Lamentablemente ayer el sistema político, económico y social español nos ofreció una constatación más de su fracaso.
Tras habernos demostrado los políticos que su interés es el interés partidista y no el de los ciudadanos a los que representan; tras habernos demostrado los poderes económicos que su acción no tiene por que responder a intereses colectivos sino solo al del beneficio rápido y especulador, tras estas dos demostraciones de cómo se desmorona un sistema, la tercera pata institucional en que se soporta un sistema de social democrático, los sindicatos, se lanzan a una representación teatral, a una parodia de si mismos que trata de ocultar la connivencia y la conveniencia que guía sus acciones y sus omisiones en las responsabilidades que la Constitución les otorgó. Y lógicamente los espectadores, los ciudadanos y los trabajadores, también estos, les dan la espalda.
Y hoy, sin sorpresa alguna, nos encontramos que la derecha en sus medios lo magnifica y la supuesta izquierda, en los suyos, lo minimiza, por lo que hay que concluir que la convocatoria sindical ha sido un fracaso.
Y lo ha sido no solo por la escuálida asistencia ciudadana, ni por la climatología mas o menos adversa. No ha sido un fracaso por el momento elegido para la protesta, ni por las razones aducidas para convocarla.
Ha sido un fracaso, y anunciado, por el desapego de los trabajadores hacia estos sindicatos apesebrados por el poder del dinero de las grandes empresas y del dinero publico. Ha sido un fracaso por su devenir entreguista y complaciente con el modelo económico liberal imperante.
Ha sido un fracaso por haber consentido que ese modelo económico, -del que estos “agentes sociales” han venido engordando estos últimos años-, haya provocado, con su mas absoluto silencio, mas de dos millones de parados en solo dos años.
Ha sido un fracaso por colaborar, sostener e impulsar, por acción y por omisión, una perdida de derechos laborales, y asociados a estos una perdida de derechos ciudadanos básicos como solo en tiempos de dictaduras se dieron.
Ha sido un fracaso histórico, pero me temo que no induzca revulsivo alguno en el seno de los imprescindibles sindicatos de clase que toda democracia ha de tener. Cuando, en un pasajero momento de lucidez, el ministro de trabajo osa decir que deberían prohibirse las prejubilaciones en empresas con beneficios, aquellos que debieran dejarse la piel en la defensa del sistema de protección publico, los sindicatos, responden oponiéndose a tan razonable argumento. Y es que son ellos los que negocian en las grandes empresas esas reducciones de plantilla que carga los costes a la Seguridad Social, y que les facilita la obtención de constantes “beneficios”, sean estos nuevos pesebres para liberados, o momios de cualquier otra índole.
En esta situación y con esas perspectivas, hay que ir visualizando ya la orientación y el resultado de las “reformas” que los sindicatos van a suscribir en ¿nuestro? nombre, tanto la que afectará a las pensiones publicas como la llamada reforma del mercado de trabajo.
Y visto lo visto, los trabajadores nos podemos dar por jodidos otra vez.
Claro que……no hay mal que cien años dure……ni cuerpo que lo resista.
Tras habernos demostrado los políticos que su interés es el interés partidista y no el de los ciudadanos a los que representan; tras habernos demostrado los poderes económicos que su acción no tiene por que responder a intereses colectivos sino solo al del beneficio rápido y especulador, tras estas dos demostraciones de cómo se desmorona un sistema, la tercera pata institucional en que se soporta un sistema de social democrático, los sindicatos, se lanzan a una representación teatral, a una parodia de si mismos que trata de ocultar la connivencia y la conveniencia que guía sus acciones y sus omisiones en las responsabilidades que la Constitución les otorgó. Y lógicamente los espectadores, los ciudadanos y los trabajadores, también estos, les dan la espalda.
Y hoy, sin sorpresa alguna, nos encontramos que la derecha en sus medios lo magnifica y la supuesta izquierda, en los suyos, lo minimiza, por lo que hay que concluir que la convocatoria sindical ha sido un fracaso.
Y lo ha sido no solo por la escuálida asistencia ciudadana, ni por la climatología mas o menos adversa. No ha sido un fracaso por el momento elegido para la protesta, ni por las razones aducidas para convocarla.
Ha sido un fracaso, y anunciado, por el desapego de los trabajadores hacia estos sindicatos apesebrados por el poder del dinero de las grandes empresas y del dinero publico. Ha sido un fracaso por su devenir entreguista y complaciente con el modelo económico liberal imperante.
Ha sido un fracaso por haber consentido que ese modelo económico, -del que estos “agentes sociales” han venido engordando estos últimos años-, haya provocado, con su mas absoluto silencio, mas de dos millones de parados en solo dos años.
Ha sido un fracaso por colaborar, sostener e impulsar, por acción y por omisión, una perdida de derechos laborales, y asociados a estos una perdida de derechos ciudadanos básicos como solo en tiempos de dictaduras se dieron.
Ha sido un fracaso histórico, pero me temo que no induzca revulsivo alguno en el seno de los imprescindibles sindicatos de clase que toda democracia ha de tener. Cuando, en un pasajero momento de lucidez, el ministro de trabajo osa decir que deberían prohibirse las prejubilaciones en empresas con beneficios, aquellos que debieran dejarse la piel en la defensa del sistema de protección publico, los sindicatos, responden oponiéndose a tan razonable argumento. Y es que son ellos los que negocian en las grandes empresas esas reducciones de plantilla que carga los costes a la Seguridad Social, y que les facilita la obtención de constantes “beneficios”, sean estos nuevos pesebres para liberados, o momios de cualquier otra índole.
En esta situación y con esas perspectivas, hay que ir visualizando ya la orientación y el resultado de las “reformas” que los sindicatos van a suscribir en ¿nuestro? nombre, tanto la que afectará a las pensiones publicas como la llamada reforma del mercado de trabajo.
Y visto lo visto, los trabajadores nos podemos dar por jodidos otra vez.
Claro que……no hay mal que cien años dure……ni cuerpo que lo resista.
1 comentario:
Que bárbaro, Cándido, no dejas ni a Dios sin batir
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