En más de una ocasión he recordado los versos que Cervantes dedicó al túmulo de Felipe II, aquellos de “caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese, y no hubo nada”, versos que, para mí, son los que con menos palabras describen actitud tan bravucona, valentona para el autor, como insustancial e inconsecuente de alguien, que hoy de nuevo, me ha traído a la mente la lectura de toda una página dominguera que “El Pais” regala, de forma fallida, a Tomás Gómez.
Que nadie piense que concedo a esa “tribuna” sustancia y veracidad, ya que de su solo titulo “Crisis política, colapso moral y desgobierno en Madrid”, cabría el intentar extraer conclusiones aplicables al hemiciclo de Vallecas y al de la Carrera de San Jerónimo, pero sería empeño imposible puesto que solo verborrea es.
Y puesto que no me interesa en absoluto aquello de “y tu mas” creo que es preferible centrarse en la cada vez más conocida constatación de que por mucho espacio y tiempo que le den a Tgo, (Tigou), y en el periódico se lo han dado, su velocidad neuronal traducida en capacidad de proponer ideas es de carreta medieval, ya que no hemos de olvidar que la velocidad es igual al espacio dividido por el tiempo, y que en esta circunstancia, la conjunción de espacio y tiempo no contienen avance propositivo alguno.
Tan solo en una ocasión a lo largo de las cinco columnas que le regalan, cita el autor un término que le delata y que más adelante expondré.
Están cuajadas esas columnas de una vacuidad política tan plena como es el relato de los corrompidos hechos que desde hace unos días nos obsequia la prensa, con lo cual, el ejercicio de remarcar lo obvio certifica los malos tiempos que nos afligen y la capacidad intelectual de quien así nos sermonea. Y no podía ser de otra manera. Lo curioso es que se lea por donde se lea, para mí, esta tribuna “tomasera”, como que rezuma el idioma con que a principio de los noventa González nos obsequiaba a todos sin más condimento que buena retorica y mejor entonación, pero que leído hoy, a los que aquellas arengas vivimos, solo de forma momentánea nos rejuvenece, pero de ninguna forma nos engaña, ya que las distancias entre los autores, para mal, son abismales.
No hay en todo el discurso ni una sola proposición política sea económica, social, o de gestión en la cual basar la conveniencia de cambio en el gobierno en la Comunidad de Madrid que, a la postre, es la única propuesta, ya obsesiva, que es capaz de verbalizar el chiquito de Parla. Nada que por original, novedoso o identitario de algo, se diferencie de lo que “Tgo” llamó ayer una derecha facha, nada, que, más allá de la descalificación, cierta y acertada de un adversario encenagado en la corrupción con el que, por cierto, hasta ayer mismo se quería “contuberniar” para alcanzar más poder económico en Caja Madrid, lleve al ánimo del lector certeza mínima sobre tal conveniencia de cambio desde el punto de vista de los intereses generales, y confianza suficiente en cuanto a los que tal conveniencia desarrollarían. Nada, ya que nada puede aportar el supuesto autor de tan abundantes como vacías columnas.
Y es que Eduardo Sotillos, comunicador oficial de Tgo, aceptable pluma y experimentado “contactador” de medios, es para mí el verdadero autor de la llamada tribuna dominical, es en esta ocasión el “negro” de Tomás. Eduardo se ha delatado en su escrito por no haber percibido del todo los aires del neosocialismo o por haberle vencido sus antiguas inercias y deslizar en su perorata una palabra a la que antes eludía. Esa palabra que al final de la tribuna aparece es “ética”.
Querido y admirado Eduardo, te has delatado al utilizar un término que no es que esté desterrado del diccionario zapaterista, es que está vedado y perseguido en la práctica política española. Cuando, después de cinco años de absolutismo zapaterista, tiempo que pasará a la historia por haber ridiculizado y minimizado aquello tan de Solchaga que era, antaño, España el país en que más rápidamente se podía hacer rico uno, y en este despendole, si alguien desde dentro del sistema zapateril utiliza ese noble termino, ética, o bien es que esta afectado por vapores, confesables o no, o es que, como creo que es el caso, le traiciona su subconsciente.
Hoy la ética y la política, la ética y la economía, la ética y el conjunto del sistema capitalista que tanto están defendiendo todos, son términos incompatibles, fuego y agua, y es evidente que nadie nacido al calor político de Zp puede, decentemente, usar tal concepto tras haber practicado política excluyente, sectaria, discriminadora y económicamente interesada, y lo de Tgo en Parla y en Madrid se ha venido caracterizando por el uso y abuso de tales desmanes.
Hoy, para los que hemos huido del cinismo y la corrupción de la política española actual, no es ni creíble, ni menos aun confiables aquel o aquellos, de aquí y de allá, que con viga en el propio ojo denuncian otra de igual tamaño en el ojo ajeno.
En estas están, aunque no lo reconozcan. Estos, unos y otros, son los que gobiernan nuestros intereses supeditándolos a los suyos y pretendiendo hacernos creer que piensan en nuestros problemas. Hoy con esta gente es más cierto que nunca aquello de Marx, sector Groucho, que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnostico falso y aplicar después los remedios equivocados, a lo que yo añadiría, que de forma intencionada.
Que nadie piense que concedo a esa “tribuna” sustancia y veracidad, ya que de su solo titulo “Crisis política, colapso moral y desgobierno en Madrid”, cabría el intentar extraer conclusiones aplicables al hemiciclo de Vallecas y al de la Carrera de San Jerónimo, pero sería empeño imposible puesto que solo verborrea es.
Y puesto que no me interesa en absoluto aquello de “y tu mas” creo que es preferible centrarse en la cada vez más conocida constatación de que por mucho espacio y tiempo que le den a Tgo, (Tigou), y en el periódico se lo han dado, su velocidad neuronal traducida en capacidad de proponer ideas es de carreta medieval, ya que no hemos de olvidar que la velocidad es igual al espacio dividido por el tiempo, y que en esta circunstancia, la conjunción de espacio y tiempo no contienen avance propositivo alguno.
Tan solo en una ocasión a lo largo de las cinco columnas que le regalan, cita el autor un término que le delata y que más adelante expondré.
Están cuajadas esas columnas de una vacuidad política tan plena como es el relato de los corrompidos hechos que desde hace unos días nos obsequia la prensa, con lo cual, el ejercicio de remarcar lo obvio certifica los malos tiempos que nos afligen y la capacidad intelectual de quien así nos sermonea. Y no podía ser de otra manera. Lo curioso es que se lea por donde se lea, para mí, esta tribuna “tomasera”, como que rezuma el idioma con que a principio de los noventa González nos obsequiaba a todos sin más condimento que buena retorica y mejor entonación, pero que leído hoy, a los que aquellas arengas vivimos, solo de forma momentánea nos rejuvenece, pero de ninguna forma nos engaña, ya que las distancias entre los autores, para mal, son abismales.
No hay en todo el discurso ni una sola proposición política sea económica, social, o de gestión en la cual basar la conveniencia de cambio en el gobierno en la Comunidad de Madrid que, a la postre, es la única propuesta, ya obsesiva, que es capaz de verbalizar el chiquito de Parla. Nada que por original, novedoso o identitario de algo, se diferencie de lo que “Tgo” llamó ayer una derecha facha, nada, que, más allá de la descalificación, cierta y acertada de un adversario encenagado en la corrupción con el que, por cierto, hasta ayer mismo se quería “contuberniar” para alcanzar más poder económico en Caja Madrid, lleve al ánimo del lector certeza mínima sobre tal conveniencia de cambio desde el punto de vista de los intereses generales, y confianza suficiente en cuanto a los que tal conveniencia desarrollarían. Nada, ya que nada puede aportar el supuesto autor de tan abundantes como vacías columnas.
Y es que Eduardo Sotillos, comunicador oficial de Tgo, aceptable pluma y experimentado “contactador” de medios, es para mí el verdadero autor de la llamada tribuna dominical, es en esta ocasión el “negro” de Tomás. Eduardo se ha delatado en su escrito por no haber percibido del todo los aires del neosocialismo o por haberle vencido sus antiguas inercias y deslizar en su perorata una palabra a la que antes eludía. Esa palabra que al final de la tribuna aparece es “ética”.
Querido y admirado Eduardo, te has delatado al utilizar un término que no es que esté desterrado del diccionario zapaterista, es que está vedado y perseguido en la práctica política española. Cuando, después de cinco años de absolutismo zapaterista, tiempo que pasará a la historia por haber ridiculizado y minimizado aquello tan de Solchaga que era, antaño, España el país en que más rápidamente se podía hacer rico uno, y en este despendole, si alguien desde dentro del sistema zapateril utiliza ese noble termino, ética, o bien es que esta afectado por vapores, confesables o no, o es que, como creo que es el caso, le traiciona su subconsciente.
Hoy la ética y la política, la ética y la economía, la ética y el conjunto del sistema capitalista que tanto están defendiendo todos, son términos incompatibles, fuego y agua, y es evidente que nadie nacido al calor político de Zp puede, decentemente, usar tal concepto tras haber practicado política excluyente, sectaria, discriminadora y económicamente interesada, y lo de Tgo en Parla y en Madrid se ha venido caracterizando por el uso y abuso de tales desmanes.
Hoy, para los que hemos huido del cinismo y la corrupción de la política española actual, no es ni creíble, ni menos aun confiables aquel o aquellos, de aquí y de allá, que con viga en el propio ojo denuncian otra de igual tamaño en el ojo ajeno.
En estas están, aunque no lo reconozcan. Estos, unos y otros, son los que gobiernan nuestros intereses supeditándolos a los suyos y pretendiendo hacernos creer que piensan en nuestros problemas. Hoy con esta gente es más cierto que nunca aquello de Marx, sector Groucho, que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnostico falso y aplicar después los remedios equivocados, a lo que yo añadiría, que de forma intencionada.
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