Hace unos días, cuando casi que alabé el nombramiento de Alfredo y Valeriano como ministros, resaltaba los no muy frecuentes, pero a la postre, destacables, rasgos de nobleza que a uno y a otro les reconocía por haberlos constatado personalmente.
Hoy, Alfredo Pérez Rubalcaba, la bestia parda de la carcundia pepera, nos ofrece otra muestra más del alto concepto que de la amistad posee, el cual llega al punto de deformar un hecho del pasado, (lo siento Alfredo, pero eso es mentir), con tal de echar una mano por partida doble a su amigo Lissavetzky.
Dice el vice que la deuda del Ayuntamiento de Madrid es la deuda de Gallardón, lo cual en principio es una obviedad si no fuese por varios pequeños detalles que más adelante expondré tras reclamar que el Vice otorgue el mismo trato a la deuda pública que su gobierno ha generado desde mayo de 2004 al día de hoy. Deuda zapateriana e intereses de la misma que mayoritariamente han ido a parar al bolsillo de banqueros y colegas metidos a “cajeros”.
Se imputa en exclusiva a Gallardón la responsabilidad de la desproporcionada cuantía de la deuda del ayuntamiento de Madrid y no es cierto por dos razones. Una, cuando asumió la alcaldía de Madrid, asumió la deuda que en herencia le dejaba el rancio Álvarez del Manzano, deuda en la que, aun siendo incomparablemente más baja que la actual, y quizás por eso mismo, nada tuvo que ver en su generación la grandiosidad gallardoniana. La segunda razón es de índole político-pesetera. Pero vayamos por partes.
Cuando en 2002 el dedo de Zp señala a la actual ministra de Asuntos Exteriores en la reserva, doña Trinidad Jiménez, como candidata a la alcaldía de Madrid, el del dedo y la digitalizada candidata convienen que les es imprescindible un proyecto estrella para Madrid, ya que Aznar movió ficha rápidamente y jubilando a Álvarez del Manzano puso al presidente de la CAM al frente de la lista municipal, con lo cual el paseo militar que por entonces festejaban los trinitarios zapateristas se diluyó como el talante de Zp, dos años más tarde.
Nadie puede olvidar que el ayuntamiento de Madrid gestiona un presupuesto que es muy superior al de muchos de los ministerios mas adelgazados por el título VIII de la Constitución; en otras palabras que el casi billón de las antiguas pesetas que gestionaba el Ayto. capitalino era un dinero más que llamativo y sabroso para los insaciables amos del ladrillo.
¿Qué sucedió por entonces? Pues que un atento observador de la situación, antiguo concejal madrileño, y madridista, regaló a ambos contendientes dos ambiciosos proyectos de remodelación de la M-30, proyectos que pasaron a los respectivos programas electorales cuales rutilantes estrellas. Entre ellos solo había una pequeña diferencia, y era que el proyecto entregado a los suyos, el entregado a Gallardón, concebía básicamente esa remodelación en hacer kilómetros y kilómetros de túneles, mientras que el entregado a su sonriente Trini, consistía en poner semáforos a lo largo de esa vía de casi circunvalación madrileña.
Pero no fue esa la única diferencia con la que Pérez agasajó a su favorito Gallardón. La otra diferencia fue que le informó a cerca de las características del proyecto que había regalado a las huestes bobas de la Trini, -huestes entre las que me encontraba-, de forma tal que cuando fue oportuno, en pleno debate televisado, Gallardón arrasó a su prima al denunciar que lo que quería la Trini, de haber podido llevar adelante ese proyecto de reforma de la M-30 con semáforos, era dilapidar el dinero público e incrementar los atascos circulatorios que ya por entonces sufría la M-30. Sencillamente la machacó.
No se detengan mucho en la maniobra descrita, no lo hagan ya que lo que sustancialmente tiene enjundia a los efectos de la deuda “gallardoniana” es que Gallardón y Trini, Trini y Gallardón apostaron por endeudar por el mismo motivo y por la misma cuantía al ayuntamiento de Madrid. Sigan leyendo y conocerán la demostración de lo que acabo de afirmar.
El día 31 de mayo de 2004, un servidor de Vds. prometió ante el pleno del Ayto. de Madrid su cargo como concejal del mismo tras la dimision de Enrique Barón, ya que las elecciones municipales depararon 21 actas para el Psoe y quien aquí mal escribe ocupaba el puesto vigesimo segundo. Bien, una vez cumplido ese requisito, quiso el destino, (léase el dedazo de doña Trini), que, a pesar de provenir de una jefatura de servicio en la administración económica y presupuestaria de la Seguridad Social, puesto que a lo largo de diez y seis años me había facilitado conocimientos más que suficientes para, sin petulancia por mi parte, considerar al presupuesto del ayuntamiento de Madrid como un enano económico al compararse con el de la Seguridad Social, a pesar de ello y dado mi poco “filin” con la malagueña, esta había procedido, pocos días antes, a nombrar portavoz en la Comisión de Hacienda a una concejala que su presupuesto casero si se lo conocía, pero ahí quedaba su experiencia sobre estructura, regulación legal, ejecución y seguimiento presupuestario y dación de cuentas a los órganos de control. Pero no olviden que estamos hablando de zapateristas y lo último que desean los mediocres es tener a su lado alguien que sepa algo de algo.
Como esa prueba de sectarismo provocó más de un comentario entre los ediles propios, tuvo a bien la Jiménez el designarme portavoz del Grupo en la Comisión Especial de Vigilancia de la Contratación, por lo que a toda prisa me tuve que empapar de la recopilación legal que regula la contratación en las administraciones publicas.
Quiso el destino que el día 28 de julio de 2005 se adjudicase el mayor contrato que por entonces el mundo mundial había conocido, pues ni los contratos de la administración estadounidense con la Nasa o con los ejércitos yankees lograban superar los 9.725 millones de euros que de entrada iban a costar a los madrileños las obras y el mantenimiento de la M-30 resultante.
El suculento contrato de reforma y mantenimiento de la llamada Calle 30, la única calle de mundo que no tiene ni casas, ni estas números, tenía una duración prevista de 35 años y lo auténticamente mollar para los adjudicatarios era que poniendo 250 millones de euros en esa empresa mixta, por la cual el ayuntamiento ya se había endeudado en 2500 millones de euros, los socios privados recibirían a lo largo de esos treinta y cinco años un canon variable que se vería incrementado anualmente por factores tales la como inflación y la tasa de retorno de la inversión privada.
Lo que era de todo punto impresentable es que el canon anual que paga el ayuntamiento va al ciento por ciento destinado a los bolsillos de los que participan en la empresa con el 20 % del capital, quedando los participes por el 80 % del capital, todos los madrileños, a la luna de Valencia. Ya ven la arriesgada forma de hacer negocios que algunos han conseguido en esta España de bandoleros con corbata.
Durante todo el verano de 2005 se lo pasó un servidor desentrañando chapuzas del contrato en cuestión, chapuzas que alcanzaron tamaño gigantesco cuando unos concienciados funcionarios me descubrieron lo que hasta ahora vengo afirmando, los proyectos de la M-30 se hicieron en la sede de ACS, no en Gerencia de Urbanismo y las clausulas administrativas y técnicas que regirían el concurso y adjudicación del mismo se hicieron en la calle Ayala, sede de Garrigues y Asociados.
A estas alturas no será necesario recordar quienes resultaron adjudicatarios de tan grande como constante, duradera y casi gratuita lluvia de millones, la UTE, API-Ferrovial, siendo API el acróstico de Aplicaciones de Pinturas Industriales, empresa especializada en pintar la señalización horizontal de calles y carreteras y que casualmente pertenece al 100% al grupo……..¡bingo! al grupo ACS, el mismo que unos años antes les regaló la idea y los planos, y a pesar de no ser la oferta más económica de las cuatro presentadas.
Y como hay que ir acabando y cerrando el círculo, -les aseguro que muy vicioso-, les diré que en septiembre de 2005, cuando, siguiendo el criterio de hacer lo que debía, informé a mi portavoz sobre mi intención de llevar a la siguiente sesión de la Comisión de Vigilancia de la Contratación el contrato de reforma y mantenimiento de la M-30 para entonces ya adjudicado y en proceso de ser inscrito en el registro de contratos del ayuntamiento, esta, la hoy ministra de asuntos exteriores, me prohibió no solo llevarlo a la citada comisión, me prohibió seguir estudiándolo, me prohibió hablar de lo que hasta ese momento había conocido y me secuestró la competencia legal de hablar del tema cómo portavoz en la comisión, ya que me dijo, nombraba en ese momento a Félix Arias como representante del Psoe en todos los temas relacionados con la M-30.
Nunca jamás el grupo socialista presentó denuncia o demanda contra el coste de las obras y su mantenimiento, los de ese grupo, y sin que mediase debate alguno, su portavoz, y con ella el resto de los que allí la habían colocado, se limitaron a pedir esporádicas demoras o paralizaciones parciales de las obras en algún punto concreto, a denunciar la tala de árboles, a denunciar ruidos y futuras afecciones respiratorias por la situación de las chimeneas de ventilación y….. poco más.
Nunca, ni una sola vez se hablo de dinero, de la deuda que asumiríamos los madrileños, hasta el punto de dar orden de abstención en una votación en la cual a propuesta de IU se pedía al PP explicación sobre el sobrecoste que por 100 millones de euros soportaron las obras acometidas a partir de agosto de 2004 y hasta noviembre de 2005.
Por eso cuando hoy Alfredo dice que la deuda del Ayto. de Madrid es de Gallardón, miente y miente a sabiendas, ya que el paulatino crecimiento de la deuda municipal fue no solo conocido, sino autorizado y bendecido por el gobierno de Zp, ya que al sobrepasarse el límite que la ley de Haciendas Locales establece como máximo nivel de endeudamiento, el 110 % de los ingresos corrientes del año en curso, aquellos que pretendan sobrepasarlo se ven obligados a obtener la correspondiente autorización del Ministerio de Hacienda junto a la aprobación de un plan trienal de austeridad presupuestaria y amortización de deuda por el que se alcance el equilibrio presupuestario. O sea que la deuda de Gallardón es también de la Trini y de Zp puesto que fue el gobierno de este, y más en concreto el secretario de estado de hacienda Miguel Ángel Fernández Ordoñez y el Ministro de Hacienda Pedro Solbes los que autorizaron que la deuda municipal madrileña alcanzase los niveles faraónicos que Gallardón propuso.
Me guardo para mis memorias los recovecos de este contrato y las implicaciones de las más variadas y altas esferas en el reparto de la tarta que confeccionada con dinero de los madrileños de la que hoy uno de sus cocineros pretende desligarse y desligar a su protegido de la responsabilidad de una deuda que también ha engordado, ¡Vaya por dios!, por la permisividad directa de una Secretaría de Estado para el Deporte para con la corrupción olímpica, esa que, según dicen, ha costado a las arcas municipales más de dos mil millones de euros gastados en comprar voluntades para hacer una olimpiada en la Peineta. ¿O es que en estas dos intentonas con sus correspondientes Rolex, Moet Chandon, Vuitones, velinas y viajes para con los del COI, nada ha tenido que ver ni Lissavetzky, ni Zp, ni la Trini, ni la propia casa real?
¡Ay! Alfredo, Alfredo. ¿Quién tizna a quién?
Hoy, Alfredo Pérez Rubalcaba, la bestia parda de la carcundia pepera, nos ofrece otra muestra más del alto concepto que de la amistad posee, el cual llega al punto de deformar un hecho del pasado, (lo siento Alfredo, pero eso es mentir), con tal de echar una mano por partida doble a su amigo Lissavetzky.
Dice el vice que la deuda del Ayuntamiento de Madrid es la deuda de Gallardón, lo cual en principio es una obviedad si no fuese por varios pequeños detalles que más adelante expondré tras reclamar que el Vice otorgue el mismo trato a la deuda pública que su gobierno ha generado desde mayo de 2004 al día de hoy. Deuda zapateriana e intereses de la misma que mayoritariamente han ido a parar al bolsillo de banqueros y colegas metidos a “cajeros”.
Se imputa en exclusiva a Gallardón la responsabilidad de la desproporcionada cuantía de la deuda del ayuntamiento de Madrid y no es cierto por dos razones. Una, cuando asumió la alcaldía de Madrid, asumió la deuda que en herencia le dejaba el rancio Álvarez del Manzano, deuda en la que, aun siendo incomparablemente más baja que la actual, y quizás por eso mismo, nada tuvo que ver en su generación la grandiosidad gallardoniana. La segunda razón es de índole político-pesetera. Pero vayamos por partes.
Cuando en 2002 el dedo de Zp señala a la actual ministra de Asuntos Exteriores en la reserva, doña Trinidad Jiménez, como candidata a la alcaldía de Madrid, el del dedo y la digitalizada candidata convienen que les es imprescindible un proyecto estrella para Madrid, ya que Aznar movió ficha rápidamente y jubilando a Álvarez del Manzano puso al presidente de la CAM al frente de la lista municipal, con lo cual el paseo militar que por entonces festejaban los trinitarios zapateristas se diluyó como el talante de Zp, dos años más tarde.
Nadie puede olvidar que el ayuntamiento de Madrid gestiona un presupuesto que es muy superior al de muchos de los ministerios mas adelgazados por el título VIII de la Constitución; en otras palabras que el casi billón de las antiguas pesetas que gestionaba el Ayto. capitalino era un dinero más que llamativo y sabroso para los insaciables amos del ladrillo.
¿Qué sucedió por entonces? Pues que un atento observador de la situación, antiguo concejal madrileño, y madridista, regaló a ambos contendientes dos ambiciosos proyectos de remodelación de la M-30, proyectos que pasaron a los respectivos programas electorales cuales rutilantes estrellas. Entre ellos solo había una pequeña diferencia, y era que el proyecto entregado a los suyos, el entregado a Gallardón, concebía básicamente esa remodelación en hacer kilómetros y kilómetros de túneles, mientras que el entregado a su sonriente Trini, consistía en poner semáforos a lo largo de esa vía de casi circunvalación madrileña.
Pero no fue esa la única diferencia con la que Pérez agasajó a su favorito Gallardón. La otra diferencia fue que le informó a cerca de las características del proyecto que había regalado a las huestes bobas de la Trini, -huestes entre las que me encontraba-, de forma tal que cuando fue oportuno, en pleno debate televisado, Gallardón arrasó a su prima al denunciar que lo que quería la Trini, de haber podido llevar adelante ese proyecto de reforma de la M-30 con semáforos, era dilapidar el dinero público e incrementar los atascos circulatorios que ya por entonces sufría la M-30. Sencillamente la machacó.
No se detengan mucho en la maniobra descrita, no lo hagan ya que lo que sustancialmente tiene enjundia a los efectos de la deuda “gallardoniana” es que Gallardón y Trini, Trini y Gallardón apostaron por endeudar por el mismo motivo y por la misma cuantía al ayuntamiento de Madrid. Sigan leyendo y conocerán la demostración de lo que acabo de afirmar.
El día 31 de mayo de 2004, un servidor de Vds. prometió ante el pleno del Ayto. de Madrid su cargo como concejal del mismo tras la dimision de Enrique Barón, ya que las elecciones municipales depararon 21 actas para el Psoe y quien aquí mal escribe ocupaba el puesto vigesimo segundo. Bien, una vez cumplido ese requisito, quiso el destino, (léase el dedazo de doña Trini), que, a pesar de provenir de una jefatura de servicio en la administración económica y presupuestaria de la Seguridad Social, puesto que a lo largo de diez y seis años me había facilitado conocimientos más que suficientes para, sin petulancia por mi parte, considerar al presupuesto del ayuntamiento de Madrid como un enano económico al compararse con el de la Seguridad Social, a pesar de ello y dado mi poco “filin” con la malagueña, esta había procedido, pocos días antes, a nombrar portavoz en la Comisión de Hacienda a una concejala que su presupuesto casero si se lo conocía, pero ahí quedaba su experiencia sobre estructura, regulación legal, ejecución y seguimiento presupuestario y dación de cuentas a los órganos de control. Pero no olviden que estamos hablando de zapateristas y lo último que desean los mediocres es tener a su lado alguien que sepa algo de algo.
Como esa prueba de sectarismo provocó más de un comentario entre los ediles propios, tuvo a bien la Jiménez el designarme portavoz del Grupo en la Comisión Especial de Vigilancia de la Contratación, por lo que a toda prisa me tuve que empapar de la recopilación legal que regula la contratación en las administraciones publicas.
Quiso el destino que el día 28 de julio de 2005 se adjudicase el mayor contrato que por entonces el mundo mundial había conocido, pues ni los contratos de la administración estadounidense con la Nasa o con los ejércitos yankees lograban superar los 9.725 millones de euros que de entrada iban a costar a los madrileños las obras y el mantenimiento de la M-30 resultante.
El suculento contrato de reforma y mantenimiento de la llamada Calle 30, la única calle de mundo que no tiene ni casas, ni estas números, tenía una duración prevista de 35 años y lo auténticamente mollar para los adjudicatarios era que poniendo 250 millones de euros en esa empresa mixta, por la cual el ayuntamiento ya se había endeudado en 2500 millones de euros, los socios privados recibirían a lo largo de esos treinta y cinco años un canon variable que se vería incrementado anualmente por factores tales la como inflación y la tasa de retorno de la inversión privada.
Lo que era de todo punto impresentable es que el canon anual que paga el ayuntamiento va al ciento por ciento destinado a los bolsillos de los que participan en la empresa con el 20 % del capital, quedando los participes por el 80 % del capital, todos los madrileños, a la luna de Valencia. Ya ven la arriesgada forma de hacer negocios que algunos han conseguido en esta España de bandoleros con corbata.
Durante todo el verano de 2005 se lo pasó un servidor desentrañando chapuzas del contrato en cuestión, chapuzas que alcanzaron tamaño gigantesco cuando unos concienciados funcionarios me descubrieron lo que hasta ahora vengo afirmando, los proyectos de la M-30 se hicieron en la sede de ACS, no en Gerencia de Urbanismo y las clausulas administrativas y técnicas que regirían el concurso y adjudicación del mismo se hicieron en la calle Ayala, sede de Garrigues y Asociados.
A estas alturas no será necesario recordar quienes resultaron adjudicatarios de tan grande como constante, duradera y casi gratuita lluvia de millones, la UTE, API-Ferrovial, siendo API el acróstico de Aplicaciones de Pinturas Industriales, empresa especializada en pintar la señalización horizontal de calles y carreteras y que casualmente pertenece al 100% al grupo……..¡bingo! al grupo ACS, el mismo que unos años antes les regaló la idea y los planos, y a pesar de no ser la oferta más económica de las cuatro presentadas.
Y como hay que ir acabando y cerrando el círculo, -les aseguro que muy vicioso-, les diré que en septiembre de 2005, cuando, siguiendo el criterio de hacer lo que debía, informé a mi portavoz sobre mi intención de llevar a la siguiente sesión de la Comisión de Vigilancia de la Contratación el contrato de reforma y mantenimiento de la M-30 para entonces ya adjudicado y en proceso de ser inscrito en el registro de contratos del ayuntamiento, esta, la hoy ministra de asuntos exteriores, me prohibió no solo llevarlo a la citada comisión, me prohibió seguir estudiándolo, me prohibió hablar de lo que hasta ese momento había conocido y me secuestró la competencia legal de hablar del tema cómo portavoz en la comisión, ya que me dijo, nombraba en ese momento a Félix Arias como representante del Psoe en todos los temas relacionados con la M-30.
Nunca jamás el grupo socialista presentó denuncia o demanda contra el coste de las obras y su mantenimiento, los de ese grupo, y sin que mediase debate alguno, su portavoz, y con ella el resto de los que allí la habían colocado, se limitaron a pedir esporádicas demoras o paralizaciones parciales de las obras en algún punto concreto, a denunciar la tala de árboles, a denunciar ruidos y futuras afecciones respiratorias por la situación de las chimeneas de ventilación y….. poco más.
Nunca, ni una sola vez se hablo de dinero, de la deuda que asumiríamos los madrileños, hasta el punto de dar orden de abstención en una votación en la cual a propuesta de IU se pedía al PP explicación sobre el sobrecoste que por 100 millones de euros soportaron las obras acometidas a partir de agosto de 2004 y hasta noviembre de 2005.
Por eso cuando hoy Alfredo dice que la deuda del Ayto. de Madrid es de Gallardón, miente y miente a sabiendas, ya que el paulatino crecimiento de la deuda municipal fue no solo conocido, sino autorizado y bendecido por el gobierno de Zp, ya que al sobrepasarse el límite que la ley de Haciendas Locales establece como máximo nivel de endeudamiento, el 110 % de los ingresos corrientes del año en curso, aquellos que pretendan sobrepasarlo se ven obligados a obtener la correspondiente autorización del Ministerio de Hacienda junto a la aprobación de un plan trienal de austeridad presupuestaria y amortización de deuda por el que se alcance el equilibrio presupuestario. O sea que la deuda de Gallardón es también de la Trini y de Zp puesto que fue el gobierno de este, y más en concreto el secretario de estado de hacienda Miguel Ángel Fernández Ordoñez y el Ministro de Hacienda Pedro Solbes los que autorizaron que la deuda municipal madrileña alcanzase los niveles faraónicos que Gallardón propuso.
Me guardo para mis memorias los recovecos de este contrato y las implicaciones de las más variadas y altas esferas en el reparto de la tarta que confeccionada con dinero de los madrileños de la que hoy uno de sus cocineros pretende desligarse y desligar a su protegido de la responsabilidad de una deuda que también ha engordado, ¡Vaya por dios!, por la permisividad directa de una Secretaría de Estado para el Deporte para con la corrupción olímpica, esa que, según dicen, ha costado a las arcas municipales más de dos mil millones de euros gastados en comprar voluntades para hacer una olimpiada en la Peineta. ¿O es que en estas dos intentonas con sus correspondientes Rolex, Moet Chandon, Vuitones, velinas y viajes para con los del COI, nada ha tenido que ver ni Lissavetzky, ni Zp, ni la Trini, ni la propia casa real?
¡Ay! Alfredo, Alfredo. ¿Quién tizna a quién?
2 comentarios:
Se nos había olvidado lo de Florentino. Gracias por recordarlo.
Los datos que aparecen en este artículo merecerían salir en algún medio de difusión más amplio, porque son muy importantes para que los madrileños ejerzan su derecho a recibir información objetiva y contrastada, requisito previo para formarse una opinión.
El asunto de que el zapaterismo huya como de la peste de todo lo que suene a competencia y preparación es un hecho grave y ya hemos visto a dónde nos ha llevado.
Un saludo
No me extraña que la gripe "A", ser convirtiese en la gripe "Tr" o quizás en gripe "ZP".
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