viernes, 19 de noviembre de 2010

LA VIDA INDIGNA

Por fin, esta cosa de gobierno del que disfrutamos, nos anuncia clara y firmemente que está decidido a hacer algo por los cinco millones de parados, incluidos los que, acogidos al Prodi, han sido expulsados de las listas de parados.
Allá por marzo, mes y medio antes de las elecciones municipales y autonómicas y contando con que los Roucos, Kikos y demás carcundia eclesiástica no lo impidan, se va a legislar sobre la muerte asistida; lo que se vino en llamarse el derecho a una muerte digna.
Supongo que nadie se estará preguntando sobre qué puñetas tiene que ver lo del paro con lo del derecho a una muerte digna, porque está clarísimo.
Conocedores que son los zapateristas del desastre electoral que se les avecina, van a echar el resto de su falsa progresía por la amura de babor que es por donde se pescan con más facilidad los votos de aquellos a los que estos brindis al sol, -tras siete años de traiciones al mandato de la historia y de las urnas-, los retornan con anzuelo y sedal a la cubierta de la patera zapateriana.
Lo lejos de ayer, aquí mismo, denunciaba la violación continua y sistemática de todos los derechos constitucionales que contienen algún tinte igualitario o solidario, pues bien, hoy don Zp, -y sin que esto suponga establecer relación causa-efecto-, se saca de la manga el regular el derecho a la muerte asistida como fórmula para pasar por lo que no es y tras este otro disfraz, seguir manteniendo sin enmienda alguna la injusticia y la ilegalidad actual por el desprecio y pisoteo de todos los mandatos constitucionales que obligan a caminar hacia una sociedad más justa e igualitaria.
Reconozco que, según acabe siendo aprobada esa ley, si es que así sucede, tendrá mi apoyo y respeto, pero más apoyo y respeto tendría cualquiera otra ley, la llamasen como quisieran, si en ella se impusiese, por las buenas o por las malas, el cumplimiento de los mandatos constitucionales, aquellos que siendo gratuita y permanentemente violados, permitirían a los trabajadores morir de forma digna tras haber tenido una vida digna.
Pero me temo que tampoco. Que lo de la muerte digna, si es que sale adelante en la forma adecuada, será el resultado de un minucioso cálculo efectuado al alimón por el don Pepiño y la Pajin, cálculo por el cual tanto los posibles votos a recuperar como los ahorros en gastos sanitarios y paliativos favorecen conjunta y solidariamente al conjunto de ciudadanos interesados en………seguir viviendo de la forma en que actualmente viven de la política. La forma más indigna de vivir.
El problema que desde el momento de la aprobación de esa ley habrán de encarar los zapateristas, será el inventarse nuevos “derechos pelusilla” para que con ellos se entonen a los más descangallados retro-progresistas.
Y habiendo llegado al límite de los limites, legislar como se muere uno dignamente, y teniendo en cuenta que soy del ejercito de los descreídos, no descarto que intenten matarnos de risa, dignamente, eso sí, cuando los fabuladores de Moncloa se atrevan a legislar sobre los derechos cívicos que el progresismo nos aplicará en el otro barrio a cambio de nuestro voto, que en esta vida……ya sabemos que no hay nada gratis, así que en la otra, ya pueden imaginar lo caro que será estar con el dios verdadero y encima con derechos cívicos zapaterianos.
Como en otras ocasiones recomiendo mirar hacia atrás, hacer uno de esos ejercicios que ellos y sus medios de convicción pretenden impedir que realicemos, recordar. Miren hacia atrás y díganse si en este caso concreto ven Vds. a Zp en el papel de Lola Dueñas en “Mar adentro”, en el papel de alguien que arriesga su propia libertad por el ejercicio absolutamente desinteresado de su concepto de la amistad.
Quieren aparentar que nos facilitan morir de pie cuando en vida nos condenan a vivir de rodillas. Confunden postración y dolor con dignidad. Es posible que sepan lo que es dolor y postración, es posible que sepan lo que es dependencia laboral y económica, pero al confundir esos términos con dignidad demuestran que no la conocen. Hay más dignidad en un parado angustiado por el futuro de los suyos, o en un enfermo terminal lúcido y resistente al dolor que en toda la Moncloa un viernes cualquiera.

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