Estaba yo esta mañana tan metido en esta mi afición por los números y las sabrosas lecturas que de ellos se desprenden, si se sabe tratarlos, preparando así mas comentarios a incorporar a este blog, que al pronto reparé que llevaba en ello mas de dos horas, por lo cual me dije, hay que cambiar de tema que si no te vas a embotar (más).
Dicho y hecho. Pasé del ordenador a “El País”, y leí con detenimiento el artículo de Felipe, una carta al director y un artículo, ambos sobre la renta básica de ciudadanía, lo de la despensa de Aznar, que por cierto, estaba finalizando la lectura de esta noticia cuando me asaltó una perentoria necesidad y hube de cesar en la lectura.
Al regreso del inodoro llegué a lo de la memoria histórica, pasé de casi todo de lo de Madrid, me detuve en lo de la guerra civil y el Vaticano, brindé mi recuerdo personal a Carlos Llamas y saltando los encartes y especiales llegué a las paginas de economía, que ya no estoy para muchos deportes.
Y héteme aquí que, supongo que sin querer, Prisa me regala un momento de felicidad al informarme que “el PSOE rebaja el impuesto a los yates y a los aviones privados en la ley de calidad del aire”.
Lo tuve que leer dos veces. Primero fue sorpresa, luego incredulidad y finalmente me invadió un poco el egoísmo y me llegó la felicidad. Y veréis por qué.
No alcancé ese momento de felicidad porque hace escasos meses, un conocido mío se haya comprado un mega yate, y por lo tanto no se ha podido aprovechar de la rebaja fiscal, no, es porque, después de hacer el esfuerzo de analizar estudios y estadísticas fiscales con los cuales trababa, de demostrar estos días de atrás, a mis escasos pero fieles lectores, que estos chicos saben lo que tienen entre sus manos, que se aprovechan personalmente de ello, y que nos tratan de mala manera, hoy, finalmente, ellos mismos, de forma tan estúpida como servil, demuestran a quienes se deben, y con ello certifican a mis afirmaciones.
Pero como no quiero hacer sangre donde no hay neuronas, tengo que aceptar que quizás tengan alguna explicación razonable para tal medida, ya que no creo que en el Senado, ayer, se haya multiplicado “n” veces el consumo normal de alcohol.
Por lo que, tratando de ser positivo, es posible que Dª Cristina Narbona pretenda, en línea con los héroes del dibujante Ibáñez, transformar los mecanismos de impulsión de yates y aviones, y pasen estos a ser propulsados en vez de por motores de explosión o turbinas por motores humanos a pedales de los cuales Mortadelo y Filemón son expertos ingenieros.
Y no seré yo quien niegue ingenio a esta formula, ya que con su aplicación se conseguiría disminuir las emisiones contaminantes, incrementar el empleo, mejorar la forma física de la clase trabajadora y, previsiblemente, arrasar en atletismo y natación en los próximos juegos olímpicos.
Si así fuese, retiraría todo lo dicho y me uniría gozoso a tan espléndida como original forma de preservar la calidad del aire, a lo cual yo cooperaría pegando fuego a mi coche.
Dicho y hecho. Pasé del ordenador a “El País”, y leí con detenimiento el artículo de Felipe, una carta al director y un artículo, ambos sobre la renta básica de ciudadanía, lo de la despensa de Aznar, que por cierto, estaba finalizando la lectura de esta noticia cuando me asaltó una perentoria necesidad y hube de cesar en la lectura.
Al regreso del inodoro llegué a lo de la memoria histórica, pasé de casi todo de lo de Madrid, me detuve en lo de la guerra civil y el Vaticano, brindé mi recuerdo personal a Carlos Llamas y saltando los encartes y especiales llegué a las paginas de economía, que ya no estoy para muchos deportes.
Y héteme aquí que, supongo que sin querer, Prisa me regala un momento de felicidad al informarme que “el PSOE rebaja el impuesto a los yates y a los aviones privados en la ley de calidad del aire”.
Lo tuve que leer dos veces. Primero fue sorpresa, luego incredulidad y finalmente me invadió un poco el egoísmo y me llegó la felicidad. Y veréis por qué.
No alcancé ese momento de felicidad porque hace escasos meses, un conocido mío se haya comprado un mega yate, y por lo tanto no se ha podido aprovechar de la rebaja fiscal, no, es porque, después de hacer el esfuerzo de analizar estudios y estadísticas fiscales con los cuales trababa, de demostrar estos días de atrás, a mis escasos pero fieles lectores, que estos chicos saben lo que tienen entre sus manos, que se aprovechan personalmente de ello, y que nos tratan de mala manera, hoy, finalmente, ellos mismos, de forma tan estúpida como servil, demuestran a quienes se deben, y con ello certifican a mis afirmaciones.
Pero como no quiero hacer sangre donde no hay neuronas, tengo que aceptar que quizás tengan alguna explicación razonable para tal medida, ya que no creo que en el Senado, ayer, se haya multiplicado “n” veces el consumo normal de alcohol.
Por lo que, tratando de ser positivo, es posible que Dª Cristina Narbona pretenda, en línea con los héroes del dibujante Ibáñez, transformar los mecanismos de impulsión de yates y aviones, y pasen estos a ser propulsados en vez de por motores de explosión o turbinas por motores humanos a pedales de los cuales Mortadelo y Filemón son expertos ingenieros.
Y no seré yo quien niegue ingenio a esta formula, ya que con su aplicación se conseguiría disminuir las emisiones contaminantes, incrementar el empleo, mejorar la forma física de la clase trabajadora y, previsiblemente, arrasar en atletismo y natación en los próximos juegos olímpicos.
Si así fuese, retiraría todo lo dicho y me uniría gozoso a tan espléndida como original forma de preservar la calidad del aire, a lo cual yo cooperaría pegando fuego a mi coche.
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