utrera. No solo no dimitirán, sino que desde el poder de control del partido harán todo lo posible y lo imposible, sea legal o ilegal, para mantenerse en el disfrute de los indecentes privilegios que a sí mismos se han venido otorgando, y puesto que se da la circunstancia de que todos los niveles de dirección del Psoe están impregnados por las mismas derrotas, por los mismos intereses de clase, por los mismos niveles de degeneración conceptual y por iguales o parecidos niveles de incompetencia e inexperiencia profesional fuera de la política, es por lo que el próximo congreso federal, se convoque en la forma en que finalmente se haga, será otro conclave de zapateristas, derrotados pero aferrados a los pesebres del partido como las sanguijuelas se adhieren a todo lo que con riego sanguíneo pueda alimentarlas.
Hace ya quince años que tras una derrota cantada y la inmediata dimisión de Joaquín Almunia afloraron movimientos internos que en la perspectiva de esa derrota se venían fraguando por gente que figuraba en la nomina de Ferraz. Hoy cuando la derrota es absoluta, no tanto por los números cuanto por los mensajes descalificadores que más de cuatro millones de antiguos votantes socialistas les hemos gritado, no cabe descartar que, como antaño, la misma u otra Trinidad Jiménez esté contuberniando una nueva “renovación progresista” con el Pepiño o el José Luis Balbás de turno.
No descarten Vds. que hoy, mucho más fácilmente que entonces, el poder del dinero orille y acalle, tanto el mensaje emitido por los ciudadanos de izquierda, como la necesidad del sistema de contar con un partido que represente, sin traición alguna, los derechos y los intereses de los trabajadores, por lo que creo necesario recordar a qué dos grupos financieros se deben cada uno de los dos previsibles candidatos, tanto el santanderino como la barcelonesa.
No es renovación lo que el Psoe necesita pues todos sabemos que se entiende por tal en las cúpulas del poder político y del poder económico, lo que el Psoe necesita es regenerar y asumir los principios que secularmente han identificado al socialismo democrático, igualdad, justicia, solidaridad y libertad, sin olvidar que los enemigos de tales principios no solo están fuera. En estos últimos años se ha venido demostrado que bajo el disfraz de una supuesta renovación el enemigo de nuestros principios se adueñó del Psoe el año 2000 y pretenden seguir ostentando una propiedad que no les pertenece.
Ni que decir tiene que lo suscribo de la A a la Y, que no hasta la Z. Esa Z que no suscribo es lo que el tiempo pasado y el actual denominan como renovación, ya que en todos los casos en los que se ha hablado de renovación en el Psoe y esos renovadores, con Rubalcaba y Chacón en sus filas, han tocado poder, siempre ha sido para escorar las políticas socialistas hacia las privatizaciones de lo público y hacia los recortes en lo social.
Ninguna renovación tan drástica ha sufrido el Psoe en su centenaria existencia como la que impuso el zapaterismo y nunca como ahora, tras su degeneración total, ha alcanzado tan altas cotas de rechazo ciudadano.
Coincido con Rodríguez Ibarra en señalar como objetivo primordial la recuperación de la identidad socialdemócrata que nunca debiera haberse tan siquiera cuestionado, pero declino toda esperanza de que en esta primera tacada de reacciones tras el desastre se recupere un átomo de dignidad política por aquellos que de su interés personal han hecho el “lei motiv” de su permanencia en la política.
Las dimisiones zapateristas serán tan raras como la nieve en Utrera. No solo no dimitirán, sino que desde el poder de control del partido harán todo lo posible y lo imposible, sea legal o ilegal, para mantenerse en el disfrute de los indecentes privilegios que a sí mismos se han venido otorgando, y puesto que se da la circunstancia de que todos los niveles de dirección del Psoe están impregnados por las mismas derrotas, por los mismos intereses de clase, por los mismos niveles de degeneración conceptual y por iguales o parecidos niveles de incompetencia e inexperiencia profesional fuera de la política, es por lo que el próximo congreso federal, se convoque en la forma en que finalmente se haga, será otro conclave de zapateristas, derrotados pero aferrados a los pesebres del partido como las sanguijuelas se adhieren a todo lo que con riego sanguíneo pueda alimentarlas.
Hace ya quince años que tras una derrota cantada y la inmediata dimisión de Joaquín Almunia afloraron movimientos internos que en la perspectiva de esa derrota se venían fraguando por gente que figuraba en la nomina de Ferraz. Hoy cuando la derrota es absoluta, no tanto por los números cuanto por los mensajes descalificadores que más de cuatro millones de antiguos votantes socialistas les hemos gritado, no cabe descartar que, como antaño, la misma u otra Trinidad Jiménez esté contuberniando una nueva “renovación progresista” con el Pepiño o el José Luis Balbás de turno.
No descarten Vds. que hoy, mucho más fácilmente que entonces, el poder del dinero orille y acalle, tanto el mensaje emitido por los ciudadanos de izquierda, como la necesidad del sistema de contar con un partido que represente, sin traición alguna, los derechos y los intereses de los trabajadores, por lo que creo necesario recordar a qué dos grupos financieros se deben cada uno de los dos previsibles candidatos, tanto el santanderino como la barcelonesa.
No es renovación lo que el Psoe necesita pues todos sabemos que se entiende por tal en las cúpulas del poder político y del poder económico, lo que el Psoe necesita es regenerar y asumir los principios que secularmente han identificado al socialismo democrático, igualdad, justicia, solidaridad y libertad, sin olvidar que los enemigos de tales principios no solo están fuera. En estos últimos años se ha venido demostrado que bajo el disfraz de una supuesta renovación el enemigo de nuestros principios se adueñó del Psoe el año 2000 y pretenden seguir ostentando una propiedad que no les pertenece.
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