jueves, 9 de junio de 2011

¿INDIGNADOS?

Enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos. Así define el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española al sentimiento de indignación. Por ello, y tras varios días de paseante y conversador entre los que se dicen indignados, he concluido que los que por allí acampan puede que estén enojados con alguien o contra sus actos, pero yo no he visto que colectivamente estén auténticamente iracundos o enfadados vehementemente.
Cabreados sí que puede que lo estén, ya que admito que por allí los hay enfadados, amostazados, malhumorados y recelosos, (ver "cabrear" en el diccionario de la RAE), pero les aseguro que ateniéndonos a lo que por indignados se entiende de forma académica, no lo están en absoluto.
De la otra parte, de la parte del poder establecido, también he podido comprobar que el grado de preocupación, de inquietud, de inseguridad, de temor, o en el extremo, de miedo a las acciones de estos “indignados” es exactamente igual a cero.
Dicen los “enfadados” que no quieren saber nada de política, y sin embargo todas sus peticiones, que no exigencias, tienen un total, absoluto y exclusivo carácter político, ya que han planteado quejas sobre todas y cada una de las políticas sectoriales que desde el sistema nos aplican. Dicen los “cabreados” que los políticos no les representan ni tampoco su forma de hacer y estar en la política, pero nada quieren saber de los partidos políticos. Dicen los “malhumorados” asambleístas que no se cumple la Constitución, pero nada dicen de su vigencia, caducidad o reforma. Dicen los “recelosos y amostazados” campistas que lo que hacen es plantar, -además de verduras en Sol-, las bases de una revolución pacífica, que si nos atenemos al grado de avance y conquista de objetivos hasta ahora logrado, deben contemplar el tenerla implantada al ciento por ciento de sus metas allá para el año 3027.
Lo que no dicen, y me temo que ni siquiera lleguen a pensar, es que están comenzando a agotar, ellos también, la temprana ilusión de muchos de los ciudadanos que, inicialmente y antes de ver cómo evolucionaba su "movimiento", nos pusimos de su lado anímica y presencialmente.
Me temo que lo que callan, ellos también, es que su “movimiento”, (¿no había otro termino para denominar su acción?), o se convierte en partido político y entra en el terreno de juego de la democracia para poder llevar a efecto sus pretensiones, sus demandas y/o sus exigencias, o estarán, si no lo están ya, encaminados al más rotundo de los fracasos.
Deben ser conscientes que el poder, cualquier clase de poder establecido sea religioso, económico, político, judicial, mediático, militar, el que sea, aposentado en un estable y amarrado equilibrio de intereses cruzados y compartidos, no teme en absoluto a unas posibles algaradas juveniles, que ni eso son por el momento.
Esos poderes pudieran haber alcanzado el convencimiento, a estas alturas de la “revolución”, de que hasta podría favorecerles este “movimiento”, pues aparentando asumir algo de lo que reclaman podrían absorber en su acomodado seno a algunos de sus emergentes lideres paralizando así todo riesgo de continuidad y de posible “radicalización” y en otra vuelta a la historia cambiar algo para que nada cambie.
La historia demuestra que las únicas revoluciones que consiguieron cambiar el rumbo de los pueblos oprimidos, explotados y engañados fueron aquellas que desde el primer momento no se auto-limitaron en sus metas y en sus medios, fueron aquellas otras que desde su génesis tuvieron claro que y quien o quienes eran sus enemigos, que no adversarios, aquellas que contaron con organización adecuada a sus fines, con liderazgos visibles reconocidos y aceptados por los que a ellas se sumaron. Las revoluciones triunfantes, pacificas, las menos, o violentas, las más, fueron las que convirtieron sus palabras en hechos y la ilusión de todos en realidad palpable. Y nada de esto se está dando entre los que se dicen estar indignados y realmente solo están un poco cabreados.
No sé si por miedo, por infantilismo, por desconocimiento o simple manipulación oscura, están cociéndose en su propia salsa sin que este potaje seudo-revolucionario presente trazas de acabar convirtiéndose en suculento alimento democrático, lo que sí están consiguiendo, -además de agotar la paciencia de muchos de sus simpatizantes en sus inacabables asambleas-, de no cambiar radicalmente su proceder, es marchitar una oportunidad magnífica para que el pueblo español, jóvenes y mayores, crean en sí mismos y en su poder. Esa es su responsabilidad histórica.

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