Hoy, por fin, he visto con gran alegría como el tiempo acababa aplicando su propia medicina a un dictadorzuelo, a un comercial de la política. Hoy he visto como Pedro Castro era expulsado del poder municipal tras casi tres decenios de abusar de él.
Conocí al Pedro Castro populista cuando aun decía ser gente de pueblo y cuando participando de capeas se rompió una pierna. Seguí con tanto asombro como creciente distanciamiento su evolución política en el seno del la FSM. Evolución que le transportó sin esfuerzo o sonrojo alguno del “leguinismo” reinante, -años de dominio socialista en la Comunidad de Madrid-, al guerrismo-acostismo militante, ya que por entonces, a la vez alcalde y secretario general del Psoe getafeño usaba la sede de la calle Cáceres a su antojo y solo a disposición de sus propios intereses personales.
En la caída del felipismo, como alcalde se sostuvo en la coincidencia y en la adulación hacia Gallardón, por entonces ya presidente de la Comunidad, y en lo interno, cuando Almunia se la pegó en el 2000, junto a Balbas, se convirtió en el sostenedor económico del zapaterismo.
En esos veintiocho años de dicta-blanda getafeña ha hecho y deshecho a su antojo, ha sido uno de los pilares del ladrillismo madrileño, su patrimonio, desconocido por oculto, -siempre se negó a hacer la preceptiva declaración de bienes e intereses-, se supone desbordante, y en los últimos años además de mantenerse cerca del poder, dicen que financiando a Ferraz, no ha tenido reparo en jugar a entrenador de la política ya que ha hecho y deshecho alineaciones electorales, como cuando en el pasado 2007 exportó a la capital a un talento que le sobraba, un tal David de Lucas, ya que a su entender este cerraba el paso al que estaba preparado para ser su sucesor en el manejo del ayuntamiento getafense, su propio hijo.
En situación de gangrena generalizada, precursora de su muerte política definitiva, y a fin de que los beneficiarios de su régimen no escriban su historia al estilo con el que la Real Academia de la Historia ha escrito la de Franco y los franquistas, es deseable que los nuevos gestores del ayuntamiento aireen las ocultas desvergüenzas económicas de este otro castrismo, y, por ejemplo, pongan luz sobre las relaciones Neira-ladrillo-Castro, y quién y por qué es conocido por el sobrenombre de “tío metralleta” un antiguo colaborador castrista.
Así, y salvo que su pacto con el diablo se recomponga, está condenado a acompañar a los más conspicuos zapateristas a la fosa común del desprecio con la que la historia les está obsequiando.
La cruz de la moneda de hoy es la correspondiente a Juan Barranco. Alguien tenebroso, incompetente, obsequioso con el poder sea cual sea la naturaleza de este. Tan flexible y adaptable en la consecución de sus intereses como despiadado en el trato hacia los que nada le aportan. Leguinista, felipista y guerrista-acostista casi al tiempo. De Almunia cuando le designaron, de Borrell cuando las primarias ganó, de nuevo de Almunia hasta su dimisión, de Bono hasta que perdió, y en ese instante zapaterista sin más razón que no tener que volver a trabajar, y en todos esos largos años, permanente digitalizador y matarife de secretarios generales de Vallecas, (Pablo García Rojo y Pepe García Ogalla, respectivamente). Un impresentable más de los muchos que en la política se nos disfrazan de honrados próceres y que curiosamente tiene en común con Castro el ser quien alojó al acostismo en la que tiene por suya, la agrupación de la calle Concordia, cuando Castro los expulsó de Getafe.
Una anécdota viene a mi recuerdo. Año 83, más o menos, fiestas de Chamberí en la esquina del Canal, calles Abascal y Bravo Murillo, “charleta” entre Juan Barranco, Juan Antonio Barrio, (Izq. Socialista), Sotero, (implicado en Filesa) y este escribidor. Tras afear tanto Barrio como yo mismo no recuerdo que exacta actuación municipal y poner de relieve Barranco su conformidad a nuestras críticas, le hicimos ver la incoherencia de su posición silente ante Tierno por lo que le reclamábamos, o bien hablar, o dimitir. Respuesta del que luego fue alcalde, “estáis locos, aquí lo importante es estar en lo alto de la burra, no el camino que esta lleve, por eso yo voy arriba y por eso mismo vosotros estáis abajo”.
Cuatro años más pasará subido al agonizante jumento zapateriano, cobrando del erario público en la Asamblea de Madrid y sin más función que ver por donde sale el nuevo sol de Ferraz, el que espera le siga calentando aun después de muerto. Como el otro.
Conocí al Pedro Castro populista cuando aun decía ser gente de pueblo y cuando participando de capeas se rompió una pierna. Seguí con tanto asombro como creciente distanciamiento su evolución política en el seno del la FSM. Evolución que le transportó sin esfuerzo o sonrojo alguno del “leguinismo” reinante, -años de dominio socialista en la Comunidad de Madrid-, al guerrismo-acostismo militante, ya que por entonces, a la vez alcalde y secretario general del Psoe getafeño usaba la sede de la calle Cáceres a su antojo y solo a disposición de sus propios intereses personales.
En la caída del felipismo, como alcalde se sostuvo en la coincidencia y en la adulación hacia Gallardón, por entonces ya presidente de la Comunidad, y en lo interno, cuando Almunia se la pegó en el 2000, junto a Balbas, se convirtió en el sostenedor económico del zapaterismo.
En esos veintiocho años de dicta-blanda getafeña ha hecho y deshecho a su antojo, ha sido uno de los pilares del ladrillismo madrileño, su patrimonio, desconocido por oculto, -siempre se negó a hacer la preceptiva declaración de bienes e intereses-, se supone desbordante, y en los últimos años además de mantenerse cerca del poder, dicen que financiando a Ferraz, no ha tenido reparo en jugar a entrenador de la política ya que ha hecho y deshecho alineaciones electorales, como cuando en el pasado 2007 exportó a la capital a un talento que le sobraba, un tal David de Lucas, ya que a su entender este cerraba el paso al que estaba preparado para ser su sucesor en el manejo del ayuntamiento getafense, su propio hijo.
En situación de gangrena generalizada, precursora de su muerte política definitiva, y a fin de que los beneficiarios de su régimen no escriban su historia al estilo con el que la Real Academia de la Historia ha escrito la de Franco y los franquistas, es deseable que los nuevos gestores del ayuntamiento aireen las ocultas desvergüenzas económicas de este otro castrismo, y, por ejemplo, pongan luz sobre las relaciones Neira-ladrillo-Castro, y quién y por qué es conocido por el sobrenombre de “tío metralleta” un antiguo colaborador castrista.
Así, y salvo que su pacto con el diablo se recomponga, está condenado a acompañar a los más conspicuos zapateristas a la fosa común del desprecio con la que la historia les está obsequiando.
La cruz de la moneda de hoy es la correspondiente a Juan Barranco. Alguien tenebroso, incompetente, obsequioso con el poder sea cual sea la naturaleza de este. Tan flexible y adaptable en la consecución de sus intereses como despiadado en el trato hacia los que nada le aportan. Leguinista, felipista y guerrista-acostista casi al tiempo. De Almunia cuando le designaron, de Borrell cuando las primarias ganó, de nuevo de Almunia hasta su dimisión, de Bono hasta que perdió, y en ese instante zapaterista sin más razón que no tener que volver a trabajar, y en todos esos largos años, permanente digitalizador y matarife de secretarios generales de Vallecas, (Pablo García Rojo y Pepe García Ogalla, respectivamente). Un impresentable más de los muchos que en la política se nos disfrazan de honrados próceres y que curiosamente tiene en común con Castro el ser quien alojó al acostismo en la que tiene por suya, la agrupación de la calle Concordia, cuando Castro los expulsó de Getafe.
Una anécdota viene a mi recuerdo. Año 83, más o menos, fiestas de Chamberí en la esquina del Canal, calles Abascal y Bravo Murillo, “charleta” entre Juan Barranco, Juan Antonio Barrio, (Izq. Socialista), Sotero, (implicado en Filesa) y este escribidor. Tras afear tanto Barrio como yo mismo no recuerdo que exacta actuación municipal y poner de relieve Barranco su conformidad a nuestras críticas, le hicimos ver la incoherencia de su posición silente ante Tierno por lo que le reclamábamos, o bien hablar, o dimitir. Respuesta del que luego fue alcalde, “estáis locos, aquí lo importante es estar en lo alto de la burra, no el camino que esta lleve, por eso yo voy arriba y por eso mismo vosotros estáis abajo”.
Cuatro años más pasará subido al agonizante jumento zapateriano, cobrando del erario público en la Asamblea de Madrid y sin más función que ver por donde sale el nuevo sol de Ferraz, el que espera le siga calentando aun después de muerto. Como el otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario