sábado, 29 de mayo de 2010

MIRANDO A LA IZQUIERDA EUROPEA (II)

Segunda parte del Informe del Grupo de Reflexión al Consejo Europeo, entregado el 8 de mayo.
......."Esto exige un programa ambicioso, con prioridades y método eficiente de aplicación, que supere la inoperancia del Método Abierto de Cooperación y comprometa tanto a la Unión como tal, como a sus Estados miembros. Asumimos que la Estrategia 2020 presentada por la Comisión forma parte de este gran esfuerzo a realizar por la Unión.
Así, debemos abordar las reformas estructurales pendientes desde la Agenda de Lisboa y cambiar el método de aplicación de la estrategia que se decida, mediante un sistema de estímulos que obligue a todos a cumplir los objetivos que se marquen por el Consejo Europeo y las Instituciones de la Unión.
Hay que mejorar el capital humano, como la variable estratégica clave para insertarse con éxito en la economía global. El retraso acumulado respecto de los competidores es grave y debemos recuperarlo coordinadamente: los Estados Miembros movilizarán los recursos que se comprometan en I+D+i, en un esfuerzo que implique al capital privado, y deberán reformar el sistema educativo en todos sus niveles, incluyendo la formación profesional; la Unión, por su lado, debe actuar con sus instrumentos presupuestarios propios revisados y apoyarse en el Banco Europeo de Inversiones y el Fondo Europeo de Inversiones. Se debe estudiar la conveniencia de un recurso nuevo como la imposición sobre el carbono.
Hay que poner en marcha una política común – interna y externa- en materia energética: con planes de ahorro y eficiencia en el consumo, del tipo de los previstos en la Estrategia Europa2020; reforzando la capacidad de negociación de la Unión en su aprovisionamiento exterior; con la apertura de un debate serio sobre la necesidad de una energía nuclear segura; y con el estímulo permanente y ordenado al desarrollo de las energías alternativas.
Hay que mantener la vanguardia en la lucha contra el cambio climático: pero para ser más eficaces y relevantes a nivel mundial, hay que evitar lo ocurrido en Copenhague, pasando de posiciones comunes a una estrategia negociadora única que nos permita defender nuestros intereses ante los demás interlocutores con mayor eficacia.
Hay que enfrentar nuestro reto demográfico, que nos planteará problemas de competitividad y de sostenibilidad del estado de bienestar. Resulta imprescindible para competir en la economía global y mantener nuestra sanidad y nuestras pensiones. Es necesario incorporar a más mujeres a la población activa ocupada, haciendo compatible trabajo y natalidad; estimular la prolongación de la vida activa y considerar la jubilación como un derecho; y tratar la emigración conforme a nuestras necesidades demográficas y productivas.
Hay que reforzar el Mercado Único para protegerlo contra las tentaciones del nacionalismo económico y ampliarlo a los servicios, la sociedad digital y otros sectores, llamados a ser motores esenciales de crecimiento y empleo en un mercado de 500 millones de usuarios y consumidores. Este refuerzo y esta ampliación del Mercado Único deben acompañarse de una mayor coordinación fiscal.
Hay que reformar el mercado de trabajo y modernizar el funcionamiento de las empresas: la revolución tecnológica exige cambios para aprovechar toda su potencialidad. Algunos países de la UE han avanzado reformas exitosas en flexiseguridad que debemos analizar y adaptar a nuestras realidades. Tenemos que asegurar la empleabilidad de los trabajadores y la adaptabilidad de las empresas en una economía en cambio constante. La mejora de la productividad por hora de trabajo es imprescindible y debe estar vinculada a las rentas percibidas, tanto directas como indirectas.
Para encarar estos retos no hace falta modificar el Tratado. Nuestro Informe, de acuerdo con el mandato recibido, no distingue entre los diferentes niveles competenciales en el seno de la UE ni precisa en cuál de ellos deben adoptarse las decisiones. No importa tanto quién haga qué, como que efectivamente se haga lo que hay que hacer. Y que se haga sin dilación. Con ello queremos decir que es urgente evaluar las prioridades presupuestarias y su suficiencia, sumando lo que destina la UE a políticas comunes y lo que se asigne por parte de los Estados Miembros al cumplimiento real de las prioridades que se acuerden. Objetivos ambiciosos, como los que necesitamos, con medios escasos como los disponibles y sin método exigente de aplicación, conducen a la frustración de las expectativas.
Para alcanzar todos estos objetivos el Consejo Europeo y el Eurogrupo tienen que reforzar su papel de liderazgo para conseguir las metas propuestas, en coordinación con la Comisión y en sintonía con el Parlamento Europeo.
Al tiempo que ponemos en marcha estas reformas, decisivas para nuestro futuro económico, tecnológico, social y medioambiental, tenemos que aprovechar a fondo todas las posibilidades del Tratado de Lisboa para desarrollar una política eficiente de aproximación a la ciudadanía; una política de seguridad interior y exterior; unas relaciones más sólidas con nuestros vecinos y una proyección exterior más clara y relevante para nuestros intereses.
El proyecto europeo ha de ser sobre todo el proyecto de los ciudadanos. Éstos tienen claro, a veces más que sus líderes, que a la UE y a cada uno de sus países les conviene ganar relevancia y eficacia hablando con una sola voz identificable con los intereses comunes en todas las materias que les afectan.
Los ciudadanos quieren que haya más coordinación en la lucha contra la criminalidad organizada y contra el terrorismo, porque saben que eso es más eficaz en nuestro espacio sin fronteras interiores y de libre circulación de personas.
Los ciudadanos ven que nuestro futuro de bienestar, desarrollo y seguridad está ligado al de nuestros vecinos, con los que debemos desarrollar una relación especial de cooperación que responda a los intereses que compartimos.
Los ciudadanos saben que nuestra política exterior ganará en peso relativo y en eficacia si somos capaces de presentarnos como un bloque en defensa de nuestros intereses y valores y no en orden disperso de protagonismos de épocas ya pasadas.
Los ciudadanos quieren que la Unión Europea esté a su servicio y por eso esperan que sus derechos como tales los acompañen en todo el espacio de la Unión (portabilidad), en su dimensión social, civil, familiar o laboral. Solo así sentirán próximas a las Instituciones y se sentirán representados.
Necesitamos, pues, aunar fuerzas en torno a la Unión, a través de acuerdos entre las Instituciones y los interlocutores económicos y sociales; y entre los diferentes niveles de poder –nacionales, regionales y locales- que configuran nuestra realidad.
Hace falta, sobre todo, un liderazgo claro y resuelto, con una sostenida capacidad de diálogo con la ciudadanía. El apoyo de ésta es básico en una situación de emergencia, como la presente, tanto por la dureza de la crisis y sus efectos en nuestra realidad social y económica, como por los cambios estructurales que debemos realizar para enfrentarlos y configurar el futuro que deseamos.
Los ciudadanos solo van a entender, abrumados por la crisis que no provocaron, que se les digan estas verdades con claridad y que se les llame a compartir un esfuerzo de superación comparable al que levantó a la Europa libre después de la segunda guerra".
Con un cordial saludo,
Los miembros del Grupo de Reflexión

2 comentarios:

ElSrM dijo...

Nos dicen "obligue a todos a cumplir los objetivos que se marquen por el Consejo Europeo y las Instituciones de la Unión". La primera institución a la que habría que escuchar y dotar de más poder es al Legislativo, que es la única elegida por el ciudadano y que, por tanto, responde directamente ante el mismo en las urnas.

Nos dicen "apertura de un debate serio sobre la necesidad de una energía nuclear segura; y con el estímulo permanente y ordenado al desarrollo de las energías alternativas"
en lugar de decirnos p.ej. que en 20-30 años podríamos estar funcionando con energías 100% renovables y limpias. Dicha capacidad está ahí y sólo hay que implementarla y estabilizarla. La nuclear debería ser de transición.

Fijémonos en esto: "estimular la prolongación de la vida activa y considerar la jubilación como un derecho;"
Dicha frase acaba de manera algo contradictoria o ambigua, pero si se la considera dentro de todo el párrafo bien puede entenderse que se aspira a alargar la edad laboral.

Todo lo contrario de lo que los enormes avances tecnológicos del último siglo, acumulados, nos permiten. Ya Sir John Maynard Keynes calculaba que por 2.030, para matener el pleno empleo, los adultos deberían trabajar unas 15 horas semanales ordinarias. Mientras la tecnología avance y la jornada laboral no disminuya, avanzará el desempleo.

Tenemos estudios, como el López y Navarro, que nos dicen que nuestros sistemas de Estado de Bienestar, nuestras pensiones públicas no están en riesgo. Las que están en riesgo son las estadounidenses, de capitalización, invertidas en renta variable y gestionadas por ludópatas peligrosos.

¿Natalidad, demografía? Eso puede solucionarse abriendo y no cerrando fronteras. Qué poco se mira hacia Escandinavia y sus buenos resultados con tantas cosas.

Cuando dicen: "Hay que reforzar el Mercado Único para protegerlo contra las tentaciones del nacionalismo económico y ampliarlo a los servicios,"
podemos entender que nos están diciendo lo que ya incluye el Tratado de Lisboa sobre que los servicios públicos —ya ni siquiera los llama con ese nombre— puedan ser prestados por empresas privadas, concesionarias monopolistas con ánimo de lucro.

El párrafo siguiente, sobre la flexiseguridad danesa es clave y, de nuevo, peligroso. Donde los inteligentísimos escandinavos daneses dicen "flexiseguridad", los tiburones leen "flexiprecariedad". En Dinamarca el trabajador está protegido por el Estado, por las arcas públicas, a cambio de una mayor flexibilidad organizativa para las empresas. Todo el mundo gana. ¿Veremos eso aquí? Antes veremos la flexibilidad organizativa para las empresas sin la tremenda protección pública de la que gozan los trabajadores daneses financiada, obviamente, mediante su potente sistema fiscal progresivo (no regresivo).

En efecto: "no hace falta modificar el Tratado."
Apaga y vámonos. El Tratado de Lisboa pone trabas directas, depende de cómo sea entendido, a los servicios públicos ofrecidos por el Estado de forma universal, gratuita y de calidad así como a las Políticas Fiscales neokeynesianas, al estilo de las socialdemocracias nórdicas.

(...)

ElSrM dijo...

(...)

De nuevo vemos al Ejecutivo tecnocrático encabalgado sobre y subordinando al democrático Parlamento cuando escriben:
"Para alcanzar todos estos objetivos el Consejo Europeo y el Eurogrupo tienen que reforzar su papel de liderazgo para conseguir las metas propuestas, en coordinación con la Comisión y en sintonía con el Parlamento Europeo."

En "desarrollar una política eficiente de aproximación a la ciudadanía; una política de seguridad interior y exterior; unas relaciones más sólidas con nuestros vecinos y una proyección exterior más clara y relevante para nuestros intereses"
se echa en falta referencia al comercio justo en la proyección exterior. La llamada diplomacia económica, así como la geopolítica, son materias donde se ve demasiado a menudo cuan inhumano y rapaz puede ser el Homo sapiens.

De las frases finales: "Los ciudadanos solo van a entender, abrumados por la crisis que no provocaron, que se les digan estas verdades con claridad y que se les llame a compartir un esfuerzo de superación"
se dejan que los ciudadanos sólo entenderemos de que se coja a la banca privada por el pescuezo y se le diga bien claro que antes somos los ciudadanos que su negocio. La banca privada es un negocio auxiliar, pues no fabrica nada, simplemente apoya a los que sí fabrican cosas.
En lugar de eso, con la financiarización de la economía que sufrimos —no accidentalmente— en los últimos 40 años, tenemos a un sector financiero con más peso que el sector productivo. Es de locos.
Los primeros que tienen que "compartir" el esfuerzo son ellos y no los ciudadanos. Deben asumir las pérdidas de los malos negocios financieros especulativos que han hecho y no pretender recuperarlas devaluando nuestros salarios ni nuestras condiciones laborales.

Cordialmente,