Que la medalla de oro y record mundial de la corrupción económica pertenece al PP, nadie lo puede dudar, pero a su lado, colocado a no mucha distancia, el Psoe, en estos últimos días en el poder monclovita, está como Ferrari en la F1, acelerando a fin de alcanzar a su competidor.
Entrar en la guerra de cifras, lanzar trajes levantinos contra tarifas eléctricas, gurteles varios contra eres andaluces, visitas papales contra ayudas a cajas amigas es quedarse en las ramas de la corrupción que está llevando a la democracia española a alcanzar las más bajas cotas de dignidad.
Y esa corrupción, la corrupción económica, no es la que por sí sola ahonda sin descanso el enfangamiento de la política, de la clase política y de todo aquello que ha degenerado al sistema democrático; es fundamentalmente la corrupción ética, la corrupción mental, la corrupción de los valores la que trae asociada la corrupción económica, la cual es solo su afloramiento más visible y quien para existir necesita de estar enraizada en el estiércol de la corrupción ética.
Desde la corona iracunda y su displicente heredero a la justicia, desde los que no nos representan en los parlamentos miles a un ejército que calla y otorga mientras alista y entierra a los más desheredados de la fortuna nacional e internacional, desde los partidos políticos a las instituciones financieras que solo contemplan su particular e inmediato beneficio, todos, absolutamente todos los que de la degradación del sistema se benefician y engordan, todos consideran como normal la degeneración ética y de valores que se ha adueñado de la política y cada vez mas de la sociedad española.
En uno de los colmos de la degeneración ética, mental y conceptual se acepta que un buen político sea un buen actor, un buen mentiroso, una persona tan flexible en sus principios como capaz de dilatarse sea su bolsillo; se tiene al político triunfante como el paradigma de aquel que es capaz de decir una cosa y su contraria sin inmutarse, haciendo a la vez lo contrario de lo que dice.
No conozco a ningún político que haya expresado sus principios y sea consecuente con ellos, que los defienda en toda circunstancia y no los supedite a su conveniencia personal. No he conocido a político alguno que interrogado a cerca de alguna incongruencia de su actividad no haya recurrido a intentar justificarse escudándose, bien tras argumentos técnicos tan retorcidos como falsos o interesados, bien tras el consabido recurso de….”es que estaba en minoría”.
Desde el más alto cargo institucional al más ramplón y superficial cargo orgánico todos sucumben al olfato que en distinto grado poseen. Ese olfato que les alerta de los riesgos de mantenerse en sus principios, aquellos que los tienen, o bien el extendidísimo instinto que a la mayoría les pone sobre la pista de por dónde han de caminar sus intereses, sin importar a quienes pisen ni qué sol es el que les calienta.
Desconozco si serán o no muchos los ciudadanos que pudieran entender que la corrupción económica es el gran mal o uno de los grandes males de la política en España, yo considero que es la corrupción mental la que lleva de la mano a la económica. No es posible enunciar aquello de….”yo estoy en la política para forrarme”, si previamente no se ha interiorizado que delinquir en la política es algo que ni tan siquiera merece reprobación alguna.
Cuando en el interior del Psoe no se produce reacción alguna ante quienes considerándose inicialmente nuevos socialistas pasaron raudos a tenerse por progresistas, y sin solución de continuidad, tras afirmar que la desaceleración y posterior crisis no la pagarían los que no la han provocado, se afanan en acometer, en continuada mentira, el mayor ataque al incipiente estado del bienestar, centrando toda su artillería económica en los bolsillos de los que menos tienen, -despido, salarios, pensiones, privatizaciones, seguridad laboral, trato fiscal-, osando finalmente calificar de bellacos a quienes afirmamos que están provocando una autentica regresión social y económica y que además hay alternativas viables económicamente y socialmente justas.
Cuando todo esto sucede con el silencio de unos y el beneplácito, si no el ferviente aplauso, de otros, es que el cáncer de la corrupción conceptual ha metastasizado a todo el partido que fue, y así, con estos corruptos y sus sumisos cómplices internos, ha dejado de ser, socialista, obrero y español.
Dicen los que de esto saben que tras la muerte clínica, aparece el rigor mortis causando la rigidez de extremidades e impidiendo el movimiento de las articulaciones. Dicen también que tras un periodo de unas treinta y seis horas el cadáver comienza a corromperse. Sabido lo anterior, díganse Vds. mismos en qué momento vital se encuentra el gobierno, los partidos, las instituciones y el conjunto del sistema democrático.
Entrar en la guerra de cifras, lanzar trajes levantinos contra tarifas eléctricas, gurteles varios contra eres andaluces, visitas papales contra ayudas a cajas amigas es quedarse en las ramas de la corrupción que está llevando a la democracia española a alcanzar las más bajas cotas de dignidad.
Y esa corrupción, la corrupción económica, no es la que por sí sola ahonda sin descanso el enfangamiento de la política, de la clase política y de todo aquello que ha degenerado al sistema democrático; es fundamentalmente la corrupción ética, la corrupción mental, la corrupción de los valores la que trae asociada la corrupción económica, la cual es solo su afloramiento más visible y quien para existir necesita de estar enraizada en el estiércol de la corrupción ética.
Desde la corona iracunda y su displicente heredero a la justicia, desde los que no nos representan en los parlamentos miles a un ejército que calla y otorga mientras alista y entierra a los más desheredados de la fortuna nacional e internacional, desde los partidos políticos a las instituciones financieras que solo contemplan su particular e inmediato beneficio, todos, absolutamente todos los que de la degradación del sistema se benefician y engordan, todos consideran como normal la degeneración ética y de valores que se ha adueñado de la política y cada vez mas de la sociedad española.
En uno de los colmos de la degeneración ética, mental y conceptual se acepta que un buen político sea un buen actor, un buen mentiroso, una persona tan flexible en sus principios como capaz de dilatarse sea su bolsillo; se tiene al político triunfante como el paradigma de aquel que es capaz de decir una cosa y su contraria sin inmutarse, haciendo a la vez lo contrario de lo que dice.
No conozco a ningún político que haya expresado sus principios y sea consecuente con ellos, que los defienda en toda circunstancia y no los supedite a su conveniencia personal. No he conocido a político alguno que interrogado a cerca de alguna incongruencia de su actividad no haya recurrido a intentar justificarse escudándose, bien tras argumentos técnicos tan retorcidos como falsos o interesados, bien tras el consabido recurso de….”es que estaba en minoría”.
Desde el más alto cargo institucional al más ramplón y superficial cargo orgánico todos sucumben al olfato que en distinto grado poseen. Ese olfato que les alerta de los riesgos de mantenerse en sus principios, aquellos que los tienen, o bien el extendidísimo instinto que a la mayoría les pone sobre la pista de por dónde han de caminar sus intereses, sin importar a quienes pisen ni qué sol es el que les calienta.
Desconozco si serán o no muchos los ciudadanos que pudieran entender que la corrupción económica es el gran mal o uno de los grandes males de la política en España, yo considero que es la corrupción mental la que lleva de la mano a la económica. No es posible enunciar aquello de….”yo estoy en la política para forrarme”, si previamente no se ha interiorizado que delinquir en la política es algo que ni tan siquiera merece reprobación alguna.
Cuando en el interior del Psoe no se produce reacción alguna ante quienes considerándose inicialmente nuevos socialistas pasaron raudos a tenerse por progresistas, y sin solución de continuidad, tras afirmar que la desaceleración y posterior crisis no la pagarían los que no la han provocado, se afanan en acometer, en continuada mentira, el mayor ataque al incipiente estado del bienestar, centrando toda su artillería económica en los bolsillos de los que menos tienen, -despido, salarios, pensiones, privatizaciones, seguridad laboral, trato fiscal-, osando finalmente calificar de bellacos a quienes afirmamos que están provocando una autentica regresión social y económica y que además hay alternativas viables económicamente y socialmente justas.
Cuando todo esto sucede con el silencio de unos y el beneplácito, si no el ferviente aplauso, de otros, es que el cáncer de la corrupción conceptual ha metastasizado a todo el partido que fue, y así, con estos corruptos y sus sumisos cómplices internos, ha dejado de ser, socialista, obrero y español.
Dicen los que de esto saben que tras la muerte clínica, aparece el rigor mortis causando la rigidez de extremidades e impidiendo el movimiento de las articulaciones. Dicen también que tras un periodo de unas treinta y seis horas el cadáver comienza a corromperse. Sabido lo anterior, díganse Vds. mismos en qué momento vital se encuentra el gobierno, los partidos, las instituciones y el conjunto del sistema democrático.
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