miércoles, 22 de abril de 2009

ATRACADORES CON CARNÉ.

Conozco a muchos que a todas partes llevan el carné del PSOE y que a menudo, interesadamente lo exhiben, pero en raras ocasiones su comportamiento corresponde a los principios que a los socialistas se les suponen.
A diario veo en la calle, en el trabajo y en la red a multitud de cotizantes, casi todos cargos orgánicos y/o públicos retribuidos, que su mayor afán es exhibirse, estar permanentemente aireando que hacen y vanagloriarse de una inanidad política tan grande como trascendente ellos la consideran.
Desde gente que forma parte de los mas altos niveles directivos del PSOE a simples Secretarios Generales de tal o cual agrupación o cargos públicos tan retribuidos como desoficiados, que cuando asisten algún sarao, que por el cargo que ostentan tienen la obligación de asistir, corren a publicitar tal asistencia sin caer en la vergüenza de percibir que el ir al teatro o al cine o a una inauguración no es como para sentirse orgulloso y menos aun así justificar el sueldo que todos les pagamos.
Es desolador leer algunos blogs de muchos cargos públicos que, en el mejor de los casos, reproducen noticias relacionadas con el área de interés por la que cobran. Ni una sola idea propia y menos aun que sea original, por lo tanto nada de aportación o análisis. Ni tan siquiera opinión sobre algo que otros hayan elaborado. Solo autobombo, solo regodeo en los privilegios del cargo o, como ahora que hay listas europeas, llanto por la perdida del mismo. Y como me repele especialmente, dejo totalmente de lado a aquellos que su acción u opinión política se circunscribe a lamer el culo, (lo siento no hay otra forma de describir lo que hacen, lo del peloteo es poco), a cualquiera que en un pedestalito político esté subido/a.
Desde que el PSOE de Zp instauró el marketing político acuoso, -incoloro, inodoro e insípido-, toda su grey se ha especializado en tan gran bluff. Todos parlotean sin decir nada, sin aportar nada a nadie.
Fue a mi juicio adalid de ese marketing político vacuo, la hoy ministra doña Trinidad Jiménez, la Trini, aquella que en una campaña electoral de infausta memoria fue capaz de oponer a Gallardón toda una chupa de cuero y una M-30 con semáforos. Y de ahí, a lo de hoy, un solo paso.
Si aquello era un engaño, lo de hoy es un timo nacional. Si lo de antaño solo repercutía en Madrid ciudad, lo de este gobierno afecta a todos los ciudadanos españoles.
En los últimos días he reflejado aquí de forma casi pormenorizada mi visión sobre el problema que nos están creando con lo de las pensiones públicas. Así, solo he pretendido aportar a quien a bien tuviera leerme, parte de lo que he llegado a conocer tras mas de 15 años trabajando en el área económica de la Seguridad Social, y no cejaré en mantener mi criterio y en difundir la información que conozco respecto a este tema, ya que es la mejor forma que tengo de aportar elementos de juicio a quienes otros, disponiendo de todos los medios, de todo el poder político, económico, y mediático, solo tratan de engañar y expoliar.
El tema de la protección social y en concreto el de las pensiones públicas no solo es un tema que a todos nos afecta, a unos de forma presente y a otros de forma futura, es que además es un tema de autentica genética socialista, de plena y total identidad solidaria intergeneracional. Es el eje sobre el que deben pivotar todas las acciones de protección social y todo el gasto social que cualquier gobierno de izquierda, que auténticamente lo sea, cuidaría con especial cariño.
Y es evidente que no es el caso. Hoy y aquí se está planificando el enésimo atraco a los cimientos de un menguante estado del bienestar. Y como es lógico, estos atracadores ya no llevan antifaz, ni camiseta de rayas, ni más pistola que su carné.

Hoy estos los “atracadores” sociales enarbolan sus supuestas legitimidades para hacer lo contrario de lo que pregonaban, y carné en mano sea del PSOE, de la UGT o de Comisiones, suavemente nos dicen atracarnos por nuestro bien.
Pues confieso que prefiero el clásico ¡manos arriba, esto es un atraco!. Al menos los que así se ganaban su sustento, al arriesgar su libertad limpiandoles algo a los banqueros, eran merecedores de un cierto respeto. Estos de hoy, con los atracones que se dan, lo único que arriesgan es tener que cambiar los pantalones a una talla mayor.

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