En este creciente tardo franquismo disfrazado de democracia en el que nos tienen, estoy dispuesto a reconocer que algo ha cambiado sustancialmente, aunque no sé si de forma definitiva.
Cuando allá por los setenta, tras enterrar solo al cadáver de Franco, -el franquismo seguía oficial y realmente en el poder-, el actual y eterno presidente vitalicio del PP, antes de Alianza Popular, antes consejero nacional del movimiento y también antes ministro con Franco y Carrero de información y turismo, don Manuel, Fraga, por supuesto, tras una manifestación no autorizada, -de las que por entonces ponían en forma a los grises, no como ahora que ni que correr tienen para aporrear a jóvenes trabajadores-, dijo urbi et orbe…..”La calle es mía”, y se quedó tan pancho.
Hoy, aun soportando a más de un emulo fraguista, que no es un mulo electrónico ni virtual, sino que son autenticas acémilas metidas a políticos del tipo el consejero ese de la Generalitat que se ufana de aporrear violentos mientras canturrean sentados, hoy, digo, la calle es mas nuestra que suya.
Para empezar las plazas han sido nuestras a pesar de algunos comerciantes, que de estar toda la vida en y al Sol se les han debido derretir las neuronas y reclaman cientos de millones de euros por pérdidas, causadas según ellos, por la acampada del movimiento 15-M, cuando, por ejemplo, en toda la larga y franquista vida de “Los guerrilleros”, esos que venden zapatos de plástico que si te los pones en Sol y vives en Carabanchel, cuando llegas a casa ya se han roto, esos tipos jamás han visto a lo largo de todo un mes ni la centésima parte de lo que reclaman con el apoyo de la ultraderecha “aguirriana”, no ya de ganancias, ni tan siquiera de ventas, que no es lo mismo.
Pero a lo que iba. Plazas ocupadas por voces indignadas, cabreadas o como quieran calificar la rabia que la juventud, y la no juventud, sienten ante la insoportable e injusta realidad que con decisión y constancia nos han impuesto desde el poder económico y político, pero hoy, cuando ya se ha conseguido el primer objetivo, pero no el más importante, el ser reconocida internacionalmente como pacifica reacción popular contra el sistema, se han levantado las acampadas. Pero hay que seguir el camino, y para andarle hay que caminar. Es por eso que mañana hay que tomar las calles de Madrid.
Es necesario que mañana, 19-J, las diversas columnas de manifestantes, desde los cuatro puntos cardinales de la geografía madrileña confluyan en la plaza de Neptuno. Es necesario que, aunque estén vacios los escaños y despachos de los que no nos representan en el congreso de los diputados, -que a nuestros efectos, intereses y derechos es como siempre están, vacios-, el eco de nuestras exigencias les llegue estén donde estén.
Es imprescindible la presencia de todos los que queremos un futuro distinto del que nos dibujan banqueros y políticos. Es necesario que el paseo dominguero de muchas familias cambie el parque del barrio, la sierra, la piscina o el bar, y por supuesto la misa, por una caminata ciudadana cuyo destino es seguir construyendo la posibilidad de un cambio político tal, que permita encontrar y aplicar en este país algo tan antiguo y tan deseado como es la democracia participativa, la democracia real que, ni ahora, ni antes hemos tenido.
De eso va la cosa. No hay excusa que justifique la ausencia de la gente de izquierda. Más aun, no hay razón alguna para que mañana en las marchas ciudadanas no estemos todos los que nos tengamos por demócratas, pues de instaurar la democracia se trata.
Cuando allá por los setenta, tras enterrar solo al cadáver de Franco, -el franquismo seguía oficial y realmente en el poder-, el actual y eterno presidente vitalicio del PP, antes de Alianza Popular, antes consejero nacional del movimiento y también antes ministro con Franco y Carrero de información y turismo, don Manuel, Fraga, por supuesto, tras una manifestación no autorizada, -de las que por entonces ponían en forma a los grises, no como ahora que ni que correr tienen para aporrear a jóvenes trabajadores-, dijo urbi et orbe…..”La calle es mía”, y se quedó tan pancho.
Hoy, aun soportando a más de un emulo fraguista, que no es un mulo electrónico ni virtual, sino que son autenticas acémilas metidas a políticos del tipo el consejero ese de la Generalitat que se ufana de aporrear violentos mientras canturrean sentados, hoy, digo, la calle es mas nuestra que suya.
Para empezar las plazas han sido nuestras a pesar de algunos comerciantes, que de estar toda la vida en y al Sol se les han debido derretir las neuronas y reclaman cientos de millones de euros por pérdidas, causadas según ellos, por la acampada del movimiento 15-M, cuando, por ejemplo, en toda la larga y franquista vida de “Los guerrilleros”, esos que venden zapatos de plástico que si te los pones en Sol y vives en Carabanchel, cuando llegas a casa ya se han roto, esos tipos jamás han visto a lo largo de todo un mes ni la centésima parte de lo que reclaman con el apoyo de la ultraderecha “aguirriana”, no ya de ganancias, ni tan siquiera de ventas, que no es lo mismo.
Pero a lo que iba. Plazas ocupadas por voces indignadas, cabreadas o como quieran calificar la rabia que la juventud, y la no juventud, sienten ante la insoportable e injusta realidad que con decisión y constancia nos han impuesto desde el poder económico y político, pero hoy, cuando ya se ha conseguido el primer objetivo, pero no el más importante, el ser reconocida internacionalmente como pacifica reacción popular contra el sistema, se han levantado las acampadas. Pero hay que seguir el camino, y para andarle hay que caminar. Es por eso que mañana hay que tomar las calles de Madrid.
Es necesario que mañana, 19-J, las diversas columnas de manifestantes, desde los cuatro puntos cardinales de la geografía madrileña confluyan en la plaza de Neptuno. Es necesario que, aunque estén vacios los escaños y despachos de los que no nos representan en el congreso de los diputados, -que a nuestros efectos, intereses y derechos es como siempre están, vacios-, el eco de nuestras exigencias les llegue estén donde estén.
Es imprescindible la presencia de todos los que queremos un futuro distinto del que nos dibujan banqueros y políticos. Es necesario que el paseo dominguero de muchas familias cambie el parque del barrio, la sierra, la piscina o el bar, y por supuesto la misa, por una caminata ciudadana cuyo destino es seguir construyendo la posibilidad de un cambio político tal, que permita encontrar y aplicar en este país algo tan antiguo y tan deseado como es la democracia participativa, la democracia real que, ni ahora, ni antes hemos tenido.
De eso va la cosa. No hay excusa que justifique la ausencia de la gente de izquierda. Más aun, no hay razón alguna para que mañana en las marchas ciudadanas no estemos todos los que nos tengamos por demócratas, pues de instaurar la democracia se trata.
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