Si el modelo de casamiento gubernativo por consanguinidad que van a empezar a aplicar en el País Vasco, llámese CEDA o nuevo movimiento nacional, fuese exportado y ampliado a todo el territorio nacional, estaríamos a las puertas de la desaparición real de la democracia.
Cualquiera puede atisbar que todo gobierno de concentración, cuando menos, limita la acción de la oposición, ya que al aglutinar a diferentes opciones partidarias hasta el punto de configurar abrumadoras mayorías, minimiza y relega al razonamiento político, al básico juego democratico del uso de la palabra y la contraposición de ideas que así pasarían a ser ejercicios de esgrima política muy secundaria, formas con las que el alma del sistema parlamentario desaparece y es sustituida por la matemática de los escaños, por la disciplina de voto partidario retribuido, y así, cautivo.
Tradicionalmente, en la practica política de países con antigüedad y raigambre política y cultural en el respeto a la democracia sus metodos y sus formas, estos, -entre los que no se encuentra España-, solo han acudido a este mecanismo parlamentario en situaciones de extrema necesidad nacional, en casos de emergencia social general, y con la ineludible condición de, una vez superada la dificultad, retornar inmediatamente a la normalidad democrática, a la legitima confrontación partidaria, a la que se sustenta en la diferencia política derivada de las diversas visiones de la sociedad y de las relaciones que en ellas se dan.
En el terreno de la credibilidad del sistema democrático tal contubernio partidario aporta también sus virulentos disolventes democráticos. Tanto en el País Vasco como allá donde, con posterioridad a una confrontación electoral convencional, sin alianzas previas, se haya dado, se produce, con tales casorios, un inequívoco fraude político a todos y cada uno de los votantes de cada una de las opciones que entren en esa vicaría política y salgan uncidos en gobierno conjunto alguno. No cabe mayor engaño político y electoral a la ciudadanía que las alianzas a posteriori y sin explicación política alguna a los ciudadanos, sobre todo cuando los aliados, los contrayentes, decían representar opciones no solo diferentes sino radicalmente confrontadas y opuestas hasta el instante anterior a la consumación.
Ni por estar atravesando una situación social que no pueda reconducirse con el trabajo de todos y con el sacrificio de aquellos que más se han beneficiado de los momentos cálidos de la economía. Ni por estar inmersos en una crisis económica y financiera que unilateralmente y con nuestros exclusivos medios hubiéramos de resolver. Ni por tener un orden público o social gravemente amenazado por extremismos tan descerebrados como agresivos. Ni por tener cuestionada la seguridad nacional o la integridad territorial. Ni por estar bajo amenazas o agresiones de potencias exteriores.
En España hoy, no se da ninguna de las circunstancias que pudieran justificar el emprender el camino que nos condujese a tal gazpacho político y gubernativo, y más aun si tenemos en cuenta que los promotores y los posibles actores de tal amaño político no han explicado razón alguna que les asista, ni política, ni social, ni económica, ni laboral. Nada, no han avanzado ni diagnostico, ni tratamiento a aplicar, no han justificado por tanto su visión, su horizonte y menos aun han puesto calendario alguno a tan anómalo proceder.
Hoy, los promotores de ese posible nuevo movimiento nacional, oligarcas, banqueros, políticos ideológicamente errantes y voceros de todos pagados, todos se escudan en una situación de crisis financiera internacional que como al resto de los países nos está afectando, con la sola particularidad local de estar agravada por la presencia en el gobierno de incompetentes y mentirosos que diciéndose de izquierda aplican las mismas recetas que la derecha mundial esta aplicando para la salvaguarda y reconstitución del mas feroz capitalismo que nunca ha habido, los cuales, tienen al lado a una derecha estupefacta por el color de las medidas que desde el gobierno se articulan y que en algún caso sobrepasan por la derecha a algunas de las que ellos aplicarían.
Hoy los promotores de la puesta en práctica de esta ocurrencia no se atreven a decirnos lo que subyace en su planteamiento. Es lógico que no nos digan que están convencidos de que ni sumando las potencialidades de los dos partidos mayoritarios los consideran capaces de resolver la situación económica y financiera a la que su desmesura ladrillera nos ha llevado, tan logico como que callen y oculten que la formula que ofrecen les asegura de forma indefinida la inexistencia de vaivenes políticos, sociales y económicos que a sus intereses pudieran cuestionar.
Lo mas preocupante es que saben, promotores y actores, que el ánimo político ciudadano, el grado de compromiso social de la ciudadanía española, la predisposición de esta para defender aspectos básicos del sistema democrático cuales son la legítima, y a ser posible honrada, lucha ideológica y partidaria, y la consecuencia de la anterior , la alternancia politica, es tendente si no igual a cero, con lo cual deben de haber considerado que el terreno esta expedito para la aplicación de sus teorías. Y puede que no se equivoquen.
Cualquiera puede atisbar que todo gobierno de concentración, cuando menos, limita la acción de la oposición, ya que al aglutinar a diferentes opciones partidarias hasta el punto de configurar abrumadoras mayorías, minimiza y relega al razonamiento político, al básico juego democratico del uso de la palabra y la contraposición de ideas que así pasarían a ser ejercicios de esgrima política muy secundaria, formas con las que el alma del sistema parlamentario desaparece y es sustituida por la matemática de los escaños, por la disciplina de voto partidario retribuido, y así, cautivo.
Tradicionalmente, en la practica política de países con antigüedad y raigambre política y cultural en el respeto a la democracia sus metodos y sus formas, estos, -entre los que no se encuentra España-, solo han acudido a este mecanismo parlamentario en situaciones de extrema necesidad nacional, en casos de emergencia social general, y con la ineludible condición de, una vez superada la dificultad, retornar inmediatamente a la normalidad democrática, a la legitima confrontación partidaria, a la que se sustenta en la diferencia política derivada de las diversas visiones de la sociedad y de las relaciones que en ellas se dan.
En el terreno de la credibilidad del sistema democrático tal contubernio partidario aporta también sus virulentos disolventes democráticos. Tanto en el País Vasco como allá donde, con posterioridad a una confrontación electoral convencional, sin alianzas previas, se haya dado, se produce, con tales casorios, un inequívoco fraude político a todos y cada uno de los votantes de cada una de las opciones que entren en esa vicaría política y salgan uncidos en gobierno conjunto alguno. No cabe mayor engaño político y electoral a la ciudadanía que las alianzas a posteriori y sin explicación política alguna a los ciudadanos, sobre todo cuando los aliados, los contrayentes, decían representar opciones no solo diferentes sino radicalmente confrontadas y opuestas hasta el instante anterior a la consumación.
Ni por estar atravesando una situación social que no pueda reconducirse con el trabajo de todos y con el sacrificio de aquellos que más se han beneficiado de los momentos cálidos de la economía. Ni por estar inmersos en una crisis económica y financiera que unilateralmente y con nuestros exclusivos medios hubiéramos de resolver. Ni por tener un orden público o social gravemente amenazado por extremismos tan descerebrados como agresivos. Ni por tener cuestionada la seguridad nacional o la integridad territorial. Ni por estar bajo amenazas o agresiones de potencias exteriores.
En España hoy, no se da ninguna de las circunstancias que pudieran justificar el emprender el camino que nos condujese a tal gazpacho político y gubernativo, y más aun si tenemos en cuenta que los promotores y los posibles actores de tal amaño político no han explicado razón alguna que les asista, ni política, ni social, ni económica, ni laboral. Nada, no han avanzado ni diagnostico, ni tratamiento a aplicar, no han justificado por tanto su visión, su horizonte y menos aun han puesto calendario alguno a tan anómalo proceder.
Hoy, los promotores de ese posible nuevo movimiento nacional, oligarcas, banqueros, políticos ideológicamente errantes y voceros de todos pagados, todos se escudan en una situación de crisis financiera internacional que como al resto de los países nos está afectando, con la sola particularidad local de estar agravada por la presencia en el gobierno de incompetentes y mentirosos que diciéndose de izquierda aplican las mismas recetas que la derecha mundial esta aplicando para la salvaguarda y reconstitución del mas feroz capitalismo que nunca ha habido, los cuales, tienen al lado a una derecha estupefacta por el color de las medidas que desde el gobierno se articulan y que en algún caso sobrepasan por la derecha a algunas de las que ellos aplicarían.
Hoy los promotores de la puesta en práctica de esta ocurrencia no se atreven a decirnos lo que subyace en su planteamiento. Es lógico que no nos digan que están convencidos de que ni sumando las potencialidades de los dos partidos mayoritarios los consideran capaces de resolver la situación económica y financiera a la que su desmesura ladrillera nos ha llevado, tan logico como que callen y oculten que la formula que ofrecen les asegura de forma indefinida la inexistencia de vaivenes políticos, sociales y económicos que a sus intereses pudieran cuestionar.
Lo mas preocupante es que saben, promotores y actores, que el ánimo político ciudadano, el grado de compromiso social de la ciudadanía española, la predisposición de esta para defender aspectos básicos del sistema democrático cuales son la legítima, y a ser posible honrada, lucha ideológica y partidaria, y la consecuencia de la anterior , la alternancia politica, es tendente si no igual a cero, con lo cual deben de haber considerado que el terreno esta expedito para la aplicación de sus teorías. Y puede que no se equivoquen.
(Continuará)
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