No recuerdo cuando fue, pero sí recuerdo con total claridad una pasada, un exceso, un descontrol en la antigua FSM que paso a relatarles.
Se trataba de un congreso regional de la FSM cuando casi todos ellos se celebraban en Alcobendas dada la afinidad de Pepe Caballero, -a la sazón alcalde de una de las ciudades más y mejor transformada por el socialismo madrileño de entonces- con el secretario general y presidente autonómico Joaquín Leguina. Por aquella época era necesario, según los estatutos vigentes, que para tener el estatus oficial de corriente organizada en el interior del Psoe, aquellos que tal pretendiesen habían de demostrar, en democrática votación, contar como mínimo con el 15 % de los votos de los delegados al congreso.
Comenzaré por recordar que era de todo punto normal el llegar a los congresos de la FSM con una muy diversa representación política, las procedentes de las mal denominadas familias políticas que decían, y se afanaban en demostrar, mantener sensibilidades políticas diferentes.
Así, los ya por entonces llamados leguinistas, antes convergentes socialistas, configuraban al sector más numeroso de la FSM lo cual les permitió copar las dos instituciones, Comunidad y Ayuntamiento de Madrid, ya que por entonces, y a diferencia de ahora, con la “malvada” jaula de grillos, (El País dixit), en plena ebullición, se ganaban electoralmente de calle.
Tenían estos convergentes una particularidad digna de resaltar, se eran fieles entre sí, e incluso la amistad germinó entre ellos, hasta tal punto que hoy día, tropecientos años después las relaciones personales las mantienen aunque las políticas hayan cambiado, y mucho.
Competían los anteriores en dura batalla política con los llamados fontaneros, con los federales, con los que más tarde se denominaron guerristas, aquellos que, comandados por Luis Pérez, Teófilo Serrano y Alejandro Cercas, se reclamaban los representantes del que por aquella época era indisoluble y poderoso binomio, González-Guerra. Decíamos ser, -un servidor era uno de sus soldaditos-, la parte mayoritaria del partido, pero miren por dónde, no en Madrid, por lo que los pactos reiterados una y otra vez con la otra parte contratante más o menos mayoritaria establecieron una dinámica que derivó en pasteleo. Y de eso va la cosa.
En ese congreso, como ya he dejado dicho los chicos, hoy ya abuelos, de Izquierda Socialista no llegaban ni soñando al 15% de los delegados requerido para seguir siendo corriente de opinión reconocida, por lo que la “trinidad” de entonces, Leguina-Acosta-Barranco, -la mesa camilla del socialismo madrileño-, determinó que había que conseguir que I.S. alcanzase el nivel de votos necesario pues les venía de perlas el disponer de partenaire político alternativo en caso de romper con los fontaneros. Y dicho y hecho, se encargó a Virgilio Cano que actuase como solo él sabía hacer, que para eso era el secretario de organización de la FSM, y don Virgilio actuó.
Y cual no fue la sorpresa de todos los asistentes al congreso que, en el recuento de los votos, Izquierda Socialista estuvo a punto de conseguir la mayoría relativa, con lo que incluso podría haber formado la ejecutiva regional negociando con unos o con otros. Y es que a Virgilio Cano se le fue la mano. Como era el consejero de Cooperación Territorial, el que con el maletín repartía dinero público por los pueblos y comarcas de la provincia atendiendo a quien es bueno y quien es malo, debió considerar que los Santesmases, de la Rocha y compañía eran buenos para sus intereses, y la lluvia de votos propios, en un tris estuvo de que los damnificados fontaneros les impugnásemos la votación. Lo que no evitaron fue el descojonamiento (con perdón) generalizado que a su costa muchos tuvimos durante un buen rato.
Pues hoy, de vuelta al presente, me da en la nariz que a alguien de Ferraz, como a Virgilio antaño, se le ha ido la mano al arrimarle a la Trini unos cuantos miles de votos más o menos durmientes o de los que están en poder de Ferraz en espera de ser dados de alta o algo por el estilo. ¿O alguien se puede creer que en el plazo de 24 horas se consigan dos mil firmas de militantes y así se llegue a alcanzar un nivel de participación muy superior al que se alcanzó en las primarias de Borrell contra Almunia?
Sabiendo como sabemos del antiguo empleo de Balbas como secretario del gobernador civil de Toledo en tiempos de la UCD, visitador de fincas rurales en tiempos electorales, de su ascensión a los cielos zapateristas tras unos “trabajitos” por San Sebastián de los Reyes y de su posterior caída en el tamayazo, todo ello con el respaldo del don Pepiño, ¿Quién dudaría de que en Ferraz, y con la tecnología de hoy, no haya gente capaz de reproducir dos mil años después el milagro de los panes y los votos, aun sin Virgilio? Pues eso, que si a la presidenta del CIS la han largado por negarse a condimentar una encuesta, se pueden imaginar Vds. como echan humo los pucheros zapateriles.
Se trataba de un congreso regional de la FSM cuando casi todos ellos se celebraban en Alcobendas dada la afinidad de Pepe Caballero, -a la sazón alcalde de una de las ciudades más y mejor transformada por el socialismo madrileño de entonces- con el secretario general y presidente autonómico Joaquín Leguina. Por aquella época era necesario, según los estatutos vigentes, que para tener el estatus oficial de corriente organizada en el interior del Psoe, aquellos que tal pretendiesen habían de demostrar, en democrática votación, contar como mínimo con el 15 % de los votos de los delegados al congreso.
Comenzaré por recordar que era de todo punto normal el llegar a los congresos de la FSM con una muy diversa representación política, las procedentes de las mal denominadas familias políticas que decían, y se afanaban en demostrar, mantener sensibilidades políticas diferentes.
Así, los ya por entonces llamados leguinistas, antes convergentes socialistas, configuraban al sector más numeroso de la FSM lo cual les permitió copar las dos instituciones, Comunidad y Ayuntamiento de Madrid, ya que por entonces, y a diferencia de ahora, con la “malvada” jaula de grillos, (El País dixit), en plena ebullición, se ganaban electoralmente de calle.
Tenían estos convergentes una particularidad digna de resaltar, se eran fieles entre sí, e incluso la amistad germinó entre ellos, hasta tal punto que hoy día, tropecientos años después las relaciones personales las mantienen aunque las políticas hayan cambiado, y mucho.
Competían los anteriores en dura batalla política con los llamados fontaneros, con los federales, con los que más tarde se denominaron guerristas, aquellos que, comandados por Luis Pérez, Teófilo Serrano y Alejandro Cercas, se reclamaban los representantes del que por aquella época era indisoluble y poderoso binomio, González-Guerra. Decíamos ser, -un servidor era uno de sus soldaditos-, la parte mayoritaria del partido, pero miren por dónde, no en Madrid, por lo que los pactos reiterados una y otra vez con la otra parte contratante más o menos mayoritaria establecieron una dinámica que derivó en pasteleo. Y de eso va la cosa.
En ese congreso, como ya he dejado dicho los chicos, hoy ya abuelos, de Izquierda Socialista no llegaban ni soñando al 15% de los delegados requerido para seguir siendo corriente de opinión reconocida, por lo que la “trinidad” de entonces, Leguina-Acosta-Barranco, -la mesa camilla del socialismo madrileño-, determinó que había que conseguir que I.S. alcanzase el nivel de votos necesario pues les venía de perlas el disponer de partenaire político alternativo en caso de romper con los fontaneros. Y dicho y hecho, se encargó a Virgilio Cano que actuase como solo él sabía hacer, que para eso era el secretario de organización de la FSM, y don Virgilio actuó.
Y cual no fue la sorpresa de todos los asistentes al congreso que, en el recuento de los votos, Izquierda Socialista estuvo a punto de conseguir la mayoría relativa, con lo que incluso podría haber formado la ejecutiva regional negociando con unos o con otros. Y es que a Virgilio Cano se le fue la mano. Como era el consejero de Cooperación Territorial, el que con el maletín repartía dinero público por los pueblos y comarcas de la provincia atendiendo a quien es bueno y quien es malo, debió considerar que los Santesmases, de la Rocha y compañía eran buenos para sus intereses, y la lluvia de votos propios, en un tris estuvo de que los damnificados fontaneros les impugnásemos la votación. Lo que no evitaron fue el descojonamiento (con perdón) generalizado que a su costa muchos tuvimos durante un buen rato.
Pues hoy, de vuelta al presente, me da en la nariz que a alguien de Ferraz, como a Virgilio antaño, se le ha ido la mano al arrimarle a la Trini unos cuantos miles de votos más o menos durmientes o de los que están en poder de Ferraz en espera de ser dados de alta o algo por el estilo. ¿O alguien se puede creer que en el plazo de 24 horas se consigan dos mil firmas de militantes y así se llegue a alcanzar un nivel de participación muy superior al que se alcanzó en las primarias de Borrell contra Almunia?
Sabiendo como sabemos del antiguo empleo de Balbas como secretario del gobernador civil de Toledo en tiempos de la UCD, visitador de fincas rurales en tiempos electorales, de su ascensión a los cielos zapateristas tras unos “trabajitos” por San Sebastián de los Reyes y de su posterior caída en el tamayazo, todo ello con el respaldo del don Pepiño, ¿Quién dudaría de que en Ferraz, y con la tecnología de hoy, no haya gente capaz de reproducir dos mil años después el milagro de los panes y los votos, aun sin Virgilio? Pues eso, que si a la presidenta del CIS la han largado por negarse a condimentar una encuesta, se pueden imaginar Vds. como echan humo los pucheros zapateriles.
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